La elección de India cambiará nuestro mundo, por Martin Wolf
La elección de India cambiará nuestro mundo, por Martin Wolf

Surjit Bhalla, economista indio, me escribió diciendo que las recién “son las elecciones más trascendentales en la historia del mundo”. No estoy de acuerdo: las elecciones de Abraham Lincoln y de Franklin Delano Roosevelt fueron más significativas.

Pero la idea no es del todo descabellada. La población de India es 1,27 mil millones. Pronto superará a China como el país más poblado del mundo. Si la elección de Narendra Modi fuera a transformar India, también transformaría el mundo.

TRES GRANDES RAZONES

Ya es posible identificar al menos tres formas en que la elección es notable. En primer lugar, India ha demostrado una vez más la virtud básica de la democracia: la transferencia pacífica del poder legítimo. Que esto sea posible en un país tan vasto, diverso y pobre es un logro político inspirador. 

En segundo lugar, los indios han rechazado la política dinástica del Partido del Congreso, que, por desgracia, llevó a un triste final la distinguida carrera de servicio público de Manmohan Singh, un hombre que he conocido y admirado desde hace cuatro décadas.

El más importante gobierno liderado por el Partido del Congreso desde la época de Jawaharlal Nehru fue el de Narasimha Rao a principios de 1990, en el cual Singh instituyó necesitadas reformas como ministro de finanzas. Si Modi tiene éxito, será porque se apoya en ese cimiento.

El Partido del Congreso aún tiene la gran oportunidad de ser el fuerte partido secular que India necesita, pero solo si se libera de su dependencia de la familia Gandhi. 

En tercer lugar, Modi es verdaderamente un artífice de su propio éxito. A pesar de que su partido ganó solo el 31% de los votos, ha ganado una abrumadora mayoría en la Cámara Baja. Lo logró con la promesa de difundir los éxitos percibidos de Gujarat en el resto del país. Existe un debate en India sobre si Gujarat es el modelo que se supone que es.

Sin embargo, ese no es el punto principal. Lo que más importa es que los indios han elegido a un hombre que promete mejorar sus vidas. Él no fue elegido por sus orígenes. Es un testimonio de la transformación de India en el último cuarto de siglo. 

LA SITUACIÓN ACTUAL

El gobierno saliente ha sido condenado como un fracaso. Sin embargo, como señala Shankar Acharya, ex asesor económico en jefe del gobierno de India en la década de 1990, “el crecimiento económico ha promediado 7,5% anual, el mayor de cualquier década en la historia de India. Este rápido crecimiento en el producto bruto interno ha aumentado el ingreso promedio . . . casi un 75% en rupias reales, ajustadas a la inflación”. Esto suena bien, pero, añade, también oculta la verdad. 

El crecimiento se desaceleró bruscamente en los últimos tres años “debido a la acumulación de las malas políticas económicas”, mientras que la inflación de precios al consumidor ha aumentado entre 9% y 11% en los últimos cinco años.

Al mismo tiempo, Acharya dice, que las políticas del gobierno se volvieron cada vez peores. Él apunta a los gastos exorbitantes de los subsidios para el petróleo, los alimentos y los fertilizantes, despilfarradores programas de ayuda social, acuerdos salariales exorbitantes y enormes déficits fiscales.

Otras fallas incluyen la negativa a levantar los desincentivos al empleo, el capitalismo de compinches, la regulación caprichosa, la fiscalidad retrospectiva, saltos excesivos en los precios de compra de alimentos y la corrupción. 

Acharya sostiene que todo esto ha contribuido a un legado de enormes proporciones: la falta de creación de puestos de trabajo para los 10 millones de jóvenes que ingresan al mercado laboral cada año; el estancamiento en la industria manufacturera; infraestructura inadecuada; múltiples proyectos incompletos; vulnerabilidad de la agricultura debido a la escasez de agua; programas de ayuda social mal administrados; el debilitamiento de las finanzas externas del país; y un mayor deterioro en la calidad del gobierno en sí.

Acharya es un analista sobrio de la realidad económica de India, que trabajó estrechamente con Singh en la década de 1990. Su evaluación tan negativa es persuasiva. India sin duda puede desempeñarse mejor. Las últimas estimaciones sugieren que el PBI per cápita es solo una décima parte del de EE.UU., y la mitad del de China. Debe ser posible para este país ponerse al día más rápidamente. 

GRANDES EXPECTATIVAS
Modi fue elegido, sobre todo, para acelerar el desarrollo. Pero si nos acordamos del fracaso de la campaña “India brillante” de su partido Bharatiya Janata de hace una década atrás, tiene que hacerlo de manera que beneficie a la inmensa mayoría de la población, y no solo a sus élites. 

No está claro si Modi puede dar la talla ante tales retos en este vasto y complejo país. Su lema – “menos gobierno pero mejor gobierno” – ha subido el ánimo del público. Sin embargo, no está claro lo que esto significa en la práctica. 

Un análisis realizado por JP Morgan sugiere que, de hecho, “hay una notable convergencia en materia de filosofía económica en general” entre los dos principales partidos. La diferencia, si la hay, podría ser más en la ejecución, como lo resaltan los partidarios de Modi.

Esto sugiere que el impuesto sobre bienes y servicios (impuesto nacional sobre el valor agregado) podría llevarse a la práctica, los proyectos de inversión podrían acelerarse, los precios de la energía podrían ser liberalizados, las acciones de las empresas públicas podrían venderse – aunque sin privatización total – y la consolidación fiscal podría verse acelerada. 

Este sería para bien, pero probablemente no lo suficiente como para provocar la aceleración necesaria del crecimiento y la generación de empleos. Se necesitan nuevas y vitales reformas en la regulación del empleo, la educación y la infraestructura, con el fin de hacer de India una base para la manufactura intensiva. Dado el aumento de los salarios chinos, esta es una ambición factible.

Las mejoras en la administración de las leyes son cruciales. La agricultura necesita grandes avances, entre ellos una cadena de suministro más moderna. Los estados deben verse forzados a competir entre sí para atraer mano de obra, capital y  tecnología. 

Esta elección podría llegar a ser un gran paso hacia la modernización económica de India que fue relanzada en 1991. Pero esta ronda de reformas también será mucho más difícil. Ahora no es solo una cuestión de sacar el estado del camino. Se trata más sobre cómo hacer que el gobierno sea un siervo eficaz y honesto del pueblo indio.

Este desafío es, posiblemente, de una magnitud más intimidante que aquellos que Modi otrora venciera en Gujarat.  Modi sigue siendo un enigma. Él es un hombre de acción, un nacionalista y un miembro dedicado del movimiento Hindutva. Es difícil creer que coincidiría con la reacción suave de Singh con respecto a la promoción del terrorismo por parte de Pakistán.

Es imposible saber lo que él podría significar para las relaciones comunitarias de India. Nadie sabe bien hasta qué punto se siente obligado con los empresarios que financiaron su campaña. Pero una cosa es segura: India tiene un nuevo estilo de juego. Prestemos atención.

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