(Foto: El Comercio)
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ha reemplazado a Fernando Zavala en el poderoso Ministerio de Economía y Finanzas (), justo cuando el contexto internacional para el Perú es el mejor de los últimos años. Buenos tiempos, Claudia.

Nuestro país es muy pequeño, 0,3% del PBI mundial, y bastante abierto. Por lo tanto, la importancia de los factores externos en su destino es muy grande. En un trabajo reciente (Mendoza y Collantes, 2017), se ha encontrado que en el período 2001-2016, el 67% de lo que pasó con las fluctuaciones de nuestro PBI se explicó por la economía mundial. O sea que una parte importante de lo que pasa con nuestra economía no tiene que ver con lo que hacemos, sino con la buena suerte.

Por eso, para nuestra economía, más importante que saber quién va a ser el presidente de la República en el 2021 o si se va a cerrar el Congreso, es conocer cuál será el comportamiento del precio de nuestras exportaciones en los próximos años.

¿Cómo le va a la economía mundial? Muy bien. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial crecerá 3,5% este año y 3,6% en el 2018, las tasas más altas desde el 2011, mientras que el PBI de América Latina y el Caribe, que se cayó en 1% en el 2016, subirá en 2% el próximo año. Nada mal.

Como resultado, nuestra suerte ha cambiado. Entre enero del 2016 y agosto último, el precio del cobre, nuestro principal producto de exportación, ha subido de US$2 a casi US$3 la libra, un alza de casi 50%. Y el precio del zinc se ha duplicado en el mismo período, y entre enero del 2016 y julio último el índice de precios de nuestras exportaciones ha subido en casi 20%.

Cuando suben los precios de las exportaciones, la tarea del MEF y del Banco Central de Reserva del Perú (BCR) se hace más fácil. La economía crece; la inversión privada también, como espuma; el precio del dólar se cae, por lo que la inflación se mantiene baja; y el BCR acumula reservas internacionales sin ningún problema. Además, crece la recaudación del Impuesto a la Renta minera, por los mayores precios de las exportaciones y, en consecuencia, la presión tributaria, talón de Aquiles de la actual administración, también puede recuperarse. Cuando el sector externo mejora, todos podemos estar felices. Es como un lonche gratis.

La recuperación que se observe hacia adelante, entonces, impulsada por la inversión pública, los gastos de reconstrucción y la construcción de la infraestructura para los Juegos Panamericanos, será potenciada por este poderoso efecto buena suerte. En esta coyuntura, incluso la reciente reducción de la tasa de interés de referencia del BCR ya resulta extemporánea. Muy tarde. ¿O sea que todo está bien, y ya no hay nada que hacer? No necesariamente. Hay tres problemas que pueden presentarse.

Primero, en el caso de que la suerte nos acompañe por bastante tiempo, algunas políticas que estaban preparándose, como aquellas impulsadas desde el MEF para elevar la presión tributaria, pueden pasar a mejor vida, dado que ya no aparecerán como indispensables. 

Segundo, nada garantiza que esta recuperación de precios internacionales se sostenga por bastante tiempo. Por último, en cualquiera de los dos escenarios anteriores, sigue vacía la respuesta a la pregunta: ¿Cuál será el motor del crecimiento económico que reemplace a la minería a partir del 2020?

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