Algunas anécdotas sobre Martín Adán
Algunas anécdotas sobre Martín Adán
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA )

Rafael de la Fuente Benavides o Martín Adán (algunos dicen que no simpatizaba con este seudónimo) fue un personaje original además de uno de nuestros más finos poetas. De él se han contado mil anécdotas.

Un solitario en el bar


Bebió con avidez desde su juventud. Se dice que algunos de sus poemas los escribió en servilletas  del bar Zela y que su amigo Juan Mejía Baca lograba recoger. Se sabe que ingresó por propia voluntad al Hospital Larco Herrera en varias ocasiones, donde lo trató Honorio Delgado, quien lo alentó a concluir  allí su tesis “De lo barroco en el Perú.


“El Dominical” conversó con Oswaldo Reynoso, quien subrayó antes un dato importante: “Yo leí ‘La casa de Cartón’ y todo lo que he escrito tiene su huella…”. 
Reynoso nos remite a algunas anécdotas que recoge  puntualmente en su libro “Arequipa lámpara incandescente”.  Cierta vez el entonces joven narrador logró que el gran poeta leyera su libro “Los inocentes”. Tras revisarlo, siempre a su estilo, Martín Adán le dijo: “La lectura de su libro ‘Los inocentes’ me ha dado miedo. Miedo por  usted: un escritor como usted va a sufrir mucho en el Perú”. Reynoso relata: “Caminé hacia mi mesa  (en el bar Palermo)y de pie frente a mis amigos les prometí: Yo no seré como Martín Adán. Resistiré. Nadie me abatirá”.


Reynoso cuenta, además: “Una madrugada en La Colmena, Martín Adán, ebrio, se abrazaba a un poste para no caerse de bruces sobre el asfalto. Un hermoso joven negro, vestido pobremente, lo sostenía. Me acerqué y en tono violento le dije que no lo bolsiqueara. El joven, me dijo, soy su amigo y lo voy a llevar a su hotel. De su casaca sacó su libreta electoral y me la entregó. Confíe en mí, profe, yo lo conozco a usted, me dijo...Tomé nota de su nombre y domicilio y le devolví su documento. Es Martín Adán, le dije, cuídalo. Sosteniéndolo por el brazo, me dijo: Sí, ya sé, profe, pero él me ha dicho que lo llame ‘Rafael’. Es muy bueno. Yo lo estimo. Semanas después ese joven fue a buscarme al Palermo. Me llevó a un bar muy antiguo en el Monserrat casi frente a la Comisaría. Por respeto a Martín Adán, nunca he contado ni contaré lo que me relató ese joven”.

 Un trabajo fugaz


Gregorio Martínez cuenta en “Travesía de Extrabares” (“Libros y Artes”, nº28-29) que Adán mantenía una aristocracia en las formas, “como cuando en 1934 su tío, Óscar R. Benavides, entonces mandamás en Palacio de Gobierno, lo envió como gerente al Banco Agrario de Arequipa”.  Esa fue la única ocasión en que trabajó durante su existencia. Martínez narra la experiencia:  “Había muerto el gerente del Banco Agrario de Arequipa, un miembro de la rancia aristocracia local. El presidente Benavides aprovechó para colocar en ese puesto a su joven y brillante sobrino... Cuando se enteraron los Ballón, los Goyeneche, los Ricketts, se sintieron ofendidos... El día de su arribo los acartonados funcionarios del banco lo rodearon en silencio. Uno de ellos tomó la palabra y dijo: ‘En nombre de los dignísimos funcionarios de este banco y de las personalidades notables de Arequipa, quiero preguntarle, doctor Rafael de la Fuente Benavides, cuál es su programa gerencial’. Martín Adán se empinó por encima de ellos con todo el empaque de su apostura...y les respondió: ‘Señores, yo he venido con el exclusivo objeto de hacerlos a ustedes cojudos. Ahora vuelva cada uno a su puesto’. Al cabo de unos meses renunció a la gerencia y nunca volvió a desempeñar otro trabajo”.
El manicomio o palacio.

Martín Adán tampoco se sentía fascinado por el resplandor del poder. Cuenta el poeta y periodista Pedro Escribano en “Rostros de memoria - Visiones y versiones sobre escritores peruanos” que Martín Adán vivía en el hospital Larco Herrera y que todo iba bien hasta que su primo José Luis Bustamante y Rivero llegó a la presidencia en 1945.  El nuevo gobernante debía reunir a sus ministros y colaboradores. “Alguien le recordó que tenía un primo poeta y que sería un buen jefe de prensa en Palacio de Gobierno”.
Bustamante le pidió a Martín Adán que viniera al día siguiente a las diez de la mañana. El poeta llegó puntual, aguardó en la antesala. Pero las visitas tenían  ocupado al Presidente por lo que se demoró en atenderlo. “Y corrían las horas. Y Martín Adán se desesperaba….Intrigado, preguntó para qué su eminencia lo había mandado llamar. El edecán le explicó que esperara un poco más, que el Presidente lo requería con urgencia, pero que estaba muy ocupado... El poeta no aguardo más, y se levantó: 
–Señor –dijo resuelto, no puedo esperar más. Dígale al señor Presidente que en el manicomio almorzamos a las doce en punto y, como verá, ya me gana la hora y tengo que irme...

Al rato, apareció José Luis Bustamante. –Cómo has podido decir eso, Rafael –le dijo Bustamante y Rivero. El edecán y las otras personas que están allí saben que te he llamado para nombrarte jefe de prensa del Palacio de Gobierno.
–No, José Luis –protestó el poeta. No. No acepto. Eso es pedirle a la oveja descarriada que vuelva al redil. Eso nunca. El poeta lo miró de frente, hizo una venia respetuosa con su sombrero y enrumbó al hospital Larco Herrera. Su hora de almuerzo era sagrada.”.

Un encuentro en el cordano

El vate tampoco se dejaba deslumbrar por los escritores foráneos.Se propició un encuentro en el Cordano entre Allen Ginsberg (figura de la Generación Beat) y Martín Adán.  Se dice que parecían dos personajes incómodos uno frente al otro, que se lanzaron frases agresivas y que abundaron los silencios. Aprovechando que Ginsberg había ido al baño, Adán dijo  “Que alguien sea poeta ya es raro; que sea además americano es más raro todavía; pero que encima sea ‘maricón’ eso ya es rarísimo, ¿no le parece?”  


Martín Adán, creador y libre, irreverente, solitario y rebelde; genio y figura hasta la sepultura.    

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