El abrupto derrumbe del precio del petróleo ha aliviado a los países importadores de hidrocarburos y estresado hasta el límite a los exportadores netos, como Venezuela y Rusia, que basan su economía en la venta del oro negro. Perú, que importa este recurso para cubrir sus necesidades de combustible, pero aspira a ser también exportador neto, ¿en qué posición se encuentra?
El consenso general indica que la caída de la cotización del petróleo es beneficiosa para el país por los ahorros que generará al erario público y a los consumidores finales de combustibles, por ejemplo. Pero habría varios bemoles.
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Beatriz Merino, presidenta de la Sociedad Peruana de Hidrocarburos, es consciente del influjo benéfico de esta nueva coyuntura.
“En el 2013, nuestro país gastó US$3.355 millones en importar petróleo. Si el precio sigue a la baja, como parece que seguirá, el próximo año podremos ahorrarnos la mitad de ese dinero y los consumidores de gasolina y diésel se beneficiarán con un precio menor de los combustibles, así como las industrias cuyas maquinarias funcionan a diésel”.
Waldo Mendoza, director del Banco Central de Reserva del Perú, es más categórico. Él sostiene que la caída del precio del petróleo es una bendición, que se hará efectiva cuando el Ejecutivo traslade íntegramente la reducción del precio mundial a los precios locales de los derivados.
Esto se viene consiguiendo con gran dificultad desde fines del año pasado, merced a la rebaja del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) por parte del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).
Sin embargo, son varios los especialistas petroleros que consideran que este es un expediente lesivo para la recaudación, pues habría sido implementado para no afectar los márgenes de las refinerías, particularmente, de Petro-Perú, que debe pagar la costosa modernización de la refinería de Talara con la venta de combustibles.
Según este razonamiento, la caída del precio del petróleo va a ser perjudicial para el país por su impacto en la tributación.
Beatriz Merino advierte este efecto negativo. “Nadie ha señalado lo que vamos a perder en regalías e impuestos. No hay que olvidar que más del 80% de los ingresos por regalías en el Perú provienen del sector hidrocarburos”, apunta.
Las consecuencias de esta merma se sentirán fuertemente en las regiones petroleras, como Tumbes y Piura, que cobraban US$15 por el barril de petróleo por concepto de canon cuando el precio estaba a US$100. “Ahora cobrarán US$7, es decir, la mitad”, explica Carlos Gonzales, consultor en hidrocarburos.
FUERTE IMPACTO
El golpe más duro lo recibirá, empero, la actividad exploratoria. “Lo primero que recortan las compañías petroleras cuando hay una baja de precio es la exploración, el personal y la capacitación de profesionales petroleros. Si antes estábamos en crisis con altos precios, ahora estaremos peor”, señala Víctor Sanz, profesor de geología de la UNI.
Según Perú-Petro, la inversión en exploración de hidrocarburos registró US$500 millones el 2013 y el 2014, después de bordear los US$800 millones en el 2012. Todo apunta a que este año el resultado será mucho más insatisfactorio.
Carlos Gonzales aconseja, por ello, revisar los términos de contratación petrolera para incentivar a las compañías de hidrocarburos a explorar en el país. En esto disiente con la posición adoptada por Perú-Petro, que lanzó a mediados de diciembre una licitación de siete lotes exploratorios en la selva (la primera desde 2010), con una regalía mínima de 20%.
Las últimas subastas exploratorias imponían una regalía base de 5%. Luis Ortigas, presidente de Perú-Petro, sostiene que el aumento a 20% es necesario para pagar el canon petrolero, que equivale al 18,75% del valor de la producción.
Sin embargo, los especialistas del sector consideran que la subasta ocurre a destiempo y que la nueva regalía disuade a los inversionistas.“Las licitaciones deben ser solo por oferta técnica, sin tocar las regalías, y se debe volver a aplicar la norma que impone la regalía de 5%. De lo contrario no habrá garantía de éxito”, indica Gonzales.
PROYECTOS EN RIESGO
Álvaro Ríos, socio director de Gas Energy, considera que el castigo que el hundimiento del precio del petróleo está dando a los exportadores netos (como Venezuela, Ecuador y Bolivia) debe servir de advertencia para que los países latinoamericanos consideren concentrarse en la exportación de productos con alto desarrollo tecnológico, en vez de depender de los recursos naturales.
“Allí es hacia donde tenemos que avanzar y no quedarnos en la exportación de gas o en agregar algo de valor con la petroquímica”, refiere.
Carlos del Solar, ex presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, considera, en cambio, que se debe poner una mirada crítica al interior del sector hidrocarburos, pues son muchos los grandes proyectos de infraestructura energética que se tornarán insostenibles con los nuevos precios del petróleo.
“Se debe reevaluar la modernización de la refinería de Talara, adjudicada con crudo a US$100 el barril, lo mismo que el Gasoducto Sur Peruano, la petroquímica y los proyectos de nuevos gasoductos al norte y centro del país, porque no hay exploración”, advierte.
En efecto, el gobierno no ha firmado todavía un solo contrato de suministro de gas con los operadores de hidrocarburos, mientras que, por otro lado, la inversión en exploración amenaza retraerse aun más por los bajos precios del crudo y el gas natural, que también ha caído bruscamente en la Bolsa de Nueva York.
¿De dónde provendrán, entonces, las reservas para estos proyectos? Eleodoro Mayorga, ministro de Energía y Minas, sostuvo recientemente que hay gas suficiente en los lotes 88 (Pluspetrol), 57 (Repsol-CNPC) y 58 (CNPC), para echar a andar el gasoducto al sur. Además de lo que se pueda encontrar en los lotes 76 y 108, donde Hunt Oil y Pluspetrol están iniciando perforaciones.
Del Solar ve poco probable que esto sea así, pues no se ha perforado un solo pozo en Camisea en los últimos tres años, y las reservas de los lotes 57 y 58 no son muy grandes.
“La seguridad energética no la van a dar las refinerías ni los gasoductos, la van a dar la seguridad de tener nuestras propias reservas de hidrocarburos. Y para eso se necesita explorar y perforar pozos, pero eso es lo que no se está haciendo”, sentencia.
El desplome del precio del petróleo acarreará indudables beneficios para el país, pero también complicaciones que no fueron previstas en la época de vacas gordas.
Urge, por tanto, un concienzudo debate para no dar pasos en falso cuando ya no haya remedio.
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