El respeto para tratar a todos por igual, con sencillez y amabilidad, es lo que define a los grandes líderes y a sus culturas.
El respeto para tratar a todos por igual, con sencillez y amabilidad, es lo que define a los grandes líderes y a sus culturas.
Inés Temple

Así directo y sin rodeos: he aprendido que pocas cosas son más importantes en la vida como el respeto por el otro. Y respeto dado a todos por igual, en toda circunstancia y lugar, sin distingos de ningún tipo, sin excusas ni excepciones.

En el mundo del trabajo, donde pasamos tanto de nuestro tiempo y donde nuestra identidad y autoestima están tan comprometidas cada día, el lo es todo. Allí somos especialmente susceptibles a lo que podemos asumir como faltas de respeto, discriminación, humillaciones o, por el contrario, el reconocimiento, la valoración y la consideración a nuestra valía y dignidad.

En nuestro trabajo como consultores con organizaciones de toda clase y tamaño, podemos dar fe de las muchas actitudes, conductas y comportamientos de los colaboradores que muestran si sus líderes fomentan verdaderamente una cultura de respeto. Y el liderazgo enfocado en respeto, que empiezan con el ejemplo del líder, se traducen en una cultura de respeto a las personas de todo nivel, edad, género, capacidad o jerarquía. A los mayores, a los más jóvenes, a los más antiguos, los más nuevos o los más sencillos. A los que piensan diferente o aportan distinto valor. A todos.

Las faltas de respeto en el trabajo tienen múltiples manifestaciones evidentes y otras que no lo son tanto y van desde asumir que los demás no tienen memoria y les dicen cosas diferentes cada vez, hasta los que incumplen las promesas hechas o los compromisos asumidos. También es muy irrespetuoso asumir que los demás somos incapaces de pensar por cuenta propia. Otros supervisan tan de cerca que no dejan a nadie actuar por sí mismos, juzgando y criticando, hasta avasallar sus ideas por completo, ¡y a veces, hasta en público!

Nada peor que reírse de los demás o excusarse de hacerlo para “divertir” a la audiencia del momento, o involucrarse en chismes o habladurías sobre la vida privada de los demás, sin detenerse a pensar en los efectos perniciosos de esas conductas.

Hay organizaciones donde equivocadamente algunos comentan sobre cambios que involucran las carreras de otros sin que estos lo sepan primero, o que catalogan a grupos de trabajadores con sobrenombres irrespetuosos que los hacen sentir indeseados cuanto menos. Otras, donde las diferencias en la calidad de las instalaciones entre los distintos niveles jerárquicos son tan grandes que no se puede sino dudar si en realidad valoran a todos.

Falta de respeto es también, por ejemplo, no tomar en cuenta las diferencias generacionales y cómo estas impactan los diferentes esquemas mentales. Hacer un genuino esfuerzo por comprender los paradigmas ajenos y los diferentes marcos referenciales es parte de una cultura de respeto que favorece la interacción promoviendo la diversidad de pensamiento y perspectiva.

El respeto para tratar a todos por igual, con sencillez y amabilidad, es lo que define a los grandes líderes y a sus culturas. Y estas atraen y retienen a los talentos y mantienen a todos comprometidos, productivos y muy enganchados. Y, sobre todo, contentos y con deseos de dar lo mejor de sí mismos.

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