Leí hace poco que el gigante de tiendas Walmart convertirá 160 de los inmensos parqueos de sus tiendas en autocines. Y no pude sino sonreír de sorpresa y admiración. ¡Qué creatividad, qué flexibilidad, qué velocidad para adoptar nuevas ideas! Qué brillante solución a algunos de los retos que por la crisis enfrenta ese sector, pensé.
Pero, confieso que casi de inmediato dudé: ¿cómo puede una organización así de grande innovar con esa velocidad? ¿Será verdad? Hay tanta noticia falsa. Pero rápidamente recordé que flexibilidad y capacidad de adaptación al cambio son dos de las características más evidentes de la inteligencia y la “juventud” de personas y organizaciones. Y claro, no por nada Walmart es el mayor retailer del mundo: tiene ese ADN que los lleva a explorar otras perspectivas, arriesgarse a innovar, y vencer las barreras internas que tratan de frenar lo nuevo, lo no conocido ni “seguro”.
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Así como me sentí inspirada por este despliegue de talento –y de otros tantos que hemos visto últimamente que se reinventan, adaptan y salen adelante–, de inmediato pensé en si habría algo que podría estar frenando mi capacidad para avanzar. ¿Será que sigo en modo “sobrevivencia”, aferrada aún a mantener lo que queda de “antes” de la crisis? ¿Me está costando dejar ir esa “idea” de cómo tienen que “seguir siendo” las cosas? ¿Estoy ya mirando con ilusión y entusiasmo esas nuevas metas y objetivos que empiezan a surgir como luces al final del túnel?
No son preguntas fáciles de responder. Pero sí es claro que toca salir de una vez por todas del modo mental “solo estoy sobreviviendo”, sin descuidar las debidas medidas sanitarias. Y para eso, quizá uno de los mayores retos es sacudirnos del dañino efecto que tienen en nosotros esos discursos tan negativos que la gente repite sin cesar, sin siquiera pensar en el impacto de sus palabras.
En mi trabajo lo vemos a diario con quienes llegan enviados por sus exempresas para que los ayudemos a recolocarse. Llegan convencidos de que ante la magnitud de la crisis es un hecho que no hay trabajo y que no podrán recolocarse en ningún lado deseable. Pero cuando ven las fotos y los testimonios de quienes, por increíble que suene, sí se recolocan, incluso durante la cuarentena, sienten por fin algo de esperanza. Y esa esperanza los inspira a cambiar de actitud y a trabajar muy duro para abordar el mercado de trabajo con nuevos bríos. Desarrollan una oferta de valor mejor definida y muchas veces más audaz e innovadora, creando su deseado circulo virtuoso.
Esas transformaciones de actitud me inspiran a encontrar respuestas a mis dudas: son mi ejemplo diario de lo que la fuerza del espíritu humano es capaz de hacer cuando recobra su fe en sí mismo y su garra para sobreponerse, con flexibilidad y aceptación al cambio. Y cuando salen tras nuevos y mejores sueños, también siento nuevas ganas y más fuerzas para volar más alto y más lejos, sin mirar atrás, como ellos.
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