"La desconfianza y nerviosismo de los inversionistas se han visto reflejados en la evolución de varios indicadores financieros desde la primera vuelta electoral", indica Rebolledo. (Foto: GEC)
"La desconfianza y nerviosismo de los inversionistas se han visto reflejados en la evolución de varios indicadores financieros desde la primera vuelta electoral", indica Rebolledo. (Foto: GEC)
Paul Rebolledo

Tras los resultados de la primera vuelta electoral y la llegada del nuevo gobierno, la confianza en los fundamentos económicos de nuestro país se ha debilitado sustancialmente debido a una ausencia de incentivos a la , una escasa idoneidad en buena parte de los nombramientos de autoridades y un pensamiento que colinda con ideas ya plasmadas en el pasado, que llevaron a nuestro país a un caos económico con el consecuente incremento de la pobreza.

La desconfianza y nerviosismo de los se han visto reflejados en la evolución de varios indicadores financieros desde la primera vuelta electoral. Así, por ejemplo, la tasa de interés de endeudamiento del Gobierno Peruano en soles a 10 años se incrementó en casi 1,5%, lo cual hace que las condiciones crediticias a nuestros ciudadanos o empresas se endurezcan y resulte más costoso pedir un préstamo.

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De manera paralela, en este mismo período, la depreciación del sol frente al dólar fue de alrededor de 8% (13% en el año), constituyéndose una de las monedas más debilitadas del mundo. Ello encarece una gran variedad de servicios y bienes y termina recortando la capacidad adquisitiva de la población.

Ante este entorno, se ha producido una menor utilización de los vehículos locales de ahorro. Así, la disminución de los saldos ahorrados en depósitos (caída entre enero y julio de depósitos del sector privado en bancos de 4% y 5% en soles y dólares, respectivamente) y en fondos mutuos (caída de 22% del patrimonio administrado y 9% en partícipes en el año hasta julio) ha sido material. Paralelamente, se ha originado una ola masiva de aperturas de cuentas bancarias en países más estables ante la dificultad de planificar el ahorro y la inversión localmente y la necesidad de priorizar los criterios de seguridad frente a los de rentabilidad.

Estos movimientos han sido muy costosos para los ahorristas. En materia de tiempo, para aquellos que no cuentan con un servicio de banca privada (con montos mínimos entre US$100 mil y 200 mil), implica viajar al exterior para las aperturas de cuenta. En materia de rentabilidad, un depósito en dólares ofrece tasas muy bajas, lo cual conduce a buscar alternativas de mayor rentabilidad y, por ende, muchas veces de mayor riesgo (ETF, acciones internacionales, bonos más riesgosos).

Adicionalmente, el cierre súbito de una cuenta a plazo o el rescate intempestivo de cuotas de fondos mutuos implica reconocer pérdidas de valor (en materia de intereses o capital) y pérdidas cambiarias (al realizar operaciones de compra de dólares a un tipo de cambio sustancialmente mayor).

Ante estas circunstancias, queda claro que urge un choque positivo con señales y acciones concretas para restablecer la confianza en los canales tradicionales de ahorro e inversión local. Si el gobierno no endereza, se pierde un canal poderoso para el ahorro y el desarrollo del mercado de capitales, entorpeciendo uno de los caminos de financiamiento del crecimiento económico y el alivio de la pobreza. Está en sus manos brindar un choque de confianza.

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