Un año más pasa. Con todo lo que ha significado el 2019 para cada uno de nosotros, ahora nos preparamos, con mucho entusiasmo, para las celebraciones y los regalos. En el 2009, Joel Waldfogel, profesor de economía de la Universidad de Minnesota, escribió un libro titulado “Scroogenomics” (como referencia al mítico personaje de Charles Dickens en “A Christmas Charol”, Scrooge, de corazón frío y que desprecia la Navidad). La idea central es que la tradición de regalar podría ser poco beneficiosa para la sociedad, ya que no se conoce con certeza qué es lo que hace feliz a las personas. ¿Cuántas veces hemos recibido regalos que nunca hemos usado? El economista calcula un desperdicio por ese afán consumista de aproximadamente US$70.000 millones. Esto sin contar los costos de largo plazo: la deuda que se adquiere con el objetivo de comprar regalos.
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Desde un punto de vista conductual, algunos podrían decir que el costo se compensa por lo feliz que me hace y hago a otra persona, por el hecho simbólico de regalar. Sin embargo, como los psicólogos lo afirman, nos hace más felices comprarnos un regalo a nosotros mismos, que diez que finalmente no se van a usar. Con esto no se quiere decir que nadie regale nada. Debemos pensar en saber qué regalar a quién. El autor del libro menciona que las personas se van dando cuenta de lo extraño y muchas veces incómodo que es regalar o recibir regalos que probablemente no se usen. Por ello es que se han popularizado las tarjetas de regalo, que disminuyen la incertidumbre y otorgan más libertad a las personas que las reciben para adquirir lo que más quieran.
En lo personal, y como reflexión, creo que siempre es mejor dar que recibir. Si no sabemos qué regalar, quizá podemos destinar ese dinero a alguna causa o a alguna familia que seguramente lo apreciará más. Si queremos fortalecer una relación, probablemente los regalos no sean la mejor idea, o mejor dicho, quizá podamos regalarle nuestro tiempo a quien deseamos conocer más. Creo que el desarrollo de las relaciones interpersonales es más provechoso que un intercambio que sucede una vez al año.
Quisiera agradecer su compañía y lectoría a lo largo de este año, y disculparme con los que he ofendido o incomodado. Deseo que pasen una feliz Navidad y, para los que somos cristianos, les recuerdo el cumplimiento de la promesa de Dios: el nacimiento de su hijo Cristo en la Tierra con el objetivo de traer salvación eterna. Que el 2020 sea un año de perseverancia y esfuerzo, con el optimismo de ver a nuestro país retomando reformas importantes que promuevan mejores servicios de salud y de educación, y un inclusivo, flexible y seguro mercado laboral, sobre todo para los jóvenes.