(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
/ Giovanni Tazza

¡Siempre van a faltar! Será la respuesta de la mayoría de científicos, sean de las ciencias sociales, naturales o de las humanidades. Dicho eso, si de un año para el otro se duplicase el presupuesto disponible para lanzar concursos de proyectos de investigación, sin duda sería una gran noticia.

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El dinero está ahí, y ha estado ahí desde el superciclo de precios de recursos naturales: los dineros distribuidos a las universidades nacionales de las regiones donde se aprovechan recursos como los mineros o los de hidrocarburos. Medidos en precios constantes del 2008, se distribuyeron más de S/6.500 millones entre el 2008 y el 2020. De estos recursos, solo se gastó 36%, y quedaron así más de S/4 mil millones constantes del 2008 sin gastar.

En el mismo período, 2008-2020, Concytec recibió solamente poco más de S/1.200 millones constantes del 2008. Con estos números, se podría duplicar el presupuesto del Concytec y a las universidades públicas de las regiones perceptoras de canon de recursos naturales todavía les quedarían más de S/2 mil millones constantes del 2008 disponibles.

Algunos se preguntarán por qué se tendría que ejecutar un cambio en el destino del canon que hoy va a las universidades públicas hacia las arcas del Concytec. La razón descansa en la ambición nacional de promover un desarrollo económico sostenible.

Utilicemos la noción de sostenibilidad débil. Esta postula que el desarrollo económico que involucra el aprovechamiento de recursos naturales evite comprometer negativamente el capital total de una sociedad. Con este razonamiento, si se aprovecha el capital natural, como los recursos mineros o de hidrocarburos, una parte del fruto de esa actividad tendría que dedicarse a aumentar nuestro ‘stock’ de capital físico, como la infraestructura, o de capital humano, como la educación y la promoción de la creación de conocimiento a través de la investigación.

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De alguna manera, esta noción fundamenta que una parte de los recursos del canon se destina a las universidades públicas de las regiones concernidas. Pero tenemos que llevar la noción al cumplimiento de su finalidad: la investigación para la creación de conocimiento, innovación y fortalecimiento del capital humano, a través de la educación.

Si solo juzgamos por los montos que han estado disponibles y lo realmente ejecutado, vemos que hemos desperdiciado por lo menos una década de fomento a la investigación nacional.

La propuesta aquí avanzada no tiene por qué implicar que las universidades públicas de las regiones perceptoras no disfruten de los recursos del canon. Todo lo contrario, ya que resultarían beneficiadas en los concursos de proyectos de investigación, pero en asociación con otras universidades del país, e incluyendo el financiamiento de maestrías y doctorados para investigadores jóvenes.

*La autora es directora del Banco Central de Reserva del Perú (BCR). Las opiniones vertidas son estrictamente personales.

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