Al lado izquierdo de la puerta de ingreso del mercado San Pedro, en Cusco, se encuentra el local de Pilar Condorhuacha, quien vende las típicas prendas cusqueñas que los turistas se llevan de recuerdo. Este último jueves fue el primer día que volvió a atender –con el alcohol en gel en mano–, tras haber cerrado por la cuarentena obligatoria ante el COVID-19. Si en un buen día de ventas y en temporada alta de turistas –un mes como julio, por ejemplo– la empresaria facturaba entre S/500 y S/600, ahora, a lo mucho, espera llegar a S/30 diarios.
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Así como en su caso, varios locales del emblemático mercado cusqueño que no venden productos de primera necesidad todavía están cerrados. En el resto de la ciudad, sin turistas, más gente circula en las mañanas y tardes; pero las noches, antes vibrantes, ahora están desoladas. Los bares, algunas tiendas y restaurantes permanecen cerrados. La plaza del centro histórico, que luce vacía desde las 6:00 p.m., les recuerda a algunos lugareños cómo era circular por la Ciudad Imperial de noche hace más de 35 años.
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El cierre de fronteras y la prohibición de viajes nacionales a raíz de la pandemia han afectado esa actividad turística que genera cien mil puestos de trabajo en la región, de acuerdo con la Cámara de Comercio de Cusco. Ana Cecilia Lima, jefa de Recursos Humanos del hotel Palacio del Inka –un sector altamente afectado–, comenta que el cierre llevó a la empresa a buscar mecanismos para cuidar a su personal.
“No pensábamos que luego de 44 años el hotel emblema del Cusco tendría que cerrar sus puertas. Fue algo doloroso, no habíamos cerrado ni en tiempos de terrorismo”, comenta.
A su vez, Carlos Atausinchi, chef en ese hotel, señala que es triste para los cocineros no poder atender a clientes, y saber que no recuperarán el ritmo acelerado de trabajo que antes tenían por un largo tiempo.
“Cusco, para mí, es el sol del turismo local del Perú. Ahora no hay trabajo para gente que es camarero o mucama porque no hay demanda, no hay huéspedes para atender. Eso ha sido muy duro para nosotros económica y psicológicamente”, comenta el CEO de Intursa (matriz de Palacio del Inka), Hugo Desenzani.
UN CAMINO LARGO QUE REQUIERE CAMBIOS
El presidente de la Cámara de Comercio de Cusco, Joe Farfán, menciona que un 16% del PBI de Cusco se explica por el turismo, pues un mayor peso tienen las actividades de minería e hidrocarburos (más de 50%). No obstante, al ser un sector intensivo en empleo, una gran cantidad de empresas y localidades han sido afectadas. En Machu Picchu Pueblo (Aguas Calientes), asegura que un 99% de la población se ha visto perjudicada, pues su principal actividad es la turística.
“El turismo como lo conocíamos nos daba millón y medio de visitantes al año, con un promedio de estadía de cuatro a cinco días. Eso no lo vamos a ver en los próximos dos o tres años. El próximo año se espera, por lo menos, que ya haya más turistas, pero los porcentajes serán muy modestos. Quizás entre 10% y 20% de lo que teníamos antes”, sostiene Carlos Milla, presidente de la Cámara de Turismo de Cusco.
Milla saluda que ahora se permita la conectividad aérea entre regiones, pero reconoce que la reactivación de viajes aún será discreta.
Para Rogers Valencia, exministro de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), la inauguración de vuelos hacia el Cusco es una luz al final del túnel, pero este será largo de recorrer. Lo urgente para una reactivación sana y segura del sector, afirma, es salir de las camisas de fuerza en las que se operaba antes.
Para hacerlo, la propuesta que Valencia impulsa y que se encuentra medianamente avanzada es que el boleto turístico del Cusco sea electrónico. “Este boleto nació en 1983 para dotar al municipio de algunos fondos que fueran utilizados en la mejora de la ciudad y la provisión de servicios turísticos para los viajeros; desafortunadamente, su gestión ha sido compleja, se ha burocratizado y hubo un mal manejo de los fondos”, lamenta el exministro.
Según Valencia, la propuesta iniciada por el Mincetur y Dircetur Cusco haría eficientes las visitas a lugares arqueológicos e históricos de la región, y se podrían sumar atracciones naturales como la montaña de siete colores. El boleto, además, sería flexible, pues permitiría a los turistas elegir a dónde quieren ir y evitaría, sobre todo, el contacto físico que existe con la modalidad actual. Detalla que el planteamiento aún requiere opinión del Ministerio de Cultura, pero ya se encuentra avanzado.
De otro lado, de acuerdo con Desenzani, para el sector hotelero se viene una apuesta por promociones y la necesidad de reconocer a un nuevo público objetivo: dejar de lado al extranjero, que tendrá mayores barreras para venir, y enfocarse en el cliente peruano.
“Tenemos que hacer una campaña de vender paquetes turísticos a los peruanos por un tiempo limitado y con la posibilidad de usarlos hasta ciertas fechas. Aun así, la recuperación será lenta”, remarca.
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