Carlos Gálvez, presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE), teme que la proximidad de las elecciones presidenciales y parlamentarias radicalice el discurso antiminero en el país e impida el avance de nuevos proyectos mineros. ¿Solo la SNMPE debe estar preocupada por esa posibilidad o también lo deben estar el Ministerio de Economía y Finanzas, la Presidencia de la República, incluso el país entero?
Aunque –como veremos más adelante– no todos comparten que la conflictividad social sea la principal causante de la menor inversión minera, conviene preguntarse: ¿qué tan importante es la minería para el Perú? ¿Es reemplazable?
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El Instituto Peruano de Economía ha respondido varias veces la primera pregunta: la minería representa más del 50% de las divisas, el 20% de la recaudación fiscal, el 11% del Producto Bruto Interno, la mayor parte de la inversión extranjera, entre otros destacados factores macroeconómicos.
“La minería tiene una presencia importante en el país. Genera un gran impacto en el resto de la economía”, comenta Carlos Casas, ex viceministro de Economía y actual director del Centro de Estudios sobre Minería y Sostenibilidad de la Universidad del Pacífico.
Para Casas, la disminución de la inversión minera quizá pueda tratar de compensarse en el corto plazo con el desarrollo de infraestructura: el gasoducto al sur, el metro de Lima, la refinería de Talara demandarán más de US$15.000 millones de inversión, por ejemplo, pero será difícil suplir ese y otros impactos positivos que se generan a mediano y largo plazo.
“Pretender que haya un Perú sin minería, no es un escenario factible. Se habla de diversificar, pero eso no debe significar reemplazar la minería por otras actividades, sino construir con la minería”, sostiene Casas.
BUSCANDO ALTERNATIVAS
La agricultura puede ser una gran generadora de divisas. El ministro del sector, Juan Manuel Benites, considera que este año se pueden alcanzar los US$5.000 millones en exportaciones, y todavía queda espacio para crecer. Los casi 4 millones de hectáreas sembradas pueden duplicarse, gracias a los grandes proyectos de irrigación que han empezado a ponerse en marcha: antes Chavimochic, ahora Olmos. Pero aun así, todavía estarán lejos de los más de US$20.000 millones que genera la minería cada año.
Ni siquiera el desarrollo forestal por el que debería apostarse permitiría acercarse a las exportaciones mineras, pues en el Ministerio de Agricultura se estima que al 2021 las ventas del sector podrían llegar a los US$3.000 millones.
El turismo es otro sector en el que se tiene mucha expectativa, al estar encaminado a convertirse en el segundo mayor generador de divisas, pero de nuevo, sus cifras todavía son limitadas. Uno de los últimos pronósticos realizados sitúa sus metas en US$6.800 millones anuales para el 2021, según el Banco Interamericano de Desarrollo.
En contribución fiscal, la minería sí tiene reemplazantes. De hecho, no es el sector más importante en lo que a recaudación se refiere, pues tanto la manufactura como el comercio la superan.
Y en generación de empleo, el sector extractivo es superado de lejos por la manufactura, servicios, comercio y construcción, por ejemplo. Con todo, encontrar un sector que pueda suplir el impacto de la minería es imposible, menos en el corto plazo, sostiene Rubén Guevara, profesor principal de Centrum Católica.
Guevara confía en el desarrollo del turismo, en el potencial de la industria del software y en la explotación racional de la biodiversidad (forestal, medicina natural, etc.).
Otros especialistas hablan del gran potencial para la acuicultura, pero la situación es similar a la descrita: son sectores con potencial de crecimiento y de generación de ingresos y empleo que pueden servir para sacar de la pobreza a quienes los desarrollen, pero que no tienen el impacto macroeconómico de la minería.
“En vez de buscar un sustituto para la minería, deberíamos trabajar para que la minería se convierta en un sector querido y admirado”, afirma Guevara. Para ello, propone que se trabaje en visibilizar los impactos positivos de la minería en la economía nacional, en llevar infraestructura y servicios públicos a las zonas donde opera la minería, en fomentar alianzas entre empresas y comunidades, reconocer que la minería ha causado daños ambientales en el pasado y en alcanzar licencias sociales para el sector.
Juana Kuramoto, investigadora de Grade y directora de Prospectiva e Innovación del Concytec, coincide en que decir ‘no más minería’ no soluciona nada, pues estaríamos desperdiciando un recurso que no tenemos con qué cambiarlo. Sin embargo, advierte que no todos en el país sienten que la minería es tan vital, debido a que la mayor parte de los beneficios de esta actividad salen de la zona de extracción.