La exportación de capsicum, que incluye el pimiento dulce, páprika, rocotos y ajíes, superaron los US$238 millones en el 2017. (Foto: USI)
La exportación de capsicum, que incluye el pimiento dulce, páprika, rocotos y ajíes, superaron los US$238 millones en el 2017. (Foto: USI)

El mercado peruano, hoy en día, no representa más del . Para tener una idea general acerca de nuestra atomicidad macroeconómica, refresquemos algunas cifras.

Hoy las distancias son casi infinitas frente al 18% de participación de China en el mercado mundial, al 15% de Estados Unidos y al 7% de India. Ahora bien, dentro de América Latina los dos grandes son, sin duda, Brasil y México; a pesar que estas economías juntas no llegan ni al 4% de la producción mundial, son más de 10 veces la dimensión de Perú.

Finalmente, dentro de la Alianza del Pacífico, somos aún la economía más pequeña dado que Colombia dispone de una producción anual que duplica a la peruana y Chile nos aventaja en más de un tercio.

La conclusión obvia y reiterativa en estas circunstancias es simple: dada nuestra limitada dimensión somos muy dependientes de lo que acontezca en el mundo globalizado y, por ello, se piensa que no somos importantes en el proceso de determinación de precios de a nivel internacional. Pienso que ha llegado el momento de ir revisando - sin mayor carga dogmática - este tipo de conclusiones por años difundidas y tomadas como válidas casi axiomáticamente.

Primero, debemos considerar que cuando una economía como Perú dispone de fundamentos asociados al respeto básico de las reglas del libre mercado y disciplina económica, esa dependencia derivada de su tamaño macroeconómico se diluye.

Ello quedó demostrado, por ejemplo, en la crisis internacional iniciada en septiembre del 2008 donde nunca entramos a un proceso recesivo abierto y donde nuestra banca - a la que años previos en la SBS empujamos a desempeñarse contracíclicamente con holgura patrimonial – mostró una fortaleza nunca antes vista.

Segundo, a pesar de nuestro escaso dimensionamiento, sí disponemos de una participación relevante en ciertos mercados estratégicos a nivel global. Por ejemplo, en minería nos ubicamos dentro de los seis productores más grandes del mundo en cobre, oro, plata, zinc, plomo. En materia pesquera, somos el más importante productor de harina de pescado del orbe.

En materia agraria, Perú es prácticamente el principal exportador del mundo de espárragos, alcachofas y arándanos, además de estar dentro de los diez más importantes en materia de producción de uvas, paltas, mangos, entre otros. En dichos mercados, claro está, no somos proveedores pequeños.

Tercero, el empresario peruano del siglo XXI debe tener como objetivo de su mercado al mundo. A buena hora que nuestra riqueza natural nos permite disponer, a nivel internacional, de los menores costos de extracción de cobre, calidad sobresaliente en nuestra harina de pescado y la más alta productividad mundial agroexportadora en espárragos, mangos, paltas, uvas. Ahora le toca a nuestro empresariado, con un portafolio mucho más ambicioso, ampliar su presencia en el mundo y le toca al Estado dotarlo de infraestructura para poder ampliar fronteras.

Claro está, trascender al 0,3% de la producción mundial también demandará una reforma integral del Estado, generar institucionalidad sin camuflajes, reducir nuestro déficit en infraestructura y emprender el camino a reformas estructurales pendientes. Alguien tendrá que hacerlo. El 99,7% del mercado del mundo nos espera.

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