José Carlos Saavedra

Como es bien sabido, durante la primera mitad del 2023, la economía peruana enfrentó dos golpes importantes: las fuertes lluvias y las protestas violentas. Ambos tuvieron un efecto negativo sobre la actividad económica, al causar que el PBI se contrajera 0,5% en el primer semestre con respecto al mismo período del 2022. Fue el peor semestre en dos décadas, en términos de crecimiento económico, sin tener en cuenta la pandemia.

Este estancamiento económico también ha afectado el mercado laboral. Las contrataciones formales están enfriándose. Es cierto que el número de personas que cuentan con un empleo formal registra un crecimiento de 4% cuando se compara con el año pasado, pero todo ese crecimiento se dio durante el 2022. De hecho, el empleo formal ha caído entre el cierre del año pasado y mayo de este año. Lamentablemente, la historia nos dice que un golpe tan fuerte como el que sufrimos a inicios de año tiene un impacto negativo sobre la creación de empleo que dura por lo menos seis meses en disiparse, así que lo más probable es que el empleo formal siga moderando su ritmo de crecimiento interanual durante la segunda mitad del año.

Sin embargo, aun en medio de este entorno adverso, los ingresos promedio de los trabajadores en Lima Metropolitana están en recuperación. El ingreso promedio en la capital ha registrado un incremento nominal de más del 13% en los primeros siete meses del año, superando incluso el aumento de la inflación (cerca de 8%). Esto significa que la capacidad adquisitiva del salario promedio ha aumentado 5% en ese período.

¿Qué explica esta recuperación de los salarios en medio de un contexto de estancamiento económico? ¿Es sostenible? ¿Qué implicancias tiene?

Esta mejora sorpresiva de los ingresos reales está siendo impulsada principalmente por el sector informal. La pandemia generó un duro golpe al empleo y los ingresos de los trabajadores informales, pero desde el año pasado se ha dado una gradual reaparición de puestos de trabajo informales de mayor calidad y productividad. Esto viene impulsando el ingreso promedio de estos trabajadores, sobre todo de los independientes, al alza.

Acá hay dos efectos. Por un lado, los sectores económicos más golpeados por la pandemia, como hotelería, enseñanza, comercio y restaurantes, continúan con su proceso de recuperación y son los que están liderando el incremento de los salarios en los últimos siete meses. Y, por otro lado, la reincorporación de más trabajadores en este tipo de actividades, cada vez mejor remuneradas, está permitiendo que muchos trabajadores informales migren hacia empleos con salarios más altos.

Evolución del ingreso promedio. (Fuente: INEI)
Evolución del ingreso promedio. (Fuente: INEI)

Aun así, el salario promedio en el sector informal –ajustado por inflación– todavía se encuentra muy por debajo de sus niveles prepandemia. En el caso de los trabajadores independientes, mayormente informales, esta brecha es de casi 20%, con lo cual podría haber espacio para que estas mejoras se extiendan hasta el 2024, pero cada vez con menor fuerza, a medida que el “rebote” pospandemia se vaya agotando.

En el sector formal, la historia es muy distinta. Este segmento fue el menos afectado por la pandemia y, por lo tanto, tiene menos espacio para “rebotar”. Así, si bien los salarios formales también están aumentando, lo hacen a un ritmo promedio de 5%, significativamente menor que en el sector informal y, sobre todo, menor que la inflación. Con ello, el poder adquisitivo del salario formal promedio está cayendo.

Esto último podría revertirse en los próximos trimestres gracias a tres factores. Primero, por la disminución de la inflación de precios al consumidor, que se espera que baje a 4,0% al cierre de este año y a 2,5% al cierre del 2024. Segundo, por las ganancias de eficiencia que se han venido dando en el sector formal y que podría seguir impulsando el incremento de los salarios nominales. De hecho, las ventas por trabajador en empresas formales han crecido un 15% en términos reales desde inicios del 2021 hasta la fecha, mientras que los salarios reales cayeron 8% en el mismo período. Y, tercero, porque la gradual reducción de la inflación de costos de producción podría dar espacio en las empresas para subir salarios sin afectar sus márgenes de ganancia.

Así, pese a la pésima primera mitad del año y pese a que, en agregado, los niveles de productividad laboral aún no han regresado a los niveles prepandemia, el reciente incremento de los salarios reales es una buena noticia para las familias. Además, el riesgo de que este incremento presione al alza a la inflación es relativamente bajo, debido a que está impulsado principalmente por una gradual recuperación de la productividad. De este modo, y sujeto a lo que pase con el fenómeno de El Niño durante el próximo verano, el poder adquisitivo de las familias podría seguir mejorando los próximos trimestres.

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