Sin lugar a duda, el 2023 ha sido un año de transformaciones significativas en el escenario económico y financiero mundial. Navegando entre la recuperación pospandemia y la incertidumbre geopolítica, muchos inversionistas institucionales hemos visto cómo la economía ha enfrentado desafíos y oportunidades bastante únicas.
La recuperación, aunque prometedora, ha sido desigual. En la misma línea, países desarrollados avanzan hacia la estabilidad, mientras que las economías emergentes luchan contra recesiones y una inflación persistente. Este desequilibrio no solo plantea un desafío económico, sino también social, aumentando las tensiones geopolíticas que nos llevan a repensar las interconexiones económicas entre los distintos mercados globales y el frágil equilibrio que se ha logrado poscrisis financiera. Aún estamos en proceso de digerir y ver los resultados y consecuencias del experimento económico más grande de la historia.
La inflación, ese impuesto velado a los menos afortunados, ha sido una constante en este tiempo, afectando tanto a economías desarrolladas como emergentes. Su gestión ha requerido un equilibrio delicado entre estímulos económicos y políticas monetarias restrictivas, un malabarismo que ha tenido importantes implicancias globales y locales.
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Hablamos constantemente del poder disruptivo de la tecnología en los mercados y la economía. En ese frente, por ejemplo, las ‘fintech’ han continuado creciendo. No obstante, el crecimiento acelerado ha desafiado a reguladores y legisladores, que buscan armonizar la innovación con la protección al consumidor y la estabilidad financiera. Aquí yace una de las grandes oportunidades que mencioné al inicio: integrar a millones al sistema financiero formal, impulsando microseguros y micropensiones, una iniciativa que exige un cambio regulatorio significativo y colaboración entre sectores.
Si hablamos de las AFP, el sistema de pensiones ha enfrentado retos sin precedentes en la era digital. La implementación de tecnologías como la inteligencia artificial y el ‘blockchain’ promete eficiencia y transparencia, pero no sin sus propios dilemas de seguridad de datos y exclusión financiera.
Un tema crucial y recurrente en el año ha sido la densidad de cotización en los fondos de pensiones. En ese sentido, la educación financiera se convierte en un pilar esencial para entender la importancia del ahorro constante. Un enfoque más claro sobre la correlación entre aportes regulares, rentabilidad y la pensión final podría transformar la percepción y la realidad de las jubilaciones futuras.
En resumen, el 2023 ha sido un año de aprendizaje y adaptación. La economía global, en su constante evolución, nos recuerda la importancia de políticas inclusivas y colaboración internacional. La tecnología, aunque es un catalizador de cambio, debe integrarse con una visión ética y regulada. La conclusión es que el futuro nos exige contar hoy con una perspectiva equilibrada y una constante reevaluación de nuestras estrategias económicas y financieras.