(Foto: Tec.Pymes)
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Redacción EC

El pasado sábado 7 tuve la satisfacción de ser el invitado de honor a la graduación de las carreras de Márketing y Negocios Internacionales de la , mi alma máter. Mi mensaje estuvo centrado en los criterios para definir el éxito en la vida y en darles algunos consejos a los graduandos.

Hace más de veinte años, trabajando en , fui invitado al curso “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, de Stephen Covey.

El taller incluía un ejercicio de visualización para definir nuestro propósito en la vida y visualizando el día de mi muerte, al frente de todos los que habían ido a despedirme, vi el impacto que tuve en ellos y cuál era mi propósito en la vida: generar unidad.

Ese mismo año, escribí cuáles quería que fueran mis valores en la vida. Ambos me han servido de guía para mejorar y estar agradecido. Me da la impresión de que aún la pirámide del éxito en la sociedad está invertida para una gran parte de la gente.

Lo que aún parece ser lo más importante sigue siendo tener (poder, dinero, cosas materiales), después hacer y, por último, ser, que es seguramente lo que requiere más disciplina y conciencia.

En mi experiencia, el éxito duradero a nivel personal, el que está íntimamente ligado a la felicidad, incluye:

i) definir correctamente quién quiere ser uno, que para mí es tener un propósito de vida y valores claros;

ii) aprender rápidamente qué es lo que uno hace bien y disfruta haciendo, que es nuestra actividad profesional u oficio;

iii) es clave descubrir las cosas que más te hacen disfrutar, los intereses, las amistades, las aficiones y pasiones;

iv) y, por último, encontrar satisfacción en entregarse a los demás, impactando y sintiéndose querido y apreciado por nuestro entorno, dejando una huella.

Shawn Achor, en su libro “La felicidad como ventaja”, define algo muy importante en el principio de inversión social:

“En medio del desafío y el estrés, algunas personas optan por retraerse y ensimismarse. Pero las personas más exitosas invierten en sus amigos, compañeros y familiares para apoyarse y avanzar. Este principio nos enseña a invertir más en nuestra red social de apoyo que es el predictor más grande del éxito”.

Y concluyo que, a mayor interdependencia, mayor éxito. Sostengo que el éxito y la felicidad personal y el de las empresas tienen un símil muy grande. Según los estudios de Capitalismo Consciente y Avalanche Consulting, las empresas que se autodefinen como “haciéndolo bien, haciendo el bien” (“doing well by doing good”) y que son las empresas que hoy auténticamente encuentran que su propósito y el de sus marcas tienen un fin social y están comprometidas con el progreso de la sociedad y el medio ambiente han crecido de forma mucho más acelerada que el resto.

El dato es realmente contundente: si hubieses invertido US$10 en el portafolio de las empresas conscientes en 1996, hubieses generado US$329 hasta el 2011. Si hubieras invertido esos mismos US$10 en el índice S&P (Standard & Poor’s) hubieses generado solo US$31.

El rendimiento acumulado fue diez veces mayor en esos 15 años. Pero el secreto es que la redefinición del éxito de la empresa debe venir de los accionistas y dueños de las empresas quienes se convencen de que el rol de cada empresa en el ecosistema es clave y que la maximización de utilidades no es el único fin, sino que hay que balancear el retorno del negocio con el apoyo al progreso de la sociedad y el cuidado del medio ambiente.

Esto se convierte en fortalezas ante los empleados, la sociedad, los inversionistas y los gobiernos locales y centrales. No tengo duda de que el futuro se ve retador para todos, pero tengo claro que el desarrollo de las personas y las empresas conscientes, que asumen la interdependencia como una forma de vida y una verdadera ventaja, y que actúan en base a valores y propósitos para hacer un mundo mejor, darán un mejor retorno a sus accionistas, al país y tendrán mayor sostenibilidad en el tiempo.

¡Seamos el cambio que queremos ver en el Perú!

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