El pasado jueves falleció William Baumol, economista distinguido de la Universidad de Nueva York. Su huella intelectual es enorme y deja lecciones fundamentales para el Perú en un momento en el que la economía peruana enfrenta retos importantes para elevar su crecimiento.
Baumol es conocido principalmente por la “enfermedad de los costos”. En los años sesenta, el economista observó que mientras la mayor productividad permitía comprar ciertos bienes, como automóviles más baratos, los consumidores gastaban cada vez más en un corte de pelo, por ejemplo.
La respuesta yace en que si una industria incrementa su productividad, esto le permitirá reducir sus precios al mismo tiempo que incrementa el pago a sus trabajadores; en cambio, una industria que no incrementa su productividad necesita elevar sus precios para poder incrementar sus salarios, o de otra forma esos mismos trabajadores migrarán a las industrias donde se les paga mejor.
Las implicancias para el Perú, un país con baja productividad y en la que buena parte de su masa laboral es informal, son muy importantes. Incrementar la productividad en ciertas áreas de la economía, además de promover la formalización, tiene efectos externos en otros sectores.
Un sector exportador de alta productividad no beneficia a unos pocos, como a veces se señala en nuestro país, sino que genera bienestar para la mayoría de trabajadores a lo largo de la economía. De ahí la importancia de la minería para el desarrollo del país, incluso si al mismo tiempo es necesario promover el desarrollo de otros sectores a través de la diversificación productiva.
Otra contribución es la referente a “mercados contestables”. Baumol observó que en ciertos mercados, pese a contar con pocas empresas, éstas se comportaban de manera competitiva en vez de oligopólica.
Su explicación se centró en la amenaza de competencia: aunque son pocas, las empresas deciden comportarse de manera competitiva para evitar que nuevos competidores entren al mercado—si las empresas decidieran abusar de su posición crearían incentivos para que nuevos competidores aparezcan. Esto significa que son las barreras de entrada y de salida, entre otras características, las que generan los efectos positivos identificados con la libre competencia.
Lamentablemente, en el Perú se tiende a asociar competencia con el número de empresas en el mercado. Cuando en 2012 se buscó generar mayor competencia en el Sistema Privado de Pensiones (SPP), por ejemplo, se puso mucha atención en atraer nuevos competidores. El nivel de competencia en este mercado, sin embargo, ha estado muy por debajo de lo que los impulsores de la reforma esperaban: la entrada de AFP Hábitat se dio al mismo tiempo que AFP Horizonte era absorbida por dos competidores. Quizá la reforma del SPP, de haberse enfocado en contestabilidad en vez de número de empresas, habría conseguido mejores resultados.
Aunque la enfermedad de costos y los mercados contestables son sus dos ideas más famosas, el legado de Baumol no se limita a estas, desde luego: de su análisis de las transacciones de dinero, a su estudio de problemas distributivos y emprendimiento, la marca que deja en la economía es profunda y, por sobre todo, duradera. Prueba de ello es que economías como la peruana todavía necesitan de importantes reformas que incorporen ideas que el propio Baumol exploró con lúcida claridad hace ya cincuenta años.