Una pequeña ciudad coexiste en uno de los extremos de Villa El Salvador. Atrapada por los altos cerros del sur y los rieles de un –ahora moderno– tren eléctrico, un mítico parque industrial se erige casi como refugio de hombres y mujeres que decidieron hacer empresa. Las calles, llenas de galerías, exhiben sus mejores muebles y calzados, todos trabajados en talleres ubicados en la misma zona y que nunca se han detenido. Hasta ahora.
El estridente sonido de las sierras cortando la madera ya no se oye como antes. Los talleres están vacíos, la producción bajó dramáticamente; todo cuando la pandemia comenzó. “Hemos pasado crisis y pudimos darle vuelta, pero esto ha sido brutal. Nos hemos quedado sin ingresos”, cuenta Luis Porfirio Marín, dueño de la empresa Marllan EIRL que tiene más de 10 años en el parque.
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En su taller se fabricaban muebles y mostradores que luego serían utilizados por las cadenas de supermercados para exhibir los productos. “A inicios de este año gané una licitación con una cadena de supermercados para la remodelación de tres tiendas. Compré material para cumplir con el pedido; pero con el inicio de la pandemia lo suspendieron. Ellos no tienen la culpa, nadie esperó esta crisis”, dijo en diálogo con El Comercio.
Veinte trabajadores -entre contratados y personal no fijo- eran necesarios para cumplir con dicha orden de compra. Hoy, con solo tres personas en el taller, está retornando al negocio de la fabricación de camas y muebles. “Tenemos que reinventarnos. ‘Cambiar de caballo’, sin abandonar lo nuestro que es la madera. Estamos incluso postulando a contratos con el Estado”, agregó.
Sin embargo, en la tramitología y los requerimientos mínimos, la empresa de Porfirio Marín quedó descalificada. “Somos microempresa. Abren la convocatoria y nos piden maquinaria que a veces no tenemos. Nosotros vemos que la única opción que hay hoy es trabajar para el Estado, porque no hay otro camino ahorita”, acotó.
Joselis Guerrero, dueño del taller Joguma SAC, también tiene un taller de carpintería en el parque desde hace 25 años en donde se producen muebles de dormitorio. Su taller hoy solo opera con 4 personas de las más de 12 que diariamente acudían a trabajar. “Estuve apoyando a algunos trabajadores, pero tampoco he podido”, comentó.
El también presidente de la Asociación de Empresarios del Parque Industrial (Apemives) espera articular esfuerzos con el Ministerio de la Producción y así buscar una solución a la caída en sus ventas.
“Nos han ofrecido acceder al Reactiva Perú. Suponiendo que superemos las barreras para el crédito y accedemos al mismo, ¿qué hacemos con lo producido si no tenemos quién nos compre ahora? Las ventas entre los clientes han caído. Creemos que la única solución es incorporarnos a las compras estatales”
De 1.000 a 24 pares
La máquina que tiene José Carrillo, dueño de la marca de calzados Kapaso, tiene la capacidad para producir hasta mil pares por día. Hablamos de zapatos que luego se exportan, se venden en las tiendas de la galería o se fabrican a pedido para corporaciones.
“Hoy hemos bajado a 24 pares. Realmente, los hacemos para exhibir y para que no se malogre la máquina”, cuenta desde su taller. En un mes normal de ventas, la empresa lograba ingresos por S/30 mil, pero ahora –sin exportación y sin contratos– comenta que se ha reducido a cerca de S/5 mil.
La afluencia de compradores también se ha reducido. “Acá llegaban muchos clientes desde Surco, incluso de Lima norte. No solo de Villa El Salvador. Todo eso ha bajado, la venta no es la misma de antes”, cuenta María Isabel Franco, propietaria de la tienda de calzado Luhanna Shoes.
La tienda de María Isabel, hoy luce vacía. Sus productos, según comenta, se ofrecen con descuento; buscando “vender la producción que queda”. La campaña escolar, una de las más fuertes para la tienda, representó una pérdida.
“Todo lo que son zapatillas para colegio se han quedado. Igual la campaña por el Día de la Madre. Estamos intentando venderlo con descuentos de un 70%. Lo que no logremos vender, tendremos que guardarlo para la campaña del próximo año”, explica.
Para una zona como el parque industrial, que por años ha tenido al boca a boca como la mejor publicidad, una pandemia es la peor de las crisis. Solo les toca reinventarse y esperar que la demanda despierte y, con ello, el parque y su producción vuelvan a andar.
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