En los próximos días, la ministra de Economía, María Antonieta Alva, deberá presentarse al Congreso para responder a una interpelación tan larga que tomará dos sesiones llevar a cabo (la primera este viernes y la segunda, el próximo lunes). En total, son 82 preguntas distribuidas en dos mociones suscritas por congresistas de Unión por el Perú, el Frente Amplio y Podemos Perú.
Sobre esto, lo primero que debe quedar claro es que los legisladores tienen todo el derecho de interpelar a un ministro si es que cuentan con los votos necesarios. Exigir respuestas a los miembros de un Gabinete en cuestiones que competen a su gestión es una herramienta que garantiza el balance de poderes en el Estado, incluso durante la pandemia (aunque eso no exime que la figura haya sido sobreexplotada en legislaturas anteriores).
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En este caso en particular, además, la coyuntura ha dejado varias preguntas sobre el manejo económico del Gobierno en lo que va de la emergencia sanitaria. Y es que recién la semana pasada se publicó el Marco Macroeconómico Multianual en el que el Ministerio de Economía y Finanzas estima la contracción económica en 12% y el déficit fiscal en 10% del PBI para el 2020. Antes de eso, no existía un pronunciamiento oficial sobre esas cifras por parte del Ejecutivo.
Y aunque todo lo anterior puede sonar sensato en teoría, el Congreso se ha encargado de convertirla en una experiencia cargada de afirmaciones e interrogantes de corte absolutamente político (lo mismo ocurrió hace unas semanas con la interpelación al ministro de Educación, Martín Benavides). Para quienes han suscrito la moción de interpelación, los bonos del Gobierno, por ejemplo, han significado “un fracaso” y los peruanos “han sido cruelmente empujados a decidir por quedarse en casa y morir de hambre o salir a trabajar y morir por COVID-19”.
Así, en lo que respecta a las preguntas de los pliegos interpelatorios, muchas de ellas siguen el mismo tono que la frase anterior. La interrogante 7 del segundo pliego, por ejemplo, espera escuchar en voz de la ministra los fundamentos bajo los cuales se dice que el Perú tiene una “sólida espalda financiera”.
Varias otras acusan al gobierno de descuidar al sector agrario. En la pregunta 9 de ese mismo pliego, se lee: “¿Usted cree que S/760 de bono rural le alcanzará [a los agricultores] para sobrevivir durante todo el año? Porque si usted responde sí, entonces dígame en qué país vive para contarle nuestra historia”. Y la pregunta 14, dice: “¿Por qué se maltrata al sector agrario que es el que nos da la seguridad alimentaria para todos los peruanos?”.
No faltan tampoco interrogantes sobre la ONP ni las que reclaman por los acuerdos de gobierno a gobierno (“no es posible que los británicos nos vengan a enseñar a construir obras de riego, represas, hospitales, escuelas”, cuestiona la pregunta 22). Otras escapan por completo de los motivos por los que se ha solicitado la interpelación: “¿cuál es la razón de haberle incrementado el sueldo a los rectores en lugar de avanzar en cumplir con la homologación de los docentes universitarios?”, dice la pregunta 46.
Además, como para demostrar el poco interés que el Parlamento dedica al fondo de las cosas, el segundo pliego interpelatorio copia textualmente las primeras seis páginas de sustento que se incluyeron en el primer documento. Esto llega a tal punto que los congresistas no se dieron el trabajo de actualizar la fecha en la moción presentada en agosto. Mucho menos confirmaron que entre la presentación del primer documento y el segundo, la coyuntura cambió bastante (decir, por ejemplo, que el “MEF olvidó promover el financiamiento de créditos agropecuarios” ignora los fondos del FAE-Agro implementados en julio).
En base a lo que se ha visto en las sesiones virtuales, es posible anticipar que las intervenciones de muchos congresistas seguramente continuarán la plétora populista de la que han hecho gala en los últimos meses, sin escuchar siquiera lo que diga la ministra. Incluso algunos parlamentarios ya amenazaron con promover su censura si no da “una respuesta clara a los hermanos de la ONP”.
Esperar algo más de un Poder Legislativo en el que se acuñó la frase “soy congresista, pero no sé ni lo que voto”, sería demasiado.
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