Nuestro flamante presidente Pedro Pablo Kuczynski ha dado un mensaje de esperanza y unión. Analizando lo dicho –y siendo percibido él por muchos como un tecnócrata–, resulta muy connotativo que nos haya dado un mensaje claramente político, sin atiborrarnos con cifras que pocos entienden y a muchos aburren. En su lugar, nos ha dado una visión de estadista sobre el país próspero al que aspira en el bicentenario.
Las líneas de acción –a las que Kuczynski ha denominado una revolución social– indican que el crecimiento económico, siendo fundamental, no lo es todo. Su mensaje revela que sin instituciones sólidas y sin un Estado eficiente al servicio del ciudadano, cualquier crecimiento será efímero.
Convendría, por tanto, no distraernos con críticas como “faltaron detalles”, pues lo que hay que hacer, además de estar en el plan de gobierno, será detallado por el presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, en un par de semanas, cuando solicite al Congreso el voto de confianza. A lo que sí deberíamos prestar atención es al reto planteado por el presidente Kuczynski: superar la mirada cortoplacista por una visión estratégica de mediano y largo plazo que nos lleve a asumir la responsabilidad de hacer las profundas reformas que requiere el país, pues sin estas no reduciremos sostenidamente la brecha de desigualdad que hoy confina a millones de peruanos a la pobreza, quienes ni siquiera tienen acceso a agua potable.
El presidente Kuczynski ha sido claro: necesita la ayuda del Congreso. Sin embargo, en el –ojalá remoto– caso que no la obtenga, el respaldo más valioso que tendrá será el apoyo de la sociedad civil, la academia, los medios de comunicación y la empresa privada. Para ello, además de comunicar eficiente y oportunamente sus lineamientos para construir una sociedad mejor, deberá estar muy cerca de la gente. Eso, además de servirle como valiosa fuente de retroalimentación, dará mucha legitimidad a las medidas que desea implementar y aumentará el respaldo de la ciudadanía para hacer tales reformas.
Que el presidente Kuczynski haya planteado el progreso en términos de desarrollo social (derechos humanos, salud y educación de calidad, igualdad de oportunidades, seguridad), en lugar de meras cifras de PBI, augura una nueva forma de entender el desarrollo, una mucho más cercana a la población que clama por un gobierno sensible a sus necesidades, y el estilo del presidente –percibido como trasparente y espontáneo– ayudará mucho. Otro aspecto a su favor será la manera ética –en el plano político y económico– con el que piensa administrar la cosa pública. Este es el aspecto en el que ha sido más enfático.
No apoyar las medidas sensatas que proponga el nuevo gobierno sería no solo mezquino, sino nefasto para el país, y plantearía un escenario de inviabilidad. La buena noticia es que cada vez más tenemos una sociedad mejor informada, que poco a poco dejará de quejarse y pasará a exigir y presionar no solo a quienes gobiernan, sino también a la oposición, a la que no le permitirán que –sea por ignorancia, miedo o interés– se ponga de costado y sea indiferente. Toca pasar de la visión y la esperanza a la acción decidida de trabajar juntos por un Perú mejor.