Alberto Goachet

Varios años antes de la pandemia recuerdo que cada vez que iba a las oficinas de mi cliente Movistar me sorprendía al ver en sus paredes afiches donde invitaban a sus colaboradores a tomarse un día a la semana para trabajar desde casa. ¿Qué? ¿Están locos? ¡Van a estar viendo Netflix en lugar de trabajar! Sonaba inverosímil y ni se me pasaba por la mente como una opción interesante para la agencia en la que trabajo. Bien por Movistar, pero mejor seguimos como siempre por esta orilla.

Y llega marzo del 2020 y esa iniciativa dudosa, la cual estaba a millones de kilómetros de distancia de consideración, llegaba como la única forma de sobrevivir frente a una cuarentena forzada de manera indefinida. En menos de 24 horas, las casi 200 personas de la agencia estaban listas para trabajar, no un día a la semana, los cinco días, y hasta a veces los siete. Todo el ecosistema alrededor de la comunicación publicitaria se adaptó y funcionó…con sus pasivos. Presentar ideas creativas por Zoom frente a una audiencia de cámaras apagadas no es el mejor escenario para vender una campaña. Es lo más frío y “mata ideas” que puede haber.

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Desde mi punto de vista fue un logro gigantesco el haber seguido funcionando durante el enclaustro forzado de meses y meses, pero vino acompañado de un impacto en la calidad de las estrategias y la creatividad que bajaron de manera dramática. Y así como pasa con diferentes sectores comerciales, creo que la industria publicitaria aún no regresa a los niveles pre-pandemia.

Durante los 4 años que han pasado, el péndulo del trabajo ha ido regresando del remoto a su sitio original, lapresencialidad. Hasta en Sillicon Valley, la meca del mundo digital, Apple, Google y Meta también van en ese camino. Por nuestro vecindario tanto clientes como agencias, estamos en formato híbrido, pero con la gran duda de cuánto es el porcentaje adecuado de uno u otro.

En el caso de la agencia, no ha sido fácil pero ya estamos con 4 días de presencialidad y uno remoto. De alguna manera creemos que, tal cual el primer afiche que vi en las oficinas de mi cliente, un día a la semana es la dosis correcta de trabajo virtual.

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Con clásico formato comparativo entre marca 1 y 2, el resultado de este ‘side by side’ nos da el siguiente resultado a favor de ir a trabajar la mayoría del tiempo:

La relación entre las personas es mucho más cercana y colaborativa. El sentido de trabajo en equipo se fortalece y se vive.

Se hace mucho más eficiente la supervisión del trabajo y el ‘coaching’. Sumarse a una reunión para aportar, darle una mirada a un trabajo en desarrollo y soltar una sugerencia, sólo es posible si estamos juntos en un mismo espacio. Inclusive el poder recibir a alguien que te toca la puerta y que te dice: “¿tienes un minuto?” no tiene precio, y no tiene el mismo efecto en un Whatsapp.

Luego de ser lo opuesto por mucho tiempo, hoy ya varios estudios han demostrado que la productividad en la presencialidad es más alta. Y, la motivación por ir a trabajar también.

La calidad del producto estratégico y creativo es superior cuando se hace cara a cara, con discusiones e intercambios de ideas de manera dinámica y colaborativa y no frente a cámaras, muchas apagadas, y escuchando una y otra vez “hey, estás en ‘mute’” o “díganme si ya se ve mi pantalla”.

El clima laboral, la cultura de una compañía, necesita de la interacción personal, presencial, casual, imprevista, donde vivan y respiren los mismos valores. La virtualidad va erosionando la razón que nos hizo ir a una empresa, los valores que nos inspiraron a elegirla como lugar de trabajo.

Sam Altman, CEO de OpenAI, creador de Chat GPT dijo: “El experimento del teletrabajo terminó”. Creo lo mismo. Aprendimos mucho. Dejémosle el espacio que se merece, pero regresemos a la normalidad, a la calidad, a la pasión y amor al llegar al lugar donde trabajamos en lo que nos gusta, con gente que nos cae bien.

Alberto Goachet, Co-CEO de Fahrenheit DDB.

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