Inés Temple

Me toca hacer muchas presentaciones a distintas audiencias, y ya hoy de regreso en el mundo físico, vuelvo a sentir esa energía maravillosa de la audiencia cuando logras impactar en su mundo interior con temas que los inspiran. Veo brillar sus ojos motivados por las ideas y con ellos me energizo.

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Nunca es esa energía más vital que cuando las ideas fluyen con la posibilidad de crear nuestro futuro, de inventarlo desde el presente. Cuando hablamos de visualizar mejores escenarios para nosotros, nuestras familias, carreras o negocios, cuando les doy licencia para soñar, aunque sea por unos minutos, ¡siento la sala vibrar!

Y es que visualizar escenarios futuros donde logramos nuestras metas y objetivos más ambiciosos –antes quizá impensados– es una experiencia tremendamente enriquecedora que nos proyecta al futuro con ilusión. Nos empodera hacia la estimulante sensación de que también nosotros podemos llegar más lejos, dando todo para lograr esos sueños.

Es poderosa, mágica y transformadora la sensación de poder enfocar nuestra energía hacia nuestros sueños y no hacia nuestros miedos. Hoy que vivimos con tanta incertidumbre, poder mirar el futuro con ilusión nos ayuda a cambiar la perspectiva desde la que miramos el presente. Eso genera un cambio de actitud que es como una chispa transformadora que enciende el fuego interno de la ambición sana.

Proponernos nuevas metas aspiracionales para cumplir con esos objetivos desafiantes nos moviliza a avanzar, a crecer, desarrollar, aspirar a ser más, hacer más, saber más, dar más. Nuevos propósitos que nos entusiasman nos hacen también más abiertos a las oportunidades que ni sabíamos que existían. Nos dan el ánimo y la fuerza mental que nos impulsa a conseguir esas oportunidades.

¿Por qué siento que inspira tanto tener licencia para soñar y poder mirar el futuro con ilusión? Creo que es porque en nuestra cultura no nos fomentan el atrevernos a soñar o a sentirnos capaces de inventar y crear nuestro futuro. No nos enseñan que, si no somos capaces de inventar nuestro futuro, terminamos viviendo el futuro de alguien más.

Que soñar inspira y moviliza muy positivamente no me cabe la menor duda. Lo constatamos a diario, trabajando con quienes ayudamos a regresar al mercado laboral luego de salir de sus empresas. Luego de pasar por el natural luto de la pérdida de lo que creían era estable, los preparamos para competir.

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Pero lo que define su éxito es el foco: no se trata de conseguir una nueva actividad por tener alguna. Les damos licencia para soñar, para mirar el futuro con ilusión y entusiasmo. Y cuando revisan la data de los resultados de quienes antes que ellos pasaron por el proceso, comprenden que soñar, visualizar, planear y proponerse objetivos retadores paga en resultados tangibles y, más aún, en niveles de satisfacción muy altos con esos resultados.

Los peruanos, emprendedores por naturaleza y trabajadores valiosos reconocidos como tales por donde vamos en el mundo, necesitamos hoy más que nunca licencia para soñar. Necesitamos esperanza, ilusión, propósito, retos aspiracionales para nuestras vidas y carreras. Necesitamos una visión de desarrollo común que nos estimule como nación hacia las oportunidades y la prosperidad. Necesitamos saber si podemos todavía lograr esos sueños en nuestro país.


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