David Tuesta

El WaykiEconomics se caracteriza por la sesión casi absoluta de la conducción de la economía por parte del Ejecutivo a los “grandes amigos” que este tiene en las diferentes bancadas políticas; amigos a los que la presidenta llama de cariño, en quechua, sus waykis. La gestión económica que realizan los waykis se basa en la aplicación de medidas irresponsables, populistas y personalistas. Estas, además, vienen dotadas de una fuerte dosis de patanería y soberbia, imponiendo sus caprichos a pesar de las observaciones que les plantean reiteradamente las instituciones técnicas más respetadas del país, como el Banco Central, la SBS o el Consejo Fiscal.

Ejemplo recientes de lo que significa el fenómeno del WaykiEconomics se revela en la aprobación por insistencia de la Ley de ingreso a la carrera magisterial de profesores cesados, que se ha constituido en todo un martillazo a nuestro deplorable capital humano.

Otras muestras son las facilistas leyes del séptimo retiro anticipado de los fondos de AFP y el acceso al 100% de la CTS.

Y vemos con preocupación, más iniciativas que están esperando en fila, como los diferentes proyectos que dan bendición a la minería informal; la probabilidad de aprobarse la eliminación de las comisiones por transferencia -generando mayor exclusión financiera como lo hizo el control de tasas de interés-; o, el proyecto de Ley que busca que el empleador aporte 4% a las pensiones sin reparar en los elevados costos de contratación que enfrentan la medianas y pequeñas empresas. Incluso el Ejecutivo se suma a la comparsa, anunciando la posibilidad de actualizar la Remuneración Mínima Vital en la segunda mitad del año. Todo en conjunto, condenando al país a la informalidad eterna.

A diferencia de “la mano invisible” con el que Adam Smith describía el funcionamiento del libre mercado, en el caso del WaykiEconomics destaca una mano impunemente visible y llena de mugre, que no tiene el menor pudor en imponer sus deseos en terrenos, como por ejemplo, el incremento del gasto público y el de los niveles de endeudamiento que vienen haciendo flaquear la credibilidad de la política fiscal. Y en la misma línea, han tenido un papel lamentable, al imponerle al Ejecutivo su negativa para renovar el mandato del presidente del Consejo Fiscal, como se ha conocido recientemente.

En este contexto de debilidad evidente que tiene el Ejecutivo, en el que la cancha de la política económica ha sido abandonada por este, es muy difícil pensar en un futuro distinto al del continuo deterioro. ¿Será el reciente pedido de facultades legislativas el salvavidas que evite un mayor hundimiento? Veamos que opinan los waykis. ¡Qué desastre!

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