Desde el inicio del 2023 a la fecha, la economía peruana ha enfrentado continuos choques adversos que han limitado seriamente su recuperación del bajo crecimiento que viene registrando desde la segunda mitad del 2022. Debido a esta persistente debilidad, el IPE vuelve a recortar sus pronósticos de PBI para el 2023 y 2024, en un entorno altamente incierto debido a potenciales anomalías climáticas que podrían afectar negativamente la actividad.
Si bien la economía en el corto plazo puede verse favorecida por las menores presiones inflacionarias o el impulso del gasto público, consolidar una recuperación más sostenida dependerá de los esfuerzos de política que aseguren un entorno más propicio para gatillar un nuevo ciclo de inversiones de talla mundial en el país.
Balance negativo
Entre enero y junio del 2023, la economía peruana habría acumulado un retroceso de 0,5%, resultado significativamente inferior al avance de 1,9% registrado en la segunda mitad 2022. Uno de los principales factores detrás de esta caída se encuentra asociado a los efectos del estallido social y las anomalías climáticas sobre la capacidad de consumo e inversión del sector privado, que en conjunto representan 86% del PBI. En este período, la inversión privada se redujo en casi 11% según estimaciones del IPE, siendo su peor primer semestre desde 1999 sin considerar la pandemia.
La caída de la economía hubiese sido de mayor magnitud sin la contribución de la minería, la cual tuvo un crecimiento de 12,0% impulsada por la consolidación de las operaciones de Quellaveco y los mayores volúmenes de minas como Las Bambas y Cuajone, que estuvieron paralizadas en el segundo trimestre del 2022. De acuerdo con cálculos del IPE, el PBI hubiese disminuido 1,4% entre enero y junio sin la contribución del sector minero. Este aporte también permitió atenuar los efectos de la suspensión de la primera temporada de pesca en la zona norte-centro sobre la manufactura primaria.
Reactivación insuficiente
Los indicadores disponibles muestran que el bajo dinamismo de la actividad productiva habría continuado en el comienzo del segundo semestre del año. El crecimiento de la demanda de electricidad no minera se desaceleró a 2,6% en julio, luego de una expansión de 5,9% en el primer semestre. Además, la inversión pública registró una caída de 15,6% en términos reales, luego de acumular un avance de 7,1% entre enero y junio, de acuerdo con cifras del Ministerio de Economía y Finanzas.
En lo que resta del 2023, se espera que la economía peruana exhiba un mayor dinamismo en un entorno de menores presiones inflacionarias, y una gradual mejora de la confianza empresarial para contratar personal e invertir en nuevos proyectos. El incremento de las órdenes de compra de los sectores vinculados a la inversión (construcción y manufactura) anticipan una recuperación del PBI de dichas actividades productivas. Ello brindará condiciones más favorables para que el crecimiento del gasto privado retorne a terreno positivo luego de la caída de 1,8% en el primer semestre. En particular, los sectores vinculados al consumo liderarán el avance de la actividad ante la mayor capacidad adquisitiva que brindará la reducción de la inflación a tasas cercanas al 4,0% al cierre del 2023, según pronósticos del IPE. Ello se sumaría a la evolución positiva de la masa salarial real –la suma de todas las remuneraciones– en Lima Metropolitana, que creció a doble dígito en el segundo trimestre del año.
Pese al mejor desempeño esperado en la segunda mitad del año, el crecimiento del PBI en el 2023 sería de apenas 0,8%, la tasa más baja de las últimas dos décadas al excluir el período de pandemia del 2020. Más aún, el Perú crecería por segundo año consecutivo por debajo del promedio de los países de América Latina, región que tendría un avance de 1,9% en el 2023, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este bajo crecimiento obedece al retroceso de componentes del gasto severamente afectados por el estallido social y anomalías climáticas en el comienzo del año, así como a la severa caída de la inversión privada, para la cual se prevé una caída de 7,5% en el 2023.
Incertidumbre en el 2024
Luego de un débil avance en el 2023, el panorama de la economía para el próximo año es altamente incierto debido a la elevada probabilidad de que un fenómeno de El Niño (FEN) provoque severas disrupciones en la actividad productiva. En episodios previos, el FEN ha restado a los sectores primarios y no primarios hasta ocho y seis puntos porcentuales de crecimiento frente al desempeño del año previo, respectivamente. Este entorno podría afectar principalmente a la actividad durante la primera mitad del 2024.
No obstante, existen algunos factores que podrían permitir que el crecimiento del PBI se acelere durante el próximo año. La recuperación del consumo y la inversión del sector privado, por ejemplo, serían impulsados por condiciones financieras menos restrictivas, en un contexto de menores tasas de interés ante el continuo descenso de la inflación hacia el rango meta del BCRP. Asimismo, existe aún un margen de recuperación en sectores que aún no retornan a los niveles de actividad prepandemia, como aquellos vinculados al turismo receptivo. A ello se le podría sumar el aumento de la inversión de los gobiernos subnacionales en su segundo año de gestión y el mayor gasto público que viene impulsando el gobierno nacional en el marco de los diversos programas para la reactivación económica y emergencia climática.
Bajo este escenario, el IPE anticipa un avance de la economía de 2,3% en el 2024, crecimiento ajustado a la baja, y que no solo dependerá de un entorno de mayor relativa paz social y política, y de un impacto más moderado del FEN, sino de que se destinen mayores esfuerzos desde el Ejecutivo y Congreso a crear un entorno más propicio para reactivar la inversión privada y el empleo. Solo ello permitirá retomar la senda de reducción de la pobreza.