En medio de una crisis sin precedentes, El Comercio conversó con la economista Liliana Rojas-Suárez sobre los riesgos económicos de propuestas que involucran al sector financiero y la capacidad que el país tendrá para salir adelante en el ámbito económico.
— Usted comentó que el Congreso debía apoyar en la salida de la crisis. Pero hay iniciativas como las de congelar deudas y no cobrar intereses sobre las cuales tanto el MEF como la SBS han alertado, por los problemas que pueden generar para el sistema financiero. ¿Cómo ve esta situación y el riesgo por los proyectos?
Me ha preocupado mucho ver este tipo de propuestas, especialmente las del sector financiero. Entiendo la intención de proteger al pobre, independientemente de posiciones políticas, pero lo que no logro entender es cómo [los congresistas] no comprenden que esas mismas políticas, a la hora de la hora, se irán en contra de los más pobres. El Perú ya sufre en este momento una crisis de salud, una crisis económica, pero tengo la gran preocupación de que podamos generar también una crisis bancaria.
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— ¿Hay un riesgo muy alto que ello ocurra, considerando la fortaleza del sector bancario?
Bueno, vamos a ver. Aunque algo esté fuerte, siempre lo puedes hacer caer si le das con palos constantemente. El Perú comienza bien porque los datos del sistema bancario son muy fuertes. Se empieza extremadamente bien. Desde las crisis de los 90 que hubo en América Latina, se fortalecieron tremendamente los sistemas en toda la región. Sin embargo, si haces moratorias de deudas, el problema es que tienes efectos tanto por el lado de los pasivos como por los activos de los proveedores del sistema financiero, los bancos y microfinancieras.
— ¿Cómo se manifiestan estos efectos?
Los pasivos de los bancos son los ahorristas. Si comienzan a sentir que podría haber debilidades en el sistema, se van a acordar de las crisis pasadas y eso puede generar corridas bancarias. Eso genera crisis. Por el lado de los activos, los bancos más prudentes y que quieran una buena cartera de crédito van a prestar menos para no arriesgarse a impagos. Si no hay una moratoria de pagos, aunque pueda pagar hay el incentivo de no hacerlo. Mientras pienso eso, los bancos no reciben ingresos y tampoco dan créditos, por miedo a que no les vayan a pagar. Solo van a renovar los préstamos a sus mejores clientes y esas son las empresas grandes. No les van a prestar a los más riesgosos que son las empresas chicas y los consumidores, a los que el Congreso quiere beneficiar. La intención puede ser la mejor, pero cuando piensas en las consecuencias son muy peligrosas. Es tremendamente peligroso. Se afectaría a los que se quiere beneficiar.
“Se debe invertir en la gente, porque la población está tremendamente afectada, y en proyectos importantes de infraestructura”.
— Moody’s fue una de las agencias que expresaron su preocupación por este tipo de medidas. Alertó que aprobar varias en esta línea podría generar revisiones a la baja en la calificación y grado de inversión del país. ¿Ve también este riesgo?
Por supuesto. Si comenzamos a hablar de moratorias, lo que las agencias calificadoras de riesgo miden son la capacidad y voluntad de pago, si los gobiernos van a pagar sus deudas, así como las empresas. Si comienzas a observar moratorias y ceses de pagos internos, la pregunta va a ser: si el país comienza a no pagarse internamente, ¿cuánta certeza tenemos de que pagará internacionalmente? Por otro lado, ¿las empresas van a tener la capacidad de hacerlo?
Además, las tasas de interés que en este momento está pagando el Perú por colocar deuda en el exterior son bajísimas, pero no solo porque en el mundo estén bajas, sino porque el riesgo-país es bien bajo. Lo que estaríamos haciendo [con estos proyectos] es dar señales de que el riesgo-país está aumentando. El Congreso se enfrentaría con que en el momento en que se necesita posición fiscal para gastar más, se debe pagar más por conseguir los recursos para hacerlo.
