Toda empresa incluye un riesgo, pero cuando se habla de un proyecto cultural, el riesgo parece multiplicarse. Por eso, cuando una iniciativa que involucra las danzas o las artes plásticas logra sobrevivir esos tres primeros años –conocidos como el valle de la muerte- y comienzan a crecer, es válido preguntar el cómo.
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Un caso emblemático es el de D1, asociación civil orientada a la transformación social y a la promoción cultural que el año pasado ganó la categoría cultura, el premio al Espíritu Emprendedor y el gran premio a la Creatividad Empresarial.
Se le premió por “desarrollar la autoestima, capacidades y liderazgo en jóvenes de zonas vulnerables mediante la danza como una herramienta de cambio social”.
MODELO DE NEGOCIO
Si bien D1 inició actividades con el proyecto social Ángeles, casi 10 años después el concepto es sostenible porque se han desarrollado y potenciado dos ejes más: la escuela de baile y la productora. Según Vania Masías, fundadora de D1, “con los tres ejes, en el 2013 se ha llegado a impactar a 200 mil personas y han sido formados más de 1.000 niños y jóvenes”.
Sobre el modelo de negocio, Masías explica que el año pasado facturó cerca de S/.3 millones; el 70% proveniente de los ingresos de la escuela y el 30% en auspicios (principalmente de Repsol y Coca-Cola).
INNOVACIÓN
Vania Masías dice que hace 10 años no había escuelas de danzas multidisciplinarias y un gran problema para su proyecto era no encontrar fácilmente formadores o educadores en esas áreas. “Pero lo que era una necesidad se convirtió en una oportunidad porque tuve que traer a los formadores [del exterior]”, comenta.
Entre las oportunidades que observa ahora Masías está que cada vez más empresas quieren demostrar que se encuentran más alineadas con la innovación y que eso implica invertir en actividades culturales más audaces.
“Nos hemos convertido en un polo creativo, de generación de ideas, miramos lo que pasa en el mundo y lo que pasa acá”, añade.