Además de la escasez de fertilizantes, el sector agropecuario enfrenta desde hace varios años diversos retos estructurales. El limitado acceso a riego y a nuevas tecnologías, así como la ausencia de una política de largo plazo, son las principales barreras para el crecimiento sostenido de un sector que emplea a uno de cada cuatro trabajadores en el Perú. A propósito del Día del Campesino, celebrado ayer, es importante resaltar la importancia de contar con una estrategia integral.
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Los más afectados
Con cifras al 2019, en el Perú existen 1,8 millones de agricultores de subsistencia, quienes no producen lo suficiente para cubrir una canasta básica de alimentos (S/159 per cápita mensual). Estos productores, que representan el 86% de la agricultura familiar, son los más afectados por el desabastecimiento mundial de fertilizantes: el gasto que realizan en la compra de estos insumos equivale a 2,5 veces las ganancias que obtienen de su actividad agrícola. En contraste, los productores con economía familiar en transición (ingreso per cápita mensual menor de S/629) y consolidados (ingreso per cápita mensual superior a S/629) destinan en promedio solo el 18% y el 14% de sus ganancias a la compra de fertilizantes, por lo que tendrían una mayor capacidad de sostener su consumo pese al encarecimiento de estos insumos. El fuerte incremento en el precio de los fertilizantes habría agudizado estos resultados, principalmente para los productores de subsistencia.
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Dentro de la agricultura de subsistencia, es probable que los más afectados sean los productores de arroz. A nivel nacional, el 84% de la superficie cosechada de este cultivo utiliza solo fertilizantes para mejorar el rendimiento de la tierra y en otro 10% estos se combinan con algún tipo de abono, lo que sugiere un bajo grado de sustitución. El maíz chala y la papa blanca son otros cultivos intensivos en el uso de fertilizantes. Sin embargo, en ambos casos, este insumo se aplica principalmente en conjunto con abonos, por lo que es probable que su producción sea un poco más resiliente frente a la crisis actual.
El tipo de cultivo no es lo único que determina la vulnerabilidad de un productor frente al aumento en el precio de los fertilizantes. Por ejemplo, para Hermitanio Rojas, presidente de la Asociación Peruana de Productores de Arroz (Apear), también se debe tener en cuenta la disponibilidad de agua y la calidad de la tierra. Según el representante, el cultivo de arroz en la selva –comparado con el de la costa– resistiría mejor la ausencia de fertilizantes debido a las constantes lluvias y a que muchas de las parcelas en esa región son nuevas y retienen aún importantes nutrientes.
Retos pendientes
Más allá del problema de fertilizantes, el agro enfrenta retos estructurales que permanecen desatendidos por el Estado. Por ejemplo, el acceso a sistemas de riego adecuados aún es deficiente y varía según el tipo de cultivo. Solo el 30% de la superficie cosechada en la agricultura de subsistencia tiene un sistema de riego moderno, y entre ellos solo el 20% cuenta con riego tecnificado. Además, mientras que el 96% de las cosechas de arroz posee un sistema de riego moderno, apenas el 5% y 4% del área cosechada de café y cacao, respectivamente, cuentan con esta tecnología.
Además, Rojas resalta la necesidad de contar con nuevas variedades de semillas para fortalecer los cultivos frente a posibles plagas. Sin embargo, no se estaría dando el apoyo suficiente a la innovación de este insumo desde el sector público. En la agricultura de subsistencia, menos de un tercio (31%) del área cosechada de maíz amarillo duro utiliza semillas certificadas, mientras que en las cosechas de papa blanca y trigo dicha cifra cae a apenas 2,5% y 1,2% respectivamente.
En el caso del café, los productores de subsistencia se verían menos afectados por el alza de precios al tratarse de cultivos menos dependientes de fertilizantes: apenas cerca del 30% de la superficie cosechada de café utiliza estos insumos. Sin embargo, Lorenzo Castillo, gerente general de la Junta Nacional del Café (JNC), indica que no se ha trabajado en una senda de desarrollo de la mano con el sector privado que permita potenciar la pequeña y mediana agricultura. En particular, Castillo advierte que se ha dejado de lado la renovación de los cultivos de café. Según datos del Ministerio de Agricultura, las nuevas áreas sembradas de café han ido disminuyendo desde el 2015, lo cual podría impactar en el rendimiento futuro producto del progresivo envejecimiento de los cultivos, cuya vida útil se estima en 10 años.
Ante la escasez de fertilizantes, el Estado Peruano optó por la compra directa de urea y otros abonos para la venta a precio social a pequeños y medianos productores, proceso que se ha visto truncado dos veces y ha terminado con la destitución del director ejecutivo de Agro Rural. A la débil institucionalidad del sector agropecuario en el Perú se le suma la ausencia de una política de largo plazo que asegure el incremento de la productividad y sostenibilidad. Un primer paso para revertir esta situación requiere priorizar la contratación de los mejores profesionales y una cooperación más estrecha entre el sector público y privado.