La cuestión aquí no es si llega Leonardo o si Enma se desanimó en venir: esto va más allá de caras bonitas preocupadas por los arbolitos. Pasa por el hecho de que estamos pagando nuestras culpas y toda la tecnología que hemos creado para “vivir mejor” está, desde hace doscientos años, destruyendo de a pocos nuestro ecosistema. Solo nos queda valernos de la misma tecnología para revertir esta situación. Así de simple.
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“Estamos ante una carrera de tecnologías, donde las del siglo pasado, basadas en combustibles fósiles, ya son obsoletas y por eso los países más avanzados están desarrollando nuevas tecnologías limpias” destacó la secretaria de la Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (UNFCCC), Christiana Figueres, ni bien se inició esta semana la COP20 (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), una reunión que busca crear un acuerdo mundial sobre el tema.
COP20 busca enmendar la plana para evitar que la temperatura promedio del planeta, que hoy es de 15°C, suba dos grados más para el 2050. De no lograrlo se perjudica no solo a las “plantitas” sino que la viabilidad de la vida de nuestros nietos está en juego. La ciencia es la llamada a dar los pasos para el cambio, tal como ya viene intentando en el mundo entero.
Sonia González, bióloga y directora de investigación en el Minan (Ministerio del Ambiente) afirma que se parte de la misma ciencia para observar la realidad y estudiarla de manera integral, incluyendo aspectos tecnológicos ligados a la innovación con políticas socioeconómicas. Son los mismos científicos quienes se sienten en el rol de comunicadores y han recomendado en la COP20 que se haga un trabajo colaborativo entre investigadores del mundo entero para aliarse en las búsquedas de soluciones, para lo cual deberán involucrar tanto a los Gobiernos como a los privados dueños de las culposas fábricas.
Si vivimos en un mundo lleno de dispositivos que nos permiten intercambiar información al instante, lo lógico, según los científicos, es que las investigaciones aprovechen eso y armen redes en donde el trabajo sea colaborativo, al estilo Wikipedia. Ya no se trata de competir por ver quién descubre primero la patente y guardar bajo llave todas las premisas, sino de armar grupos mundiales en donde todos compartan millones de datos para ayudarse a la hora de buscar soluciones.
González comenta que ante todo se trata de observar la realidad, medir lo que sucede en todas partes, para compartir la data, analizarla y juntos buscar soluciones tanto en el mundo de la diversidad biológica como de las actividades extractivas.
El físico nuclear Modesto Montoya nos recuerda que el origen de los problemas es la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y por eso en el mundo se están intensificando las investigaciones en energía nuclear segura, uso de celdas solares, combustible en base a hidrógeno, etc. “En el Perú, nos limitamos a comprar los frutos de esas investigaciones. Aquí los productos para ahorrar energía y reducir el CO2 son todos importados. No pensamos que el Perú tenga que hacer de todo, pero sí escoger una parte de la cadena tecnológica para participar con innovación”, resalta.
Montoya lamenta que nos falte una política para repatriar investigadores. El premio Nobel 2014 de física fue otorgado a un proyecto que reduce el consumo energético, y un peruano, Fernando Ponce (colega del equipo de los ganadores) también investiga sobre materiales sólidos emisores de luz con bajo consumo energético en Arizona State University. Pero no hay forma de pagarle acá lo que gana allá. Ni hay equipos locales para enlazarlos a él en una red, tal como sucede en México o Brasil, en donde sí hay redes de científicos trabajando en estos tópicos.
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— Portafolio EC (@PortafolioECpe) diciembre 6, 2014
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