— Para impulsar estas iniciativas algunos miembros del Congreso han utilizado de argumento el descontento de la población con estas empresas y otras del sector privado. ¿Hay también una responsabilidad desde este sector por cómo nacen estas iniciativas y que tengan respaldo?
Completamente. Aquí hay una oportunidad para el sector privado y lo ves claramente en las empresas que comienzan a hacer anuncios sobre cómo están para ayudar y en qué forma podrían hacerlo. Hay una oportunidad porque la cantidad de gente sufriendo la crisis es grande. El pararse y reconocer qué puedo hacer dentro de mis capacidades, sin autoflagelarse, es una señal que das de que ahí estás para apoyar.
— Con todo este escenario, ¿las elecciones presidenciales del 2021 se tornan más riesgosas para la recuperación?
Veo con preocupación la incertidumbre que se suma a la pandemia, sobre todo si no vislumbramos a partidos que consideren que [las propuestas antitécnicas] no funcionan y que van a perjudicar a quienes más quieren ayudar. La gente no es tonta, entiende perfectamente cuando se le explican las cosas de forma clara. Todos los problemas sumados podrían retrasar aún más la recuperación del Perú, lo cual sería lamentable.
— Aún así, ¿nuestra capacidad fiscal se mantendrá fuerte?
El país comenzó con una base fiscal fuerte, y es momento de usar los ahorros fiscales como lo está haciendo. Vamos a observar deterioros importantes, pero no me preocupa mucho, porque es lo que hay que hacer en este momento. Lo que me preocupa es la forma de utilización del gasto. Se debe invertir en la gente, porque la población está tremendamente afectada, y en proyectos importantes de infraestructura con todas las medidas de precaución del caso. Reactivar los proyectos podría ser una muy buena canalización del gasto que contrarreste la disminución de la demanda agregada privada.
“No podemos hablar de distorsionar más el sistema, lo que se requiere es una reforma tributaria”.
— En cuanto a la recuperación macroeconómica y más allá de la incertidumbre, ¿qué posibilidades ve de que el Perú retome un mayor ritmo de crecimiento en el futuro? ¿Qué será clave para que ello ocurra?
Hay algo que es importante tener en cuenta. Las tasas de crecimiento aquí importan menos que el PBI per cápita. Lo que debemos ver es cuánto cae el ingreso por habitante y cuánto va a tardar en recuperarse. En mi opinión, eso irá bastante más allá del 2021. Esas son las condiciones que tenemos que considerar cuando se hace política pública. Si tenemos suerte, en el 2022 o 2023 podríamos llegar a recuperar eso. En paralelo, además, se va a dar un proceso de reestructuración económica en el mundo en el cual algunos sectores surgen y otros caen. Entonces, el crecimiento potencial del país se ha aplanado también. El punto es cómo recuperarlo, y para eso necesitas la mejora en la productividad en un nuevo sistema que ahora se está acomodando.
— El ámbito tributario fue puesto en agenda durante este período y se habló de una necesidad de crear impuestos a la riqueza o al patrimonio. ¿Le parece que funcionan este tipo de iniciativas?
No podemos hablar de un impuesto aquí o un impuesto allá. Se necesita una reforma general que permita e incentive el crecimiento de las empresas. Hay beneficios tributarios a empresas pequeñas que se vuelven una barrera para su expansión, porque no quieren crecer más y perder los beneficios tributarios. No podemos hablar de distorsionar más el sistema, lo que se necesita es una reforma, y un impuesto que no está suficientemente utilizado es el impuesto a la propiedad. No me gusta cuando se habla solamente de un impuesto versus otro.
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EL IMPACTO EN LA ECONOMÍA
— Considerando los últimos meses desde que empezó esta crisis y cómo el Perú la ha manejado hasta el momento, ¿qué considera que se hizo bien y en dónde hay oportunidad de mejora?
Siendo muy sincera, es casi imposible dar el balance final de cómo se manejaron las cosas. Estamos en tiempos sin precedentes. Es una crisis brutal en una economía que de por sí viene con muchas debilidades cuando esto la agarra. Es muy claro para mí lo que se hizo bien. Lo que se hizo mal es bastante más difícil porque todavía no tenemos el “qué hubiera pasado si no lo hacías”.
— En ese caso, ¿qué es lo que destaca?
El Perú fue uno de los países a los que felicitaron tremendamente por su rápida acción. Lo compararon incluso con EE.UU., donde vivo yo, en el que las acciones han estado completamente politizadas. En el momento en que se hacen las políticas fiscales y monetarias expansivas en el Perú, definitivamente son las correctas; nadie las juzgaría de otra manera. Pero el país se encontraba con un fuerte dilema: muy fuerte económicamente y muy débil estructuralmente. Hablamos anteriormente de los niveles gigantescos de informalidad en el país. En una presentación reciente, mostraba que el Perú —junto con México y Bolivia— está entre los países más informales en la región en términos de empresas. Entonces, cualquier política se continuará tomando en el marco de algo que es estructuralmente muy débil y que no se puede cambiar de la noche a la mañana. Ese es el punto de partida.
“El costo de esta crisis en pobreza y crecimiento es enorme. Con las proyecciones de este momento, el Perú ya retrocedió una década en las ganancias de reducir la pobreza”.
— ¿Estos problemas estructurales se evidenciaron en el alcance de las ayudas económicas?
Sí, tanto a familias como a empresas. Hubo discusiones de si ha sido efectiva o no la extensión de créditos a las empresas. Pero todo esto en un contexto en el que ya tenían acceso a obtener este tipo de transferencias quienes están formalizados y bancarizados, dos cosas que normalmente van de la mano, y así ellos han podido beneficiarse de las políticas mucho más rápido que aquellos que no lo estuvieron. Es fácil entender que una serie de estas políticas iban a tener problemas de llegar plenamente a la población —creo que eso se sabía y es esperaba—. Pero también es bastante difícil decir que esas políticas están equivocadas, porque, en mi opinión, lo que tienes que hacer es ir arreglando los procesos mediante los cuales las políticas permiten ayudar a la gente y a las empresas.
— ¿Qué políticas sí ves correctamente encaminadas?
Vengo siguiendo las políticas que se han dado a través del Banco Central de Reserva, tanto de disminución de tasas de interés, de encajes, de permitir la reestructuración de crédito o dar garantías, y puedo decir que van en la dirección correcta. Hay que tener en cuenta que, con el beneficio que han pasado algunos meses, los programas de garantía en América Latina y todos los países emergentes no están llegando al 100% a los más afectados. Eso tiene mucho que hacer con estos temas de informalidad y riesgo.
— Hubo mucha discusión sobre las garantías en un principio. ¿Para usted, el alcance de programas como Reactiva Perú es limitado por no dar la garantía al 100%?
Este problema no es del Perú solamente, se está discutiendo en toda Latinoamérica. Es un problema generalizado en países pobres con alta informalidad, en donde el riesgo de la pequeña empresa es tan grande que posiblemente la solución para llegar a ellos no es dar garantías [a créditos], sino directamente transerencias. El problema es fiscal. Ahí viene la otra parte del problema, ¿cuánto espacio fiscal tienes? El Perú ha sido muy afortunado en empezar la pandemia con un gran espacio fiscal. Por supuesto, lo ha ido gastando como corresponde. Pero al discutir sobre las garantías en el mundo en este momento, quizás la mejor recomendación cuando se quiera llegar a los más pobres, informales y microempresas, es que no se debe arriesgar la toma de decisiones del sistema financiero, sino que [el alcance] sea a través de bonos o transferencias. Es un problema fiscal: quieres llegar a los pobres sin comprometer la estabilidad del sistema financiero. Ahí depende de las espaldas fiscales de cada país, y el problema del Perú es hasta dónde avanza.
— ¿Teniendo en cuenta este espacio fiscal, sería posible, por ejemplo, que se otorguen bonos mensuales a la población vulnerable como propone el BCR, o que se extiendan transferencias a las empresas más pequeñas?
Definitivamente. Si estamos hablando de que a los más pobres se les financie a través del gasto fiscal, en vez de utilizar como vehículo a los bancos porque no tienen los incentivos para hacerlo y si lo hacen los estamos debilitando, entonces por supuesto que apoyo esa propuesta. Me parece que es lo correcto. Estamos aprendiendo en el camino, porque es una crisis completamente distinta. Felizmente el Perú tiene muy buen acceso a los mercados internacionales, mejor que nadie en este momento.
— ¿Ahí no existe el riesgo de sobreendeudarse?
Es un balance. Así como por un lado quieres llegar a los pobres pero al mismo tiempo no quieres tener una debilidad en los sistemas locales financieros, también quieres maximizar el beneficio que tiene el acceso a los mercados internacionales sin llegar a un sobreendeudamiento. Ahí se debe tener mucha muñeca en el manejo en la política pública y fiscal, especialmente. Pero el hecho de volver a la línea de crédito flexible [del FMI] es tremendamente importante. No es que necesariamente se vaya a usar, sino que tenerla le da un tremendo respaldo al Perú frente al mundo. Esta línea de crédito es un apoyo adicional a esas reservas internacionales, porque en cualquier momento se puede jalar los recursos sin pedirle permiso a nadie.
— Hubo críticas, de todos modos, porque siendo junio todavía hay parte de la población que no ha sido alcanzadas por los bonos. ¿Hay opciones a corto plazo para solucionar estos problemas?
Aquí la única solución es que la gente pueda tener rápidamente una forma de acceso. Irónicamente, los sistemas de identificación en el Perú son muy fuertes. El mundo completo se está moviendo hacia la digitalización, más que nunca. Es uno de los cambios que se está dando con más fuerza. TIenes la combinación del celular, por un lado, que tiene prácticamente toda la población peruana, y un DNI fuerte que abarca a enorme parte de la población. Con esos dos sistemas, el poder identificarte y el celular, la combinación podría generar una plataforma mediante la cual se llegue con transferencias. No funcionan las transferencias a través de colas en los bancos en épocas de pandemia. La solución, en mi opinión, va por el lado digital; tendría que haber cooperación pública y privada en este momento para que se puedan digitalizar los bonos, sean a personas o a microempresas, y que estos lleguen de forma rápida y segura.
— La poca bancarización también nos jugó en contra en este ámbito.
Es parte del mismo juego. Cuando uno habla de inclusión financiera, hay que agregarle la palabra digital. Si bien los bancos son la fuente más importante de inclusión y provisión financiera, esto abre la puerta para otros actores que pueden entrar a proveer pagos digitales, sin hablar de préstamos. Podrían entrar aquí entidades que no fueran necesariamente bancarias. Hay una tremenda oportunidad de que ese sistema pueda ser muchísimo más amplio. Uno de los problemas es que la población no está confiada sobre que puedan funcionar [estas soluciones digitales], pero en este momento la gente mide el no sentir la confianza de estos sistemas versus la necesidad de recibir estas transferencias, que es enorme. Hay un incentivo de beneficiarse al utilizar esta digitalización financiera. Para mí esa es la clave para llegar a los pobres y a la población en general.
— Esta informalidad que es un enorme costo ha implicado que muchos, por necesidad, rompan la cuarentena. ¿Hay posibilidad de mejorar este problema estructural en un contexto como el actual?
Estamos en un momento complicado para reformas porque además tenemos el proceso electoral que comienza pronto. Pasar reformas en periodos electorales es difícil. Pero soy más optimista, pienso que podría haber una agenda común e intenciones de resolver este problema por la demanda de la gente en que sea así. Si hay una demanda de la población porque está experimentando en carne propia lo que le cuesta la informalidad, si puede ver el costo-beneficio, hay oportunidad para estas reformas, porque así puede ser tomado por los partidos políticos. El costo de esta crisis en pobreza y crecimiento es enorme. Con las proyecciones de este momento, el Perú ya retrocedió una década en las ganancias de reducir la pobreza. Es una cantidad gigantesca por una crisis como esta. Creo que las condiciones se están dando como para que haya una oportunidad de llevar a cabo las reformas que el país necesita.
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