En el Perú, el número de jóvenes entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan (Ninis), ha crecido significativamente desde la pandemia. Hoy suman 1,2 millones, 300 mil jóvenes más que en el 2019. Este incremento está vinculado principalmente a una caída en la participación laboral juvenil. Es decir, no solo hay más jóvenes que no estudian ni trabajan, sino que tampoco buscan empleo (Nininis). Esta situación plantea serios desafíos, no solo para el presente de los jóvenes, sino también para el desarrollo del país.

Brechas de capacidades

Uno de los factores que ha agravado esta situación es la dificultad para acceder a la educación superior. Durante la pandemia, según el Minedu la tasa de deserción en universidades privadas -donde estudian 3 de cada 4 estudiantes universitarios- se elevó de 4% en 2019 a 22% en 2020. Además, un bajo nivel de ingresos dificulta el tránsito de los jóvenes que culminan la educación secundaria hacia programas universitarios o técnicos. Así, mientras que más del 43% de los jóvenes entre 15 y 19 años de los hogares de mayores ingresos acceden a la educación superior, solo 23% de jóvenes en los hogares más pobres lo logran. Esto representa una barrera para competir en el mercado laboral.

Otra razón para la baja participación laboral juvenil es la desconexión entre las capacidades y habilidades que los jóvenes adquieren y las que las empresas demandan. La oferta educativa no siempre está alineada con las necesidades del mercado. Por ejemplo, según la Encuesta de Demanda Ocupacional (EDO) 2024, el 25% de los puestos demandados para profesionales universitarios son en administración. Ello contrasta con que solo un 8% de los programas universitarios disponibles corresponde a esta profesión, según el portal Ponte en Carrera del Minedu.

“Reintegrar a los jóvenes al mercado laboral requiere cerrar brechas educativas y de habilidades para el trabajo”.

Además, la era digital ha impuesto nuevas exigencias. Según la EDO, el 80% de las empresas que crean nuevos puestos demandan al menos una competencia digital. Sin embargo, solo el 28% de la población peruana cuenta con habilidades digitales básicas, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). A ello se suma que el 82% de las empresas requiere algún tipo de experiencia laboral previa, un requisito que es difícil de cumplir para quienes recién ingresan al mercado, creando un círculo vicioso de falta de oportunidades.

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Precarización del empleo

Las condiciones de trabajo se han deteriorado, especialmente para los jóvenes, desincentivando su participación laboral. En efecto, el Perú se ubica en los últimos lugares del Índice de Mejores Trabajos para jóvenes del BID, junto a países como Nicaragua y Guatemala. Este rezago responde principalmente a la baja calidad de los empleos que ocupan los jóvenes peruanos, una situación que se ha agravado durante la última década en mayor magnitud que en el promedio de la región.

Un reflejo de esto es la alta informalidad juvenil (79%), muy por encima de lo registrado en adultos (69%, para los de 30 a 45 años). Incluso aquell

os que logran acceder a empleos formales enfrentan dificultades para mantenerse en esa situación: 1 de cada 4 jóvenes (24%) en empleos formales cae en la informalidad de un año a otro y no logra mantener su empleo. Esta proporción es mayor que para los adultos (17%) y ha aumentado frente a la cifra prepandemia (20%). Además, en 2023 las remuneraciones que perciben los jóvenes recién egresados de educación superior se redujeron 13% en términos reales en comparación con el promedio 2016-2019.

Reintegrar a los jóvenes en el mercado laboral requiere cerrar las brechas educativas y de habilidades para el trabajo, además de mejores condiciones para el empleo juvenil. Tanto el BID como el Banco Mundial coinciden en que la capacitación académica y laboral debe alinearse con las necesidades del mercado. Asimismo, generar más oportunidades laborales, empleos de calidad y elevar los ingresos de los trabajadores depende de un mayor impulso a la inversión privada y de la productividad.


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