“Prosperidad falaz” fue el término con el que nuestro historiador Jorge Basadre bautizó a la “era del guano”, de auge económico y de relativa estabilidad política, gatillada por la demanda extraordinaria proveniente de la Europa en plena revolución agrícola. La bonanza se acabó y de la prosperidad no quedó casi nada. ¿Podría calificarse al periodo 2002-2011, el de la “década dorada”, como el de una prosperidad falaz también?
En ambos periodos la prosperidad se originó en eventos exógenos al país. En la era del guano, que puede fecharse entre 1845, el inicio del primer gobierno de Ramón Castilla, y 1866, el fin de la guerra con España, su descubrimiento como un fertilizante de alta calidad y su extrema facilidad de explotación nos convirtió en el mayor exportador en el mundo. El Estado recibió ingentes recursos con los que el auge estaba garantizado. Castilla pasó a la historia, en parte, por este evento exógeno.
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En el periodo 2002-2011, el motor del crecimiento económico fue también exógeno: los precios internacionales crecieron y los capitales ingresaron como nunca. Entre 2002 y 2011, el precio de las exportaciones subió en 265% y el de nuestros principales productos de exportación, el cobre y el oro, en 452% y 399%, respectivamente. En ese periodo el ingreso total de capitales fue de US$47.028 millones.
En ese contexto, era imposible no crecer a ritmos elevados. Según el Fondo Monetario Internacional, la mitad del crecimiento de las economías emergentes se debe a las condiciones internacionales.
Desde fines de 2011, los buenos tiempos se han ido, con particular virulencia en el caso del precio de nuestras exportaciones. Entre fines de 2011 y junio último, el precio de nuestras exportaciones ha descendido en 22%, el del cobre en 31% y el del oro en 28%. Como resultado, la prosperidad parece estar diluyéndose.
¿La prosperidad del periodo 2002-2011 fue entonces falaz? Una manera de argumentar que un periodo de prosperidad puede ser falaz es mostrar que el ritmo de crecimiento económico posterior al auge provocado por factores exógenos es mucho menor. Sería falaz porque no se sacó provecho al auge, no queda nada de él y se retorna a la normalidad, digamos a la situación previa al auge.
En la era del guano, según cifras del profesor Bruno Seminario, el ritmo promedio de crecimiento del PBI fue de 3,5% anual. Luego, con la vuela a la normalidad, entre 1867 y 1878, año anterior a la guerra con Chile, la tasa de crecimiento se redujo a un modesto 1,1%.
En el caso reciente, la tasa de crecimiento entre 2002 y 2011 fue de 6,% anual. La tasa de crecimiento posterior, del periodo 2012-2015, será apenas un poco más de la mitad. Como no se espera que las condiciones internacionales cambien significativamente, la tasa de crecimiento de los años venideros no debe ser muy distinta de la del periodo 2012-2015.
Tanto en la era del guano, como en el periodo 2002-2011, el crecimiento posterior es mucho menor al del periodo de auge y se parece bastante al de la etapa previa. No pasó nada. Luego del auge volvemos a la normalidad. La prosperidad fue falaz.
¿Qué se pudo haber hecho? Buena pregunta para historiadores y economistas.