Resulta sorprendente conocer que en nuestro país los medicamentos son un 53% más económicos a diferencia de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y México, según un estudio desarrollado por Ipsos entre enero y febrero de este año.
Ubicándolo en contexto, este 53% contrasta fuertemente con la percepción de la población, ya que solo el año pasado se conocieron distintas quejas en relación al precio de distintos medicamentos para tratar el COVID-19 –uno de los casos fue la azitromicina, cuyo precio pasó de S/2 a S/20 en mayo del 2020–. A partir de esta situación controversial, el número invita a realizar un diagnóstico sobre cómo viene operando el mercado de medicamentos en nuestro país, en donde la discusión sobre el precio –a decir de los especialistas– sería solo la punta del iceberg.
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Joao Rendón, director de Entendimiento de Mercado de Ipsos, explica que, para el estudio, se trabajó con un listado de 75 medicamentos empleados en el tratamiento de distintos tipos de dolencia –entre ellos se incluyó la ivermectina y el panadol, cuya demanda se incrementó por el coronavirus–.
Bajo esta mecánica, la consultora pudo conocer los precios de los fármacos en al menos tres establecimientos seleccionados en cada uno de los siete países. Así, en enfermedades crónicas tenemos fármacos 60% más baratos, mientras que, en agudas, 47%, especifica Rendón. En el caso peruano participaron Mifarma, Inkarma, Boticas y Salud, Arcángel, Hollywood, Hogar y Salud y otras boticas independientes.
Si bien las cifras sugieren la existencia de dicho precio por debajo del promedio de la región latinoamericana, la realidad al momento de la compra de los fármacos no se condice con la información sugerida. El problema recae, en realidad, en el desabastecimiento registrado de los productos.
“De manera general, el Estado tiene el 80% del volumen de medicamentos a su responsabilidad. Con ello, adquiere la promesa de entregar la medicina de manera gratuita. Pero la realidad no es así, es un problema estructural”, comenta Carla Sifuentes, directora de la Asociación Nacional de Cadena de Boticas (Anacab).
Ante esta necesidad no atendida, y más aún en una situación de emergencia nacional, la respuesta inmediata de la población fue acudir a las boticas y farmacias. En ellas, los lotes de medicamentos genéricos –al ser más accesibles a los bolsillos de los consumidores– se agotaron rápidamente en los primeros meses de la pandemia. Al no encontrarlos, dice Sifuentes, se ofrecieron medicamentos de marca. Y con ello, el monto a pagar se elevó.
“Hemos visto que, antes de ir a una posta médica, el ciudadano prefiere ir a una farmacia porque en el sector público no encuentra el abastecimiento correcto”, dice Sifuentes.
Esta situación, que enfrentaron miles de pacientes en los puntos más críticos de la pandemia, había sido ya vivida, por ejemplo, por aquellos que poseen el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Usualmente, quienes son diagnosticados con este mal deben tomar antirretrovirales, de modo que puedan evitar que el virus se replique en su organismo. Acceder a dichos fármacos, sin embargo, también es un desafío: en el 2019 se registraron 111 denuncias por falta de los mismos, según el Grupo Impulsor de Vigilancia sobre abastecimiento de medicamentos Antirretrovirales (Givar).
UNA ALTERNATIVA
A decir del presidente de la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (Aspec), Crisólogo Cáceres, en nuestro país el 80% de la venta de medicamentos está en manos de un solo proveedor.
“Eso pone en una situación de extrema vulnerabilidad al consumidor porque hay un proveedor único”, manifiesta.
En su opinión, la solución debe venir del Estado. “Al haber permitido que se generen este tipo de situaciones, tiene que ser el que las resuelva”, añade.
Cáceres explica que, ante este escenario, una medida para garantizar la accesibilidad de la población a los fármacos sería que el Estado venda los mismos.
“Es decir, que se establezca una cadena de farmacias estatales utilizando las redes de salud y las redes del Minsa”, especifica.
De ese modo, continúa, las farmacias siempre estarían abastecidas con medicamentos genéricos y los precios serían asequibles “con pandemia o sin pandemia”, subraya.
INTEGRACIÓN
Otra de las alternativas propuestas por los especialistas es la integración –y trabajo conjunto– del sector público y privado.
En opinión de Sifuentes, las boticas y farmacias podrían ser “un brazo logístico de entrega de medicina a la población”. En ese sentido, destaca el trabajo que viene siendo realizado por Farmacia vecina, un programa mediante el cual se atiende a pacientes con enfermedades crónicas.
“Hoy, un paciente con enfermedad crónica va a la farmacia con su DNI y recoge gratuitamente su medicamento”, cuenta la especialista.
De acuerdo con Solon King, CEO de TMS, se podría utilizar más bioequivalentes para el tratamiento de distintas patologías, lo que permitiría reducir el costo para acceder a los medicamentos.
Tratándose de un problema que exige observar la cadena de abastecimiento, concentrar los esfuerzos en propuestas como el control de precios –teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente– no ayudaría a resolver la gran demanda insatisfecha. “Los precios no son un problema, el problema es cómo logramos abastecer”, puntualiza Sifuentes.
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