Un factor crítico que ha limitado la recuperación de la economía peruana es la caída de doble dígito que ha experimentado la producción agrícola en el comienzo del segundo trimestre del 2023. La crisis que atraviesa el sector posee importantes diferencias en el ámbito regional y puede llegar a tener consecuencias significativas sobre el bienestar de aquellas familias que dependen de esta actividad, que en algunas regiones concentra más del 50% de la población.
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Radiografía
El sector agrícola registró una caída anual de 20% en abril del 2023, la mayor contracción de las últimas tres décadas, luego de una serie de choques adversos experimentados por los agricultores en el 2022. Estos incluyen el déficit de lluvias en las zonas altoandinas del centro y sur del país, así como el fuerte incremento en los costos de fertilizantes y agroquímicos.
El análisis por tipos de cultivo revela que la caída fue explicada principalmente por los menores rendimientos en productos orientados al mercado interno, que contribuyeron con alrededor del 90% de la contracción del sector en abril y acumulan un retroceso de 13,5% en los primeros cuatro meses del 2023. Por ejemplo, la producción de papa –el segundo cultivo más relevante en el rubro agrícola después del arroz– se redujo 35% en abril, equivalente a 420 mil toneladas menos de cosecha que en abril del 2022. Este resultado obedece en buena parte a las menores áreas sembradas en la campaña 2022/2023 para este tipo de cultivo frente al promedio que venía registrándose en años previos.
A este resultado se le sumó el desempeño negativo de otros rubros vinculados a la agroindustria y agroexportación que venían sosteniendo el sector en meses previos. Los cultivos destinados a la demanda externa, por ejemplo, cayeron 4,7% en abril ante las menores superficies cosechadas de espárragos (-6,6%), palta (-1,5%) y mango (-0,3%), lo cual no pudo ser contrarrestado por el fuerte impulso que aún registra la producción de arándanos (53,5%) y uvas (19,6%).
Efectos regionales
En el ámbito regional, las menores áreas sembradas y los menores rendimientos han impactado en mayor medida la producción agrícola de la zona centro y sur central del país. Por ejemplo, la caída de la producción de papa registrada en abril fue mayor, precisamente, en aquellas regiones en las que más se contrajo el área sembrada de este cultivo durante la campaña agrícola 2022/2023 respecto a la campaña previa. En regiones como Puno, Cusco y Apurímac, la papa representa alrededor del 30% de la producción agrícola total.
Las regiones más afectadas son también aquellas en las que una gran parte de la fuerza laboral se desempeña en el agro. En ocho regiones, principalmente de la sierra, más del 30% de trabajadores labora en este sector y en cinco de estas regiones esa proporción es mayor del 50%. En ese sentido, la crisis agrícola pone en riesgo los ingresos de las familias de al menos dos millones de trabajadores dedicados a la agricultura de subsistencia, en un contexto en el que la pobreza en este sector al 2022 (37,5%) aún no ha recuperado sus niveles prepandemia y, además, equivale al doble de la pobreza registrada en el resto de sectores (18,7%).
La crisis que atraviesa el sector agrícola evidencia lo importante de contar con una gestión pública capaz de prevenir y atender oportunamente los choques adversos que enfrentan las familias que dependen de esta actividad. La única manera de elevar sostenidamente la calidad de vida de los agricultores en el país será revirtiendo los bajos niveles de productividad que estructuralmente limitan el potencial del sector. Ello requiere de, por ejemplo, promover la reconversión hacia cultivos de mayor valor agregado; asegurar la ejecución de proyectos de irrigación y reservorios para enfrentar el estrés hídrico; y potenciar las estrategias de investigación y desarrollo productivo agrario.