Luego de haber observado el excelente resultado de la emisión de bonos del gobierno y el comunicado de Standard & Poor´s confirmando nuestra calificación crediticia, es difícil no recordar esa conocida canción sobre varios elefantes y una telaraña. Con todo lo que nos ha caído encima, hay que agradecer el esfuerzo de décadas de manejo prudente de las finanzas y de ganancias de competitividad que han permitido que nuestra “telaraña” económica aguante el deterioro acelerado de nuestra clase política y los efectos de la pandemia.
El reto ahora está en ver si la economía es tan resistente como parecen creer inversionistas y agencias de rating. Por ejemplo, lograr una convergencia del déficit fiscal desde el actual 10,7% al 1% del PBI en seis años será casi un acto de fe [ver infografía]. Lograrlo requeriría que el país crezca como no lo hacía hace años más inevitables ajustes fiscales. Y, si no somos capaces de encender los motores de crecimiento económico de inmediato, y que entren en funcionamiento con rapidez en el quinquenio siguiente, se tendrá que recurrir lamentablemente a la receta de bajar gastos y subir impuestos que complicará sin duda el espacio de la economía política.
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De lo anterior entendemos que, para evitar el camino de hacer ajustes fiscales excesivos, tendremos que apostar a que la economía, efectivamente crecerá en torno al 4,5% anual a partir del 2022, tal como lo proyecta el Marco Macroeconómico Multianual. ¿Y se puede avanzar en esto desde ya? Es cierto que es complicado exigirle grandes hazañas al nuevo gobierno que tendrá escasos ocho meses en el mando. No obstante, será importante que utilice sus mejores esfuerzos en dos perímetros importantes. El primero, será desplegar una sólida defensa frente a las acciones del Congreso que buscan socavar el funcionamiento de las instituciones económicas en el país. Lo segundo, debería estar centrado en dejar preparado el terreno para que la inversión privada entre a funcionar con confianza con el siguiente gobierno; en particular, habrá que propiciar el avance de aquellos sectores con alto impacto multiplicador sobre la economía.
Respecto a la defensa de los fundamentos, este gobierno no puede dejar pasar ni por asomo medidas económicas que violen abiertamente a la Constitución ni las que pongan en serio riesgo la competitividad de los mercados y las cuentas fiscales. Por ejemplo, no se puede permitir la aprobación de la devolución de aportes de la ONP que, además de ser abiertamente inconstitucional, sometería al país a una gestión imposible de las finanzas públicas. Tampoco se puede dejar que este Congreso avance con más propuestas peligrosas para el sistema financiero como el de colocar topes a las tasas de interés, o la insistencia de aprobar una reforma de pensiones cuyos lineamientos conocidos traen estatismo y una interpretación caprichosa de los derechos de propiedad de los futuros aportes de los afiliados.
A pesar de que quedan pocos meses, el gobierno debe hacer su máximo esfuerzo para propiciar el mejor entorno posible para que los sectores con mayor impacto económico entren a funcionar a toda potencia en el próximo quinquenio. No se puede dejar todo el trabajo al que llegue en julio. Y en ello, por ejemplo, me queda claro que será imposible pensar en una salida del entorno actual sin contar con el dinamismo de la minería. Sector que en la última década ha visto bloqueado su potencial por la férrea oposición de oportunistas políticos, así como por la silente actitud de nuestros máximos líderes. De esta manera, creo que sería un suicidio económico para el país no brindar el espacio para intensificar la inversión de un sector que aporta el 60% de las exportaciones, el 11% de la acumulación de capital privado, el 10% del PBI y el 5% de los ingresos fiscales. La minería es capaz de generar 4 empleos indirectos por cada empleo directo que se genera en el mismo. El impacto de la minería es tan potente que con solo impulsar la actual cartera de proyectos se podría casi duplicar el PBI per cápita en una década [ver infografía]. Sobre ello, el siguiente gobierno ya podrá pensar en necesarias reformas estructurales de fondo, que seguramente demorarán un poco más en tomar vuelo. Pero requerirá tener una economía con perspectivas de crecer casi de inmediato. Y lo anterior sólo será posible con el soporte a actividades estratégicas que estén listas para aportar crecimiento de alto impacto.
Hoy nuestras perspectivas de largo plazo descansan peligrosamente en las decisiones que se tendrán que tomar en este corto tramo gubernamental. La gestión actual debe hacer todo lo posible por dejarle a los que elijamos en abril una economía que gobernar y que pueda tomar vuelo rápidamente. Todo un reto que pone aprueba nuestra viabilidad como país, inaugurando justamente una tercera centuria como República.
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