Las proyecciones de crecimiento del PBI con los que se inició este año se ubicaban en alrededor del 6,5%, hoy, a un poco más de un mes para cerrar el año, el consenso de cuánto creceremos apunta a que solo lograremos un 3% o algo menos.
¿Cómo se explica la diferencia de 3,5 puntos porcentuales entre lo que se estimó inicialmente y lo que probablemente será el resultado final?
La primera razón es por el conocido impacto de la contracción de la demanda externa que, sin duda, ha afectado el volumen y los precios de nuestra principal fuente de divisas: la minería. Acá podría estimarse alrededor de 1,5 puntos porcentuales del total de la desaceleración esperada de 3,5.
La segunda razón sería el resultado de los factores internos vinculados tanto a choques de oferta -como el experimentado en el frente pesquero y agrícola- como a restricciones de demanda interna, esto último en el marco de la incapacidad mostrada por el Estado para ejecutar medidas contracíclicas ampliando la inversión pública a efectos de compensar la caída de la inversión privada y su componente extranjero.
Esta segunda razón, en conjunto, explicaría alrededor de un punto porcentual adicional de la desaceleración.
La tercera razón tendría su base en el impacto de la desconfianza empresarial generada alrededor de su percepción sobre la evolución de la actividad económica. En este caso, los anuncios oficiales sobre la llegada de la crisis, el tema de las ‘vacas flacas’ y pronunciamientos ministeriales sobre la “mediocridad” en la tasa de crecimiento del Perú, han alarmado y desconcertado al empresariado.
A esto le podemos agregar las permanentes correcciones en las proyecciones mensuales de la evolución esperada del PBI que hoy constituyen otra fuente de desconcierto.
Todos estos elementos han retroalimentado la pérdida de la brújula en las decisiones empresariales y explicarían otro punto porcentual en la desaceleración total de la actividad económica durante el presente año.
MEDIDAS GUBERNAMENTALES
El último “paquete” de medidas de política económica, recientemente anunciado por el ministro Alonso Segura, es el que, al parecer, más podría incidir en la recuperación de parte del ritmo de expansión del PBI perdida este año.
Todos los frentes lo han tomado con un sano optimismo por lo que existe la posibilidad que le demos vuelta al tramo de desaceleración económica. No hay aceleración de la dinámica productiva posible, sin la confianza previa del empresariado.
Sin embargo, nada asegura que la ampliación de la brecha fiscal, resultado de las medidas tributarias anunciadas, converja nuevamente hacia un necesario equilibrio. Es más, el proceso de reducción de la brecha fiscal que motivaría el “cuarto paquete” podría no ser transitorio si no se regeneran tributos por efecto de un necesario dinamismo de nuestra actividad económica hacia el 2016.
A efectos de evitar la regeneración de la desaceleración y un desbalance extremo en el frente fiscal es que debe explorarse la posibilidad de emplear racional y parcialmente los recursos disponibles a través del Fondo de Estabilización Fiscal (FEF).
Hace unos meses atrás, a través de El Comercio, destaqué la urgencia de optimizar la administración de los US$ 8.590 millones acumulados al 2013, dado que el Estado sólo logró un vergonzoso rendimiento de 0,1% promedio durante los dos últimos años. ¿Qué hay detrás de esta ineficiencia? ¿Acaso no es más rentable para todos los peruanos emplear una parte de estos recursos para generar un verdadero y definitivo impulso a la inversión?
Mucho se podría especular acerca de los factores que llevaron a que, a vista y paciencia del Directorio que administró semejante cantidad de dinero, se lograra tan limitada rentabilidad.
Lo cierto es que nada costaba buscar que afinar los mecanismos legales para propiciar una razonable composición de portafolio que permitiera obtener un rendimiento más razonable a dichos recursos, similar, por ejemplo a los obtenidos para la administración de los más de US 4.000 millones del Fondo Consolidado de Reservas FCR. ¿Negligencia? ¿Desinterés?
La verdad es que se debe discutir más sobre las oportunidades de administración y rentabilización del FEF. No es consistente, por ejemplo, que esos recursos se rentabilicen al 0,1% anual y no se empleen en una fracción a efectos de acelerar el impulso reactivador derivado de las APP. No hace sentido nada de lo que ha venido aconteciendo detrás del FEF en los últimos años.
Es urgente pues la necesidad de encontrar nuevas alternativas de estímulo a la aceleración del crecimiento del PBI y preparar acciones, en caso el cuarto paquete de medidas anunciado no sea suficiente y se deteriore la confianza del empresariado nuevamente.
Por fin, por ejemplo, se ha tomado conciencia de la importancia de la educación y de la participación más activa del frente privado a través de las APP. ¿Es que acaso no podemos emplear parte de los recursos del FEF para ese cometido?
Para el desarrollo y ejecución a favor de la educación y otros sectores con un gran impacto multiplicador sobre la producción y empleo no es necesario tomar nueva deuda pública, se puede emplear parte del FEF parcial, temporal y excepcionalmente. Hasta hoy los únicos beneficiarios del FEF han sido aquellas economías o entidades externas a las que les hemos comprado valores con ese magro retorno.
Debemos ser cuidadosos, nadie está pidiendo que se dilapiden esos recursos dado que los mismos están legalmente orientados a compensar efectos sobre nuestra economía de un desastre natural o crisis internacional. Dilapidarlos es rentabilizarlos pobremente como hasta ahora ha sucedido.
Pues bien, en gran medida ya sucedió lo segundo. ¿Qué más esperamos? Acá esta la salida a un posible quinto impulso. Ese sería plenamente reactivador y reconstruiría la confianza empresarial de manera sostenible.