Chéjov y el arte de contar buenos cuentos
Chéjov y el arte de contar buenos cuentos
Redacción EC

RAÚL MENDOZA CÁNEPA  ()

Los cuentos tienen menos palabras pero mayores exigencias que las novelas. No obstante el rigor de la técnica narrativa del cuento, los jóvenes escritores suelen apelar a la palabra como un complejo ornamento para embellecer sus historias.  Antón Chéjov demostró que la grandeza de una narración corta reside en su sencillez.  La simplicidad de sus frases no impide que sus cuentos tengan el atributo de una impresionante profundidad psicológica. 

Brevedad:

La más sencilla frase puede denotar la trascendencia de la infelicidad humana.  Es más, Chéjov no necesita recurrir a los grandes temas para elaborar un gran cuento. Su habilidad es la elaboración  de escenas sencillas y personajes poco notables socialmente para construir historias inolvidables y fundamentales.

Chéjov no es un narrador intrascendente o local, por el contrario, es (como él decía) vital y eterno. El escritor ruso  decía que la sencillez es siempre mejor que la complejidad o la exageración. Mientras que en el barroquismo prevalece el horror al vacío, en la simplificación chejoviana reside el temor al desorden y la complejidad. Un cuento debe ser claro, sin artificios. El escritor sospechaba que esta lección podía ahuyentar a muchos jóvenes del género breve para llevarlos a la novela, siempre más flexible. Por eso, sugería desprenderse de todo temor y afrontar el libre flujo narrativo con la mayor libertad.

Para Chéjov una buena historia podía abarcar no más de una página y constituir una estructura sin trama, donde el inicio preceda al fin sin mayor intermedio. "La brevedad es hermana del talento”, escribía.  Una buena novela necesita perfiles nítidos, antagonistas, un nudo y un proceso que va hilvanando la historia hacia una conclusión coherente. El cuento prescinde de todo artilugio, su valor es la contundencia, el golpe seco que se puede hilar en una sola escena. Chéjov no describe, por lo general, a sus personajes y suele ignorar la biografía que hay detrás. 


Al autor ruso no le interesaba la naturaleza y el entorno para crear un clima. No se adorna. En cualquier caso describe el ambiente de una manera escueta aunque sin perder el lirismo. Lo curioso es que aunque  la narración carece de emoción, la frialdad no interfiere en la construcción de un personaje atormentado o adolorido, intensamente emocional. La carga afectiva de sus personajes nunca concluye para bien o para mal, ellos nunca saben qué hacer, no resuelven la interrogante esencial de su existencia. Este es otro de los elementos que caracterizan los cuentos de Chéjov, sus personajes expresan sus inseguridades, sus frustraciones y su sensación de hartazgo y fracaso. Todos parecen dirigirse a la locura en razón de una vida indigna y miserable.


El genio del artista fue lograr que lo simple conjugara con lo esencial y que dos historias confluyeran en un mismo cuento, la narración como tal y el sentido implícito que solo puede ser captado por la fina intuición de lector.

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