Pablo Lavado

El Perú ha experimentado una reducción significativa de la y la desigualdad en los últimos treinta años. De hecho, usando cifras comparables, a inicios de los 2000 la pobreza rozaba el 60%, mientras que para el 2019 retrocedió a 20%, para subir como consecuencia de la pandemia a 26% en el 2021. Aún con efecto de la pandemia, la pobreza retrocedió en más de la mitad. En tanto, de acuerdo con el Banco Mundial, la desigualdad, medida como el coeficiente de Gini, estaba en 0,57 a inicios de los noventa para llegar a 0,41 en el 2019 (una mejora significativa de la distribución de ingresos).

No obstante, la pobreza tiene un carácter multidimensional. Aun cuando no hay una estadística oficial de la pobreza multidimensional, las distintas medidas y evoluciones calculadas por la Universidad de Oxford y Alkire et. al. (2020), Cepal (2014) o Cómex (2020) muestran una reducción de la pobreza multidimensional de por lo menos 10 puntos porcentuales desde inicios del 2000. Las mejoras en los accesos a los servicios de agua y saneamiento, electricidad, matrícula en la primaria y secundaria, desnutrición y mortalidad materna e infantil han contribuido a esa reducción. De hecho, entre estos, resalta la reducción de la desnutrición crónica infantil, que se encontraba alrededor del 40% en los setenta y ochenta para ahora estar en aproximadamente 12% (Endes 2021 y Perusan).

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Otro aspecto por tomar en cuenta es la vulnerabilidad, es decir, lo fácil que es caer de nuevo en pobreza. La proporción de vulnerables no pobres ha aumentado desde el 2004 (20,5%) hasta el 2021 (34,7%) en casi 14 puntos porcentuales. También es importante destacar que, mientras que la pobreza en el mismo período disminuía, la proporción de no vulnerables no pobres aumentó más, en casi 19 puntos porcentuales. Es decir, más gente dejaba de ser vulnerable. Al mismo tiempo, el investigador Javier Herrera muestra las transiciones entre el 2020 y el 2021. Lo que se observa para ese período es que un vulnerable no pobre tiene un 22% de probabilidad de caer en pobreza y un no vulnerable no pobre tiene un 5%. Pero, por otro lado, un pobre extremo tiene 30% de probabilidad de salir de la pobreza y un pobre no extremo un 52%. En promedio, desde el 2007, una persona que no es pobre tiene una probabilidad de 9% de caer en la pobreza mientras que una persona pobre tiene una probabilidad de 39% de salir de la pobreza (INEI 2020). Si bien la transición de corto plazo aún es alta, el efecto neto es menos pobreza y menos vulnerabilidad.

En gran medida, esto se ha dado como consecuencia de las reformas estructurales de los noventa, a las altas tasas de crecimiento que se experimentaron como consecuencia del ‘boom’ de los precios de los minerales y a la protección social que se empezó a implementar a partir de la creación de Juntos (2005), con énfasis en las zonas rurales. Hace unos días en mis clases de la universidad intercambiábamos ideas y resultados acerca de cómo la inversión privada tenía el mayor impacto sobre la tasa de crecimiento de la economía. Para continuar con la senda de crecimiento y reducción de las carencias sociales, la pobreza y la desigualdad, es importante asegurar las condiciones para la atracción de inversión privada en nuestro país.

Sin duda, falta mucho camino por recorrer. La pandemia desnudó otras debilidades estructurales de nuestra economía: baja productividad, mercado laboral fragmentado, falta de un sistema de protección social integral (sobre todo en áreas urbanas), institucionalidad inmadura y alta heterogeneidad regional como consecuencia del pobre desempeño de la mayoría de gobiernos regionales y locales para atender las necesidades de la población (recordemos que ellos tienen la gestión del canon, la salud y educación en sus regiones).

Estas dificultades han acompañado desde hace mucho tiempo. Sin duda, la calidad de vida de las familias ha mejorado. No obstante, así como Winkelried y Ortiz han editado un interesante libro resumiendo los “Hitos en la reforma macroeconómica” desde los noventa, ahora, más que nunca, necesitamos “escribir” la historia de los “Hitos en la reforma microeconómica”: tributaria, laboral, protección social y mejora de los servicios de salud y educativos, junto con la descentralización. Estas reformas deben tener como objetivos: incrementar la productividad de las familias y las empresas, la formalidad laboral y tributaria, seguridad alimentaria y la seguridad de tener salidas para enfrentar ‘shocks’ de salud, de ingresos y pensiones para todos. Es momento de hacerlo, de manera sostenible, con responsabilidad, compromiso y evidencia.



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