El limitado acceso a la educación superior y técnico-productiva es una variable relevante para el desarrollo económico. Solo tres de cada diez jóvenes peruanos que terminan la educación secundaria acceden a la educación superior. De ellos, dos optan por ingresar a una universidad (ya sea pública o privada) y el otro a algún instituto o centro de educación técnico-productivo. Los siete restantes intentan insertarse al mercado laboral sin preparación previa.
¿A quiénes representan estos tres jóvenes que acceden a la educación superior? Si dividimos a la población en quintiles de riqueza, podemos observar que, en el quintil de hogares con mayor riqueza, aproximadamente la mitad de los jóvenes transitan de manera inmediata de la educación básica a la superior. No obstante, en el quintil de hogares más pobres, sólo dos de cada diez jóvenes logran esta transición. Así, las condiciones iniciales de los hogares serían una gran limitante para el acceso a la educación superior, independientemente del tipo que ésta sea (superior o técnica).
MIRA: La brecha persistente entre la educación superior y el empleo, por Gustavo Yamada
EDUCACIÓN SUPERIOR Y MERCADO LABORAL
Si bien se espera que los programas de educación superior se alineen con las necesidades del sector productivo, esto no necesariamente sucede en el caso peruano. Los datos muestran que, mientras los jóvenes mantienen preferencias por educación superior universitaria, las empresas tienen mayor demanda por personal técnico. En 2018, la Encuesta de Demanda Ocupacional mostró que, de 100 vacantes de empleo, 32 estaban dirigidas a egresados de educación superior. De estos, sólo 6 eran para egresados universitarios y las otras 26 se dirigían hacia personal técnico o técnico-productivo.
¿Esto representa un problema? Pues sí. Cada año, decenas de miles de jóvenes salen de las universidades buscando mejores oportunidades, tanto para ellos como para sus familias. Sin embargo, se encuentran con un mercado que requiere de otras habilidades, como aquellas relacionadas con la Educación Superior Técnico-Productiva (ESTP). Así, gran parte de estos jóvenes terminan en subempleo o, lo que es peor, en el desempleo.
En ese sentido, queda clara la necesidad de fortalecer la ESTP, especialmente la oferta referida a la educación técnico-productiva. Esta alternativa educativa está orientada al desarrollo de competencias laborales y empresariales que respondan directamente a la demanda del sector productivo, así como a las necesidades educativas de los estudiantes en sus respectivos entornos. De esta manera, una vez que los estudiantes conozcan y entiendan las ventajas que ofrece esta alternativa, podrán optar más por ella, incrementando así, sus posibilidades de inserción en el mercado laboral.
Ahora bien, alinear demanda y oferta no es tan sencillo, pues se requiere una mayor inversión y un cambio en la distribución del gasto público en educación superior. Sobre lo primero, según cifras del Ministerio de Educación (MINEDU), en 2017, el gasto público por estudiante de educación terciaria (superior y técnico-productiva) como porcentaje del PBI per cápita fue de 11% en Perú, monto que representa aproximadamente la mitad del gasto realizado por países como Chile y Colombia (ambos bordean el 20%). Sin embargo, incrementar el gasto público es un reto importante, debido a las limitaciones del presupuesto por la baja recaudación tributaria.
En cuanto a la distribución de este gasto, en el 2019, el 73% se destinó a la educación universitaria, 21% a la superior en otros niveles (tecnológica, pedagógica y artística); y solamente el 6% a la técnico-productiva. Claramente, la distribución responde directamente a la demanda de cada alternativa tal y como se observa en la pirámide invertida del gráfico. Lo anterior resalta la urgencia en el Sector Educación para impulsar una mayor inversión en otros niveles de educación superior y técnico productiva, así como el refuerzo del presupuesto existente en todos sus niveles, con miras a garantizar la mejora continua de la calidad educativa de la educación superior y técnico-productiva, en sintonía con el mayor desarrollo del capital humano que requiere el país.
ENFRENTAR LA SITUACIÓN
En respuesta a este problema, en agosto, el Minedu aprobó la Política Nacional de Educación Superior y Técnico-Productiva (PNESTP). Esta tiene como objetivo incrementar el acceso a la ESTP de forma equitativa y diversificada hacia el 2030 y así flexibilizar las trayectorias educativas, de modo que se adapten a las necesidades de la población y del mercado laboral. Para lograrlo, se movilizarán recursos para mejorar no solo la calidad de toda la educación superior, sino también para reforzar la tan demandada educación técnico-productiva, homogenizando los niveles de calidad, atrayendo a profesionales especializados a la docencia y promoviendo el desarrollo de la investigación e innovación.
Frente a la pandemia, esta política se hace más necesaria, pues es crucial asegurar que cada alternativa de ESTP tenga las condiciones básicas de calidad y garantizar la continuidad del servicio educativo a través de la transformación digital. De este modo, se podrá mitigar la deserción en la educación superior mediante instrumentos de apoyo económico, académico y/o psicopedagógico; así como mejorar sus competencias para una correcta inserción al mercado laboral. En estas épocas de gran inestabilidad política e incertidumbre, resulta crucial la continuidad de este tipo de iniciativas que apuntan a la reducción de brechas y al desarrollo inclusivo tan necesario para el país.
*Este artículo ha sido escrito con Gonzalo Bueno, Jesús Gutiérrez y miembros de la Secretaría Técnica de la PNESTP.
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