"Soy ahora fiel creyente que todos tenemos que identificar nuestras propias herramientas de resiliencia", dice Temple. (Foto: Difusión)
"Soy ahora fiel creyente que todos tenemos que identificar nuestras propias herramientas de resiliencia", dice Temple. (Foto: Difusión)
Inés Temple

“Piensen ahora en uno o dos momentos muy difíciles de sus vidas –nos dijo el facilitador– y anótenlos en su cuaderno”. No estoy para recordar ahora los momentos duros que ya viví, pensé. Como si hubiera escuchado mis pensamientos, insistió: “nadie quiere revivir los tiempos duros, pero son éstos justamente los que nos dejan muchas herramientas de claves para entrenar la resistencia y sobrevivir las siguientes crisis”.

Lo que aprendí en ese entrenamiento me ha servido de mucho. Ante cada crisis o evento de incertidumbre, saco mi “caja de herramientas de resiliencia”, para evitar paralizarme ante el estrés o la angustia y perder toda efectividad. ¿Qué me funciona? Cuidar mucho mi salud emocional y física con disciplina, rutina de sueño, mucho deporte, horas de trabajo ordenadas, comida sana, foco en lo espiritual, espacio para los afectos y la reflexión. Necesito eso para mantener la calma y la buena actitud, poder darle energía a los demás y resolver con eficiencia. También me ayuda mirar las cosas desde otras perspectivas, pedir ayuda cuando la necesito y ponerme, cada noche, en modo de agradecimiento.

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Soy ahora fiel creyente que todos tenemos que identificar nuestras propias herramientas de resiliencia entre aquellas conductas que nos ayudaron a sobrevivir y rebotar después de crisis o pesares anteriores. Y ponerlas en buen uso ni bien se necesiten. Eso ayudamos a hacer a las miles de personas que apoyamos a recolocarse cada año. Perder el trabajo es una de las peores crisis de la vida adulta y la resiliencia, una vez que se desarrolla, ayuda mucho a sobrellevar los cambios con fortaleza de espíritu para ponerse de pie sin perder tiempo ni energía en actitudes poco constructivas. Y para mantener el foco en las oportunidades que el futuro siempre trae.

En más de 130 conversaciones a profundidad que hemos sostenido durante la cuarentena –vía Zoom obviamente– con muchos de los líderes de las y organizaciones más relevantes del país, hemos constatado de primera mano, lo increíblemente resilientes que ellos son. Es esa resiliencia la que –junto con su propósito personal y sus valores, especialmente el respeto a sus equipos– los han mantenido lúcidos y enfocados, dando la cara, empatizando con su gente, y repensando sus organizaciones ante la increíble presión que trae esta vorágine de cambios que estamos viviendo.

Ellos –y ellas– lideran organizaciones que han sido sometidas a situaciones inimaginables hace pocas semanas: algunas han parado del todo, otras que no saben si volverán a operar, otras están ajustándose a trabajar de maneras muy adversas, mientras que otras operan a toda máquina y con enorme intensidad. Y todas, igualmente necesitan personas con nuevas habilidades tecnológicas y humanas, con disposición a aprender más rápido y con una actitud de colaboración y apoyo total, sabiendo que ahora recién empieza la maratón. Es tiempo de personas resilientes, flexibles y adaptables, capaces de despedir el pasado y ajustarse a la nueva realidad con madurez, adaptabilidad, curiosidad y creatividad, para juntos reimaginar el futuro y empezar a crearlo.

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