Caroline Gibu

Evelyn es una mujer migrante, de mediana edad, con un padre enfermo a su cargo, una hija “millennial” con la que no conecta, un negocio que inició con su marido hace varios años, y que con mucho esfuerzo mantiene en pie. Evelyn tiene una cita en el área de fiscalización con Deidre, una funcionaria pública que le increpa por no haber traído a su hija a la cita, para que le “traduzca” lo que está explicando sobre las normas tributarias. Paso seguido la funcionaria dibuja un gran circulo negro en una de las facturas, y le indica “esto no se ve nada bien”.

Evelyn es un personaje de ficción y ésta es una escena clave de la película nominada al Oscar “Todo en todas partes al mismo tiempo” pero seguramente más de uno, como yo, ha sentido que la situación le es familiar y cotidiana, que lo descrito le puede estar pasando a cualquiera: al pequeño empresario que sueña con su primera exportación de polos, a la señora de los anticuchos que pasó de su carrito ambulante a un restaurante o la asociación de voluntarios que realiza actividades de ayuda social.

"Y a pesar de los esfuerzos de modernizar, digitalizar e interconectar las distintas partes de este todo, muchas veces sentimos que existen mundos paralelos, multiversos con realidades alternas en donde unos salen más favorecidos que otros, aun teniendo los mismos derechos ciudadanos"

Caroline Gibu, Directora Ejecutiva de Ciudadanos al Día

Y la escena puede repetirse no solo ante el pago de impuestos: el Estado es también “un todo en todas partes al mismo tiempo”. Esta presente en nuestro ciclo de vida, desde que nacemos hasta que morimos, en la educación y en la salud - como nos ha demostrado la reciente pandemia - cuando abrimos un negocio, tenemos una disputa, ante un delito o compramos un mototaxi, un auto o una casa; cuando viajamos y celebramos el carnaval o un festival de marinera. Y a pesar de los esfuerzos de modernizar, digitalizar e interconectar las distintas partes de este todo, muchas veces sentimos que existen mundos paralelos, multiversos con realidades alternas en donde unos salen más favorecidos que otros, aun teniendo los mismos derechos ciudadanos. Alguna vez escuché que tratar de ser formal en el Perú, es como caer en un agujero negro del que nunca saldrás.

Pero no todo está perdido. En la película, la funcionaria Deidre, que no es corrupta pero sí exigente en su trabajo, finalmente siente empatía por la situación de Evelyn y le dice que puede presentar todo el papeleo nuevamente al día siguiente, con las correcciones necesarias. Y de eso se trata la excelencia en la gestión pública, de entender al otro y ayudarle a mejorar su bienestar, ofreciéndole alternativas legales y actuando con integridad y perspectiva. Eso no lo hace el ChatGPT ni ninguna tecnología por si sola. Este cambio lo hacemos los seres humanos. Por ello, apostar por la meritocracia, la revisión de procesos con calidad regulatoria y la atención orientada a las personas entendiendo nuestra diversidad, debe ser siempre una prioridad para cualquier gobierno democrático.

Termino este artículo con la esperanza que Michelle Yeoh se convierta en la primera mujer asiática en ganar el Oscar a la mejor actriz por interpretar a Evelyn de una forma intensa y frágil, pero además para generar un referente de que el cambio es posible. De eso se trata también los premios.

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