Siendo niño José María Arguedas se identificó con la cultura andina; sus gustos y preferencias fueron moldeados por ella. Por ello se diferenció de sus familiares, insertados más en el mundo criollo-misti. Como persona sensible que era, comprendió muy pronto la irracionalidad de los prejuicios ancestrales del mundo criollo hacia el mundo quechua. Entendió que solo ideas absurdas impedían apreciar todo el caudal que poseía la cultura andina, e imposibilitaban el enriquecimiento de la cultura nacional.
Cuando comienza a escribir decide tratar de reparar este error. Sintió que podría hacer visible este mundo desconocido o despreciado, ser su vocero, y cambiar el desdén en admiración. De ahí su entrega absoluta e indesmayable a este proyecto. Arguedas abrigaba la esperanza de que su labor ayudase a que ese mismo pueblo andino pudiese expresarse directamente e irradiar por sí mismo sus valores a la sociedad general.
Tuvo el acierto de luchar, principalmente, en el plano de la cultura, usando la potencia de la experiencia estética, de la belleza. Mientras nos ofrecía narraciones y poemas de belleza incuestionable, nos mostraba la fuente de inspiración de todo ello, nos mostraba al pueblo andino creador de arte. Lo hacía a través de sus trabajos etnológicos, de las recopilaciones que no se cansaba de realizar y registrar.
Arguedas formaba archivos. Difundía entusiastamente sus constataciones en innumerables publicaciones, periodísticas o académicas. Buscaba empoderar a las poblaciones sojuzgadas elevando su autoestima con las herramientas que tuviera a mano. Estaba seguro, repetimos, de que una vez libre, despojado de las imposiciones y ataduras coloniales, ese pueblo andino mostraría por sí mismo la fuerza de su cultura y serviría de inspiración a propios y extraños.
PElÍCULAS DE GESTA
Hay un artículo suyo de 1957, “Películas de gesta”1, que así lo demuestra. Se refiere a unos documentales que pudo apreciar en el Cusco sobre fiestas de labranza, corridas de toros, danzas tradicionales, canciones, etc., creadas por los integrantes del Cine Club Cusco. Menciona a Andrés Alencastre, Manuel Chambi y Eulogio Nishiyama. El lenguaje cinematográfico lo impactó de tal modo que despertó muchas esperanzas suyas con respecto a las metas de su proyecto de escritor, a su rol en él.
De vuelta a Lima, escribió lo siguiente en este suplemento: “A pesar de haber encontrado en la obra de los mestizos rasgos auténticos del pueblo quechua, aprendidos o tomados por contagio en la niñez, sabíamos que alguna vez, la propia multitud indígena se comunicaría con el mundo en forma más cabal, directa o íntegra. ¿Cómo y cuando? Era una esperanza al mismo tiempo firme y difusa. Sabíamos que nosotros, los mestizos, le abriríamos el camino, le daríamos la oportunidad”.
Esos documentales, continúa Arguedas, permiten apreciar ya, directamente, los elementos primarios humanos y cósmicos que contienen las manifestaciones culturales del pueblo quechua. Termina asegurando que “películas como las que me atrevo a comentar han de formar la levadura, los elementos primarios, el instrumental informativo, el suelo sobre el cual podrá edificarse una gran cinematografía peruana, la más original y artística del nuevo mundo. Si la máquina no ha matado hasta entonces el corazón sobre el cual sería posible edificarla”.
Es interesante destacar que lo último no se refiere a la tecnología moderna, sino al uso frívolo de ella, a aquel uso en el que desaparece el “alma”.
UNA ESPERANZA FIRME Y DIFUSA
Hoy 2 de diciembre se cumple 50 años de la muerte de Arguedas, estas intuiciones suyas, esa esperanza suya, “firme y difusa” al mismo tiempo, de que el mundo indígena irrumpiese y moldease la cultura nacional se ha realizado, como tantas otras intuiciones. Lo comprobamos al apreciar la proliferación de valiosísimas películas de factura andina, reconocidas en todo el mundo. Y, en realidad, se comprueba, asimismo, en tantas otras producciones culturales modernas. En ellas se advierte inconfundible la potente matriz cultural originaria.
Gonzalo Portocarrero opinaba que José María Arguedas llegó a apreciar, antes de morir, la transformación descolonizadora del sentido común y los límites de la pretendida homogenización cultural criolla. Más aún, nos asegura Portocarrero que, con el paso de los años se comienza a comprender que el retorno de lo indígena es un dato inapelable y que “después de Arguedas es imposible imaginar el Perú fuera de una revaloración de lo indígena”2.
Más Datos
Los últimos días y un libro
- La partida: El 28 de noviembre de 1969, José María Arguedas se disparó un balazo en la sien, en un baño de la Universidad Agraria donde era profesor; cuatro días después, el 2 de diciembre dejó de existir .
- El testimonio: A su muerte, Arguedas dejó inconcluso su último libro, una especie de memoria novelada ambientada en Chimbote que se editó póstumamente en 1971, con el título de El zorro de arriba y el zorro de abajo.
1. El Dominical de El Comercio, 17 de noviembre de 1957.
2. Portocarrero, Gonzalo, La urgencia por decir “nosotros”. Los intelectuales y la idea de nación en el Perú republicano, Lima: PUCP, 2015, p. 314.
LA RUTA DE ARGUEDAS
En la calle de Lima 420, en Puerto Supe (Barranca), se encuentra la casa donde pasó los veranos desde 1943 a 1963. Con su esposa Celia Bustamante y cuñada Alicia Bustamante, recibían la visita de Fernando de Szyszlo, Blanca Varela, Emilio A. Westphalen y otros artistas amigos.
Camino a Puquio (Ayacucho) hay un desvío que lleva a San Juan, distrito de la provincia de Lucanas, riquísimo asiento minero de oro y plata. En el jirón San Martín, esquina de la plaza de Armas, está la casa donde vivió durante su infancia. Fue aquí donde sufrió el abuso y desprecio de su madrastra y convivió con los indígenas.
De niño recorrió 200 pueblos con su padre, un abogado errante sin residencia fija. Estas rutas son narradas en Los ríos profundos. Huaytará, Coracora, Puquio, Andahuaylas y Yauyos son algunos de los pueblos que menciona.
Puquio y los ayllus. En Yawar fiesta describe el pueblo de Puquio ubicado “entre alfalfares, chacras de trigo, de habas y cebada, sobre una lomada desigual”. También ubica tres ayllus que se ven desde el abra de Sillanayok’: Pichkachuri, Kayau y Chaupi.