Issam  Abousleiman

Durante las dos décadas previas a la pandemia, el Perú logró una extraordinaria reducción de la pobreza impulsada principalmente por el crecimiento económico, pasando de 59% en 2004 a 20% en 2019.

No obstante, recientes datos del INEI reafirman una tendencia señalada por un informe del Banco Mundial en el Perú: a pesar de los avances, muchas de las personas que dejaron de ser pobres no alcanzaron la clase media. Actualmente, tres de cada diez peruanos son pobres y cuatro de cada diez son vulnerables a volver a caer en pobreza ante cualquier choque de ingresos.

Perú cuenta con un extraordinario capital natural, atractivos turísticos, condiciones externas favorables en tiempos de alta demanda de productos mineros, agrícolas y pesqueros, que le permitirían un potente crecimiento inclusivo y volver a reducir la pobreza de manera sostenible.

Sin embargo, el país enfrenta retos estructurales en infraestructura e inversión con marcadas desigualdades, también está expuesto a choques económicos externos y, a futuro, el crecimiento esperado podría verse deteriorado por el aumento en la frecuencia e intensidad de los desastres climáticos, que ya aumentaron drásticamente entre 2003 y 2022.

La falta de empleo de calidad es uno de los factores determinantes que explica el aumento de la pobreza en las ciudades: hoy en el Perú 73% de los pobres viven en áreas urbanas comparado con 57% en 2019. La pobreza afecta más a mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y afroperuanos quienes enfrenten más barreras para conseguir empleos formales.

Con una economía altamente informal, donde el 84% de los pobres urbanos tiene un empleo precario, el progreso social es extremadamente vulnerable a las desaceleraciones y a los choques adversos.

Estos datos revelan una realidad ineludible: sin un crecimiento económico sostenido y resiliente, impulsado por inversiones productivas y generación de empleo formal en las regiones, la pobreza seguirá siendo un desafío persistente.

Para resurgir fortalecidos, Perú puede implementar una estrategia integral que combine acciones prontas con reformas estructurales. A corto plazo, es crucial fortalecer las redes de protección social y ajustar las transferencias monetarias -como el programa Juntos- tomando en cuenta la inflación. Estas medidas son cruciales para proteger el poder adquisitivo de los más vulnerables y evitar que caigan en la pobreza.

El Estado puede lograr avances en el mediano plazo si impulsa la productividad y la competitividad, facilitando la inversión multisectorial a nivel territorial y brindando mejores servicios en aquellas áreas donde hoy son deficientes. Por ejemplo, urge destrabar inversiones estratégicas en educación, salud, conectividad, agua y saneamiento. Junto con ello, puede dinamizar la economía impulsando reformas clave en pro de la libre competencia e inclusión financiera, entre otros.

La transición hacia una economía verde ofrece una oportunidad para alinear crecimiento, inclusión y sostenibilidad. Perú puede liderar en áreas como ecoturismo y energías renovables. Con políticas basadas en evidencia, más inversiones y consenso social, el Perú puede transformar desafíos en oportunidades hacia un futuro más próspero e inclusivo y cuenta con el Banco Mundial como socio estratégico en esta tarea.

Issam Abousleiman Director del Banco Mundial para Bolivia, Chile, Ecuador y Perú.