(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Enrique Castellanos

La semana pasada la agencia calificadora de riesgo rebajó la clasificación de la deuda peruana de A3 a Baa1. Más allá de lo confuso de la nomenclatura y el hecho de que seguimos siendo un país con grado de inversión, la deuda peruana no sufría una rebaja en su calificación crediticia en este siglo y la señal que envía a todos los inversionistas la mencionada rebaja es muy negativa y premonitoria de mayores deterioros para nuestra economía.

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En el mundo existen tres grandes agencias calificadores de riesgo: S&P Global Rating, Moody´s y Fitch Group. Estas empresas están encargadas de ponerle un ‘rating’ o nota a los bonos gubernamentales o soberanos, bonos corporativos, certificados de depósitos, entre otros títulos de deuda, con el fin de guiar a los inversionistas con respecto al riesgo crediticio de cada instrumento; en otras palabras, la probabilidad de que un bono en particular incumpla con el repago ya sea de intereses o del capital.

Mención especial merece el concepto de “grado de inversión” que manejan las clasificadoras de riesgo. Se considera que un bono o instrumento en general tiene esta categoría si su ‘rating’ es por lo menos Baa3 (según Moodys) o BBB- (Según S&P y Fitch). Si esto es así, se dice que la entidad detrás del instrumento tiene “una adecuada capacidad para cumplir con sus obligaciones financieras” y, en consecuencia, puede ser comprado por casi cualquier inversionista institucional en (compañías de seguros, AFP, fondo mutuo, etc.) en el mundo. Los bonos del gobierno peruano tanto en dólares como nuevos soles mantienen- por el momento – la categoría de grado de inversión, sin embargo, perder la misma es un escenario probable si la situación política y la incertidumbre generada continúan.

Tarde o temprano, los efectos de ésta u otras ulteriores rebajas en nuestra deuda soberana la sentiremos todos. Ello, debido a que la reducción en nuestra clasificación gatilla múltiples mecanismos de transmisión tanto económicos como financieros. Económicamente, el más obvio es la menor inversión (nacional y extranjera) que atraeremos, pues el país está ahora siendo percibido como una jurisdicción de mayor riesgo. Menor inversión se traslada a menor PBI, menor empleo, menores ingresos y más pobreza.

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Financieramente, la rebaja de la deuda llevará a una subida generalizada de las tasas de interés (corporativo como personal) y una mayor cautela por parte de los bancos al momento de otorgar préstamos. Y para muestra, el rating de la deuda de los principales bancos peruanos: Banco de la Nación, Scotiabank, BCP, BBVA e Interbank fue también rebajada la semana pasada, dado que la calificación soberana de un país funciona como un techo y ninguno puede tener mejor ‘rating’ que el país donde opera.

No menos importante, la rebaja en la calificación de la deuda peruana también genera un efecto riqueza, pues afecta a todos los títulos valores peruanos – bonos, acciones, fondos – por lo que afectará el valor de nuestros fondos de AFP, fondos mutuos locales, fondos de inversión, entre otros. Esta menor riqueza personal, a su vez, tendrá efectos en los patrones de consumo e inversión de todos los peruanos.

Entonces, nuestro actual gobierno se equivoca al decir que esto no es para preocuparse. Por el contrario, ¡es una bandera roja que flamea a los cuatro vientos que tenemos que corregir el rumbo ya! Es como si tuviéramos un hijo con fiebre y digamos, nada de que preocuparse, solo tiene 38 y aún está lejos de convulsionar. O, ahora en tiempos de Covid-19, que nuestro nivel de saturación baje a 94 y no nos preocupemos porque me han dicho que recién a partir de 91 lleve al enfermo al hospital. Los ejemplos anteriores grafican muy bien la situación: tenemos un problema y si no lo atacamos inmediatamente estamos mucho más cerca de empeorar que de curarnos solos.

La buena noticia es que todavía estamos a tiempo. Afortunadamente, treinta años de disciplina fiscal y monetaria nos han puesto es una – aún – sólida posición financiera. Esto último nos da cierto margen de maniobra si sabemos reaccionar con tiempo. Ojalá que el actual gobierno ya deje la etapa de negación y corrija el rumbo de sus políticas cuanto antes. Nuestro país está en juego.

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