El coronavirus apagó las luces y la música de la avenida José Larco en Miraflores. Los enamorados y los turistas ya no tienen cabida en sus calles. Los micros no rugen como antes y sus jaladores ya no gritan: “Sube, sube; pisa, pisa”.
El momento más importante del día para los comercios en Larco empezaba cuando el sol se hundía en ese mar que se observa desde donde la avenida termina.
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En esos atardeceres, se iluminaba el local del restaurante La Granja Arakaky’s. Ofrecían sus productos en el desayuno y en el almuerzo, pero en la cena empezaba lo bueno. Los oficinistas, los turistas y los que se iban de fiesta hacían una parada para comer pollo a la brasa, lomo saltado o salchipapa.
“Antes abríamos a las 8:00 a.m. y nos quedábamos hasta pasada la medianoche. Sobre todo los fines de semana, cuando la gente entraba a comer antes de ir a bailar a la discoteca que está al costado de nosotros”, dice Daniela Herrera, encargada del negocio.
Leslie Passalacqua, presidenta del Gremio de Retail de la Cámara de Comercio de Lima (CCL), señala que a las 6:30 p.m. las ventas en Larco se levantaban porque a esa hora la gente salía del trabajo.
“Algunos se reunían en los restaurantes y cafés, y otros se iban de compras. Ahora ya no hay ese flujo. Larco está muerto”, indica Passalacqua.
Desde hace cuatro meses, las noches de Larco ya no son de compras ni de fiesta; ahora son de silencio. A las 10 p.m., por ley, nadie debe transitarla.
SÁLVESE QUIEN PUEDA
En la vitrina de la librería Delta, las obras de los escritores Andrés Oppenheimer y Mario Vargas Llosa se juntaron para decirnos lo que todos los negocios de Larco saben: “¡Sálvese quien pueda!” y “Tiempos recios”.
Wilmer Pinedo, quien hace una semana ha vuelto a reabrir su librería, se muestra optimista porque algunos clientes le están comprando. Pero sabe que eso no bastará para obtener los ingresos que recaudaba antes de la pandemia, cuando el 50% de estos provenían de los turistas.
Eso lo saben bien en Cuy Arts, donde ya no venden solo artesanías y otros artículos sobre el Perú. Hoy ofrecen también juegos de mesa, aunque eso apenas represente el 20% de las ventas que tenían antes de la llegada del COVID-19.
Para las agencias de viaje, las opciones son limitadas. En Viajes Club solo venden boletos de avión para quienes quieren retornar a sus regiones. Eso solo representa el 15% de las ventas que tenían antes del coronavirus.
NO TODO ES MALO
Por más dura que sea una crisis, siempre hay aspectos positivos que rescatar. Por ejemplo, Passalacqua, de la CCL, recuerda que las tiendas que dan directo a la calle, como las de Larco, abrieron primero sus puertas, antes que los centros comerciales.
En esa línea, el urbanista Aldo Facho considera que Larco es un buen referente en el Perú de lo que son las buenas prácticas urbanas, ya que se le ha dado prioridad al tránsito peatonal sobre el vehicular. “La calle es más flexible y diversa, mucho más agradable y democrática, y más segura en un contexto de pandemia”, afirma Facho.
Fiorella Morán, brocker de Remax Visión, resalta que el metro cuadrado en Larco podría costar más de US$4.000. Su valor se sustenta, sobre todo, en que es una zona de recreación.
Por esa mística, la avenida José Larco sobrevivirá al coronavirus, tal como ocurrió con el terrorismo, y seguirá siendo el centro de los festejos, como lo fue con la clasificatoria al Mundial. Larco es historia. Es dolor y alegría.
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