La semana pasada varios distritos de Lima se quedaron sin agua. No es novedad. Lo viven muchos peruanos del interior del país todos los días. La razón es una mezcla de tres factores: falta de inversión, mala gestión y corrupción. La solución también la conocemos: promover la participación privada en estas empresas estatales. El obstáculo para ello es, una vez más, la falta de liderazgo político.
El ministro de Vivienda tenía un plan para ir directo a la yugular del problema: abrir parte del accionariado de Sedapal a la participación privada, pero fracasó. El presidente Ollanta ‘arrugó’. Lo mismo ocurrió en los años 90 con Fujimori. Puro cálculo político, nada de análisis técnico.
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Debido a que la participación privada en agua es “políticamente inviable”, se ha ideado un esquema al que las empresas de saneamiento se acogen voluntariamente (¡solo se han presentado dos!) y que, luego de un diagnóstico, se determinará si conviene que continúen siendo públicas, mixtas o privadas. Se ha tenido que optar por un larguísimo camino que nos conducirá a lo mismo: la imperiosa necesidad de incluir al sector privado en la gestión de estas empresas.
La gestión de las empresas de agua no tiene por qué ser del Estado. En el Reino Unido las empresas de agua potable y alcantarillado son privadas desde hace más de treinta años. No solo eso, han pasado de manos de capital británico a manos de fondos de inversión en infraestructura provenientes de varias partes del mundo.
No creo que a los ingleses les hayan cortado el agua por varios días, o que tengan agua solo pocas horas al día, o que el agua que beben no sea potable, como sí nos pasa a los peruanos por culpa de nuestras ineficientes empresas públicas y políticos mediocres.
“Es que no somos ingleses, pues”, dirá algún acomplejado detractor. Bueno, y qué hay de Chile, entonces. Sin ir tan lejos, en el país vecino estas empresas de agua son privadas y tienen un mejor desempeño que las peruanas.
Pero si quieren más ejemplos, es preciso recordar que las empresas eléctricas que operan en el Perú son, en gran medida, privadas. No solo eso, hoy estas empresas tienen una mezcla de capitales peruanos (plata de nuestra jubilación administrada por las AFP) y extranjeros.
Lo importante no es la nacionalidad del capital sino la gestión de la empresa en beneficio de los ciudadanos. ¿Por qué no podemos tener derecho a la misma agua que toman los ingleses o los chilenos?