Desde que empezó la pandemia, quizás un poco antes, la virtualidad me ha permitido conversar con muchos jóvenes en distintas partes del país que buscan en mí una reflexión o consejo para orientar sus intereses y deseos por resolver problemas públicos, y que ven en la administración pública una oportunidad para contribuir con el desarrollo de nuestra sociedad. Confieso que estas conversaciones me emocionan porque veo ese brillo en los ojos que refleja vocación de servicio, aquello que he visto en muchas personas en el sector público.
Los jóvenes siempre inician este diálogo con un ejemplo de descontento por algún servicio público que no ha funcionado, pasando por la emergencia sanitaria, la corrupción y la indolencia, la falta de liderazgo público y privado, y sus ganas de cambiar las cosas si trabajan en el Estado.
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Como respuesta, siempre les digo que comparto esta sensación de descontento, pero que, sin embargo, tengo muchas historias que confirman lo contrario, y lecciones para actuales y nuevos gestores públicos, escritas por los propios servidores públicos.
¿Cómo hacer que todo el aparato estatal sea eficiente y eficaz? El combate a la corrupción, el gobierno digital, la simplificación de trámites, la participación ciudadana son elementos necesarios, pero no suficientes. El Estado está conformado por personas con las mismas aspiraciones y dificultades que las nuestras. Los servidores públicos también se han enfermado y han perdido familiares en esta pandemia, y han trabajado con restricciones para mantener los servicios públicos funcionando. Les hemos dado nuestras quejas, ¿pero les hemos dado las gracias? Dirán que era su trabajo, pero pudieron no hacerlo.
Lo que he aprendido en estos 17 años en la organización del Premio a las Buenas Prácticas de Gestión Pública es que las personas en la gestión pública son capaces de generar innovaciones si existe un ambiente al interior de sus organizaciones que reconoce dichos esfuerzos, y que los grandes saltos en la mejora de los servicios se producen cuando se alientan interacciones abiertas, con grupos diversos pertenecientes a la organización o fuera de ella, incluyendo a las partes interesadas, y se busca consensos a pesar de las diferencias.
En épocas electorales, es usual que quienes candidatean a ocupar el sillón presidencial o sus equipos técnicos resalten todo lo malo del Estado, pero ¿alguno está pensando en los recursos humanos más allá de los lugares en donde laboran o los regímenes de contratación? ¿Alguno reconoce también lo bueno que han hecho estas personas? Porque reformar el aparato estatal requiere liderazgos trasformadores que no castiguen innecesariamente, sino que aliente a que siempre se puede hacer algo mejor, que imponga retos, pero también comparta los éxitos y fracasos, con todos, incluso con la ciudadanía.
Hoy en el Día del Servidor Público, saludo a las mujeres y hombres de la gestión pública nacional, regional y local que han hecho posible 218 buenas prácticas para servir mejor a las personas. Y también a todos los servidores públicos invisibilizados que optan día a día por hacer patria a pesar de las dificultades.
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