MARTIN WOLF
Comentarista del Financial Times
“De la madera torcida de la humanidad no se hizo nunca ninguna cosa recta”. Esta famosa frase del filósofo alemán Immanuel Kant es particularmente relevante para los economistas. El “Homo economicus” es visionario, racional y egoísta. Los seres humanos reales no son ninguna de estas cosas. Somos una combinación de emociones, no máquinas calculadoras. Esto importa.
El último Informe sobre el Desarrollo Mundial (WDR) del Banco Mundial examina este territorio. Señala que “la economía del comportamiento” altera nuestra visión del comportamiento humano de tres maneras: en primer lugar, la mayor parte de nuestro pensamiento no es deliberante sino automático; segundo, que está condicionado socialmente; y tercero, que está conformado por modelos mentales inexactos.
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El ganador del premio Nobel, Daniel Kahneman, exploró la idea de que pensamos en dos formas diferentes en su libro del 2011, “El pensamiento rápido y lento”. La necesidad de un sistema automático es evidente. Nuestros antepasados no tuvieron el tiempo para elaborar respuestas a los desafíos de la vida a partir de principios iniciales. Ellos adquirieron respuestas automáticas y una predisposición cultural hacia las normas empíricas. Heredamos estas dos características. Por lo tanto, estamos influenciados por cómo se enmarcan los problemas.
Otra característica es “la necesidad de confirmar”, o sea, la tendencia a interpretar nuevas informaciones como confirmación de creencias preexistentes. También sufrimos de aversión a la pérdida, la feroz resistencia a perder lo que ya tenemos. Para nuestros antepasados, que vivían en el margen de la supervivencia, eso tenía sentido.
SERES SOCIALES
El hecho de que los humanos son intensamente sociales es obvio. Incluso la idea de que somos autónomos es en sí misma producto del condicionamiento social. También estamos muy lejos de dejarnos guiar únicamente por nuestros propios intereses. Una mala consecuencia del poder de las normas es que las sociedades pueden verse atrapadas en patrones destructivos del comportamiento. El nepotismo y la corrupción son algunos ejemplos. Si esos patrones están atrincherados, puede ser difícil (o peligroso) para las personas no participar. Pero las normas sociales también pueden ser valiosas. La confianza es una norma valiosa.
Se basa en uno de los comportamientos más fuertes de la humanidad: la cooperación condicional. La gente va a castigar a los aprovechadores, incluso si ello les acarrea un costo. Este rasgo fortalece los grupos y por ende es necesario elevar la capacidad de los miembros para sobrevivir.
Los modelos mentales son esenciales. Algunos parecen ser innatos; y algunos pueden ser perjudiciales y productivos también. Las ideas acerca de “nosotros” y “ellos”, reforzadas por las normas sociales, bien pueden llevar a resultados que van desde lo meramente injusto hasta lo catastrófico. Igualmente importante pueden ser los modelos mentales que crean expectativas de quién tendrá éxito y quién fracasará. Hay pruebas, señala el WDR, de que los modelos mentales arraigados en la historia pueden moldear la mentalidad de la gente por siglos: las castas son un ejemplo.
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