El reciente desastre ecológico que afecta nuestras costas nos interpela sobre nuestra relación con el mar. El Perú, capital gastronómica de América Latina, tiene en los recursos marinos ingredientes básicos que sostienen su fama como país del buen comer. Verano, cebiche, playa y sol son palabras que, en estas fechas, abundan en el vocabulario de los habitantes de la única capital del continente bañada por el mar. Lamentablemente, la última semana estas palabras han sido cambiadas por petróleo, