Todo indica que estamos en la recta final de converger en una propuesta de reforma de pensiones en el Perú. Desde hace algunos meses hemos visto la circulación de varias iniciativas e ideas desde el Ejecutivo, el Congreso, el sector privado y expertos. Sin embargo, el ingrediente que le falta a la mayoría de estas es una aproximación integral al álgido problema de la informalidad en el Perú y a las soluciones que permitan que este segmento tenga la posibilidad real de ahorrar y asegurarse frente a los riesgos que todos enfrentamos durante el ciclo de vida: enfermarse, morir, perder el empleo y pobreza en la vejez. Todos estos riesgos, que solemos agruparnos bajo el concepto de protección social o simplemente pensiones frente a estos riesgos, es todo un lujo en el Perú, ya que su acceso está restringido al 20% de la PEA.
Decir que se quiere atender el problema de las pensiones para los trabajadores informales usando transferencias del Estado de manera ex -post (por ejemplo, con Pensión 65), o ex – ante, (por ejemplo, mediante un adelanto de capital a los peruanos entre los 0 y 16 años) serán sólo ligeros mitigadores para un fenómeno inmenso que no podrá resolverse con “pastillitas” o “jarabe”. Cualquiera de estas dos iniciativas, para que hagan mínimamente la diferencia, requerirán una inyección de recursos públicos importante, que serán difíciles de conseguir.
Claro está que la solución al problema de la baja cobertura pensional en el país recae fundamentalmente en que se mejore nuestra productividad, lo cual tomará tiempo. Pero esto no significa que no se plantee una reforma que implemente desde ya opciones realistas para que el actual segmento informal canalice eficientemente los ahorros que están disponibles, pero orientándolos hacia un mayor plazo de cara a ir atendiendo el riesgo de pobreza en vejez. Como ya se viene observando en varios países, esto se puede lograr con soluciones sostenibles, seguras, inclusivas y empoderadoras. Para ello, un primer paso es entender bien las barreras de oferta y demanda que limitan su potencial. ¿Cuáles son estas barreras?
Por el lado de la demanda, el desarrollo de un sistema de pensiones para el segmento informal encuentra las siguientes barreras: (i) shocks financieros debido a accidentes, enfermedades, entre otros, que agobian al trabajador informal que se ve obligado a endeudarse o utilizar sus pocos excedentes; (ii) Intermitencia o poca predictibilidad en el flujo de ingresos que no permite, por ejemplo, que se ahorren montos pequeños de manera diaria o semanal; (iii) problemas de miopía, bajo conocimiento y desconfianza.; (iv) el sector informal en las economías en desarrollo es extremadamente heterogéneo en términos de ocupaciones, demografía e ingresos; (v) analfabetismo digital que complejiza el uso de adaptarse fácilmente a cualquier programa o app en el mercado; (vi) la exclusión de las mujeres quienes son más vulnerables a la pobreza en la vejez que los hombres
Por el lado de la oferta, se aprecian varias barreras que impiden lograr la cobertura de pensiones entre los trabajadores del sector informal. (i) problemas de tecnologías heredadas (legacy) construidas originalmente para administrar los ahorros obligatorios de los empleados asalariados; (ii) ecosistema fragmentado de inclusión financiera, es decir, no obstante existir la infraestructura de finanzas digitales subyacentes con identificaciones nacionales digitales, pagos móviles, alcance nacional de terceros y fondos de pensiones y aseguradoras bien regulados, este ecosistema generalmente está fragmentado y no se une automáticamente para permitir a los ciudadanos ahorrar para la vejez; (iii) modelos de ventas de finanzas que sólo se dirigen a los segmentos de mayores ingresos, pues los trabajadores de bajos ingresos les resulta poco atractivos financieramente y es muy costoso llegar a ellos; (iv) fricciones regulatorias que las entidades financieras se ven obligadas a cumplir pero que terminan expulsando a los clientes de bajos ingresos.
¿Qué hacer entonces? En principio, todas las piezas del ecosistema para abordar exitosamente el problema de la baja cobertura pensional están en el Perú: (i) red de gestores de fondos de pensiones, gestores de portafolios, bancos, microfinancieras, y aseguradoras en busca de nuevos mercados; (ii) adopción acelerada de pago; (iii) avance en el DNI electrónico que permite la interconexión con sistemas diversos; (iii) penetración móvil casi universal; (iv) un bono demográfico amplio de trabajadores con capacidad para ahorrar que no se debería desaprovechar; (v) networking diversos de carácter social, laboral y financieras, donde el sector informal ya interactúa y puede empezar a generar escala a este mercado; (vi) políticas públicas y regulatorias solventes que pueden y deben seguir adaptándose. Para integrar todas esas piezas se requiere una amalgama que puede ser alcanzado incorporando el uso de plataformas tecnológicas; y, productos previsionales flexibles adaptados a la realidad de este segmento informal que requiere un único producto que integre ahorro a largo plazo, el ahorro a corto plazo y un seguro múltiple flexible. Se tiene que entender la realidad que enfrentan y acercarles el producto que necesitan.
Algunos países, como Ruanda, India y Kenia, han abordado con éxito estos desafíos mediante el despliegue de plataformas tecnológicas de administración y prestación de pensiones, lo que ha dado lugar a una reducción considerable de los costos de transacción. Por ejemplo, dentro de los cuatro años posteriores a su lanzamiento, el plan de micropensiones EjoHeza de Ruanda, ha logrado casi 3 millones de suscriptores voluntarios (la mitad de los cuales son mujeres) que representa el 50% de los trabajadores informales en ese país. De ellos, 2,4 millones de suscriptores están ahorrando regularmente y han generado colectivamente más de RwF 50 mil millones en nuevos ahorros a largo plazo. En otro tanto, India, que lanzó su Sistema Nacional de Pensiones (NPS) para funcionarios públicos en 2004, y extendió el mismo plan de forma voluntaria a todos los demás ciudadanos en 2009, ha logrado aproximadamente 20 millones de suscriptores y activos gestionados de más de USD 110 mil millones.
Un programa de pensiones digitales para los trabajadores informales con una plataforma tecnológica integradora y vinculado a un DNI electrónico, reduce drásticamente los costos de transacción de ofertantes y demandantes. Así, sobre una solución financiera de ahorro privado en marcha, es ya mucho más fácil empezar a definir, si se quiere, transferencias graduales del Estado, ya que serían sustancialmente menores a las aproximaciones ex - post y ex - ante comentadas. Se pueden pensar, por ejemplo, en programa de co-coparticipación desde el Estado. Incluso se puede pensar que voluntariamente los empleadores decidan aportar a la cuenta de ahorro privado de pensiones de su trabajador, como podría suceder en espacios como el de nuestros trabajadores domésticos, guardianes, cuidadores, enfermeros, y otro tipos de servicios valiosos que se reciben en casa. Y todo a través de un teléfono celular.
Sabiendo que la informalidad en el Perú es dominante, sería completamente de locos que la propuesta de reforma de pensiones oficial que finalmente tome cuerpo no hable de una solución que haga posible un esquema de ahorro realista y flexible para el segmento informal. Para que el sistema de pensiones se legitime ante la sociedad se requiere que sea democrático, no sólo dando transferencias ex – post o ex - ante a los jubilados, sino dándole la oportunidad de ahorrar. Es decir, la posibilidad de que el emprendedor peruano deje de ser visto como un ciudadano que sólo quiere dádivas, sino que quiere y puede construir su futuro ahorrando. Un acceso que hoy increíblemente está cerrado regulatoriamente.
El sistema de pensiones debe dejar de ser una solución para muy pocos. Espero, quizá ingenuamente, que nuestros hacedores de política finalmente aborden este tema con seriedad, y no pretendan “seguir haciendo lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes”.