Perú (Foto: AFP)
Perú (Foto: AFP)
Redacción EC

(Por Gonzalo Llosa, gerente de estrategia de Inversión de Prima AFP) El ilustre historiador peruano alguna vez escribió “Quienes únicamente se solazan con el pasado ignoran que el Perú, el verdadero Perú, es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad”. La actual situación del Perú se ve muy bien reflejada en estas palabras.  

Mirando el pasado encontramos cifras que inspiran optimismo. Desde 1990 el ingreso per cápita del Perú (en dólares constantes ajustados por paridad de compra) se multiplicó casi 2,5 veces, lo que equivale a una tasa de crecimiento anual promedio de 3,3%. Nada mal para una economía que estuvo prácticamente estancada entre 1960 y 1990. El Perú también es una estrella respecto a otros países. Por ejemplo, desde 1990 los ingresos per cápita de Latinoamérica (incluyendo el Caribe) y del mundo se multiplicaron 1,5 y 1,8 veces, respectivamente.   


Parte de este desempeño ha sido fruto de buenas políticas públicas institucionalizadas en la Constitución de 1993. Es así como contamos con un banco central independiente que ha garantizado una inflación baja, ancla para la estabilidad de nuestra moneda. Nuestras finanzas públicas son tan sanas que desde hace una década los inversionistas internacionales nos han otorgado el grado de inversión. Y, claro, no podríamos dejar de mencionar la firma de importantes acuerdos comerciales.  

A este coctel de buenas políticas tenemos que sumarle un toque de buena suerte. Desde 1990, los precios de los bienes que exportamos se expandieron 1,5 veces en relación con los precios de los bienes que importamos. Gracias a este impulso externo, y a la decisión de integrarnos al resto del mundo, es que recibimos un enorme influjo de inversión extranjera. Si hubiésemos continuado en el desorden macroeconómico, el estatismo y la autarquía, esta ola de nuevas inversiones difícilmente se hubiese materializado.  

Sin embargo, la realidad nos viene mostrando que nuestro estrellato económico es frágil. Por ejemplo, en el último quinquenio (2014-2018), el crecimiento del ingreso per cápita fue tan solo 1,7%, por debajo de los quinquenios anteriores: 4,7% (2009-2013) y 6,4% (2004-2008). Más preocupante aun: todos los años desde el 2014 hemos crecido más lentamente que el mundo. Nos estamos quedando rezagados, hecho explicado en parte por los vientos externos en contra de los últimos años. Pero más importante aun, los últimos sucesos locales nos presentan un Perú institucionalmente débil, poco capaz de autorreformarse y sumamente vulnerable a la corrupción.  

Si pretendemos anclarnos en las tendencias del pasado sin reconocer nuestros problemas estructurales, estaremos condenados a la mediocridad. Si nos enfrascamos en el pesimismo que provoca la coyuntura actual sin que esto nos lleve a un profundo deseo de cambio, estaremos negándonos la posibilidad de alcanzar nuestro potencial. Cito nuevamente a Basadre: “Problema es, en efecto y por desgracia, el Perú; pero también, felizmente, posibilidad.”