"Los dos últimos años han sido difíciles para la gestión de los portafolios", afirma el ejecutivo. (Foto: USI)
"Los dos últimos años han sido difíciles para la gestión de los portafolios", afirma el ejecutivo. (Foto: USI)
Juan Pablo Noziglia

Desde que comenzó la pandemia, las devolvieron cerca de S/146 mil millones de los fondos de pensiones, el equivalente a 12 mil conciertos de Bad Bunny o casi seis Refinerías de Talara. Durante los seis procesos de retiros que se aprobaron, todos los afiliados que solicitaron su dinero pudieron volver a tener sus aportes y rentabilidad ganada en sus cuentas bancarias, a pesar de que más de un “especialista” cuestionó la capacidad de los fondos de cumplir con los plazos. La devolución ha sido la evidencia de que sus fondos fueron intangibles durante muchos años.

A pesar de la oportuna gestión de las devoluciones, las consecuencias de estas decisiones elevaron exponencialmente la posibilidad de que muchos trabajadores se jubilarán, en el mejor de los casos, con una pensión baja o, en muchos otros, sin pensión.

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Muchos deben haber escuchado a los llamados “gurús” económicos mencionar que el 2022 es un año distinto. No hacía falta ni siquiera ver las noticias, bastaba con sentir el efecto en nuestros bolsillos. En el transcurso del año, empresas y personas han sentido sus ingresos más ajustados, y lo hemos podido notar de diversas maneras en nuestro día a día.

A pesar de que, en foros digitales como Twitter, muchas personas cuestionen que “aquí no pasa nada” por el aparente aumento del consumo en sectores como el entretenimiento, cuyo furor se pudo ver en la venta y reventa de entradas a conciertos a precios exorbitantes, es evidente que algo está sucediendo en la economía y que este año no ha sido normal.

¿Pero por qué este es un año atípico? Fuera de las razones obvias asociadas a los temas de la pandemia, el principal impacto que hemos visto este año ha sido la inflación. Para ponerlo en un ejemplo cercano a nuestro paladar, el economista Carlos Casas en un artículo publicado en julio, evidencia el aumento del precio del pollo a la brasa. Antes se ubicaba en un rango entre los S/50 y 55 y en ese momento oscilaba entre los S/65 y 70. Hoy me atrevería a sumarle a ese cálculo entre S/7 y 10.

Esto se explica porque el mundo se enfrenta a un proceso de normalización de política monetaria. En sencillo, los bancos centrales alrededor del mundo están retirando “plata barata”, subiendo sus tasas de interés al ver que la inflación ha vuelto con una furia histórica similar a la de los años ochenta. Además, está impulsada por la caída de las cadenas de suministro durante la pandemia, los incentivos fiscales sin precedentes de los gobiernos, el alza del petróleo y los alimentos a raíz de problemas geopolíticos y ambientales, y el uso importante del ahorro y del crédito.

En esa coyuntura adversa, la inflación es un impuesto que afecta a los peruanos de menos recursos. El hecho que el precio del menú haya subido entre 10% o 20% probablemente molesta a un ejecutivo con capacidad de gasto más amplia, pero realmente no afecta su patrón de consumo. Para un trabajador que recibe sus ingresos por jornada laboral o que tiene un sueldo cercano al mínimo este aumento de precios puede significar la diferencia entre el pasaje del día o ajustarse la correa y saltarse una comida.

Los mercados financieros no han sido ajenos a estos ajustes. Más que llenarlos de números y aburrirlos, los invito a revisar los siguientes cuadros que dejan claro que no es un año normal bajo ningún concepto.

¿Y los retiros? Pongámoslo en contexto, los fondos de pensiones vienen devolviendo alrededor del 50% de los activos gestionados entre las diferentes alternativas de retiro. Esto significa que se ha inyectado a la economía 146 mil millones de soles en los últimos dos años, sumémosle los 9,600 millones de soles por la liberación de la CTS y cerca de 26 mil millones de soles por bonos y transferencias del Estado. Con todo ello podemos tener una foto de lo fuerte que ha sido el impacto en la economía.

En uno de los peores años para los mercados financieros a nivel global, se ha tenido que salir a vender activos para cumplir con las solicitudes de retiros promovidos por el Congreso y el Ejecutivo. Sin duda el ‘timing’ no ha sido el mejor bajo ningún concepto y uno de los efectos que más preocupa es que hoy los portafolios están en un proceso de acomodarse para poder ganar liquidez sin sacrificar el balance del binomio rentabilidad/riesgo. En el interín, no debe ser menos importante alertar que más de 2 millones de afiliados tienen 0.00 soles en sus cuentas para su jubilación.

Los dos últimos años han sido difíciles para la gestión de los portafolios, en tiempos en los que los distintos agentes han tomado las decisiones que pensaron eran las mejores en su momento. En ese contexto, las AFP se han adecuado a los golpes de timón que se dieron en cada una de las normas y cambios regulatorios. Las necesidades que nacieron a raíz de la pandemia obligaron a muchos peruanos a preferir “pájaro en mano que cien volando” y sacrificar su ahorro pensionario. Para muchos, del total que retiraron de sus fondos de pensiones, sólo una tercera parte provino de sus aportes y las otras dos, de la rentabilidad generara por las inversiones de los fondos de pensiones. Pero no debemos olvidar que ese consumo presente ha implicado que se deje de lado el consumo futuro, al mismo tiempo que crece el riesgo de quedar desamparados durante la jubilación. Miremos hacia adelante con esperanza, pero no olvidemos que lo que hacemos hoy tiene implicancias en el futuro, así uno se diga todas las mañanas al espejo: ¡YOLO! (”You Only Live Once”, por sus siglas en inglés y “Solo se vive una vez”, en español).

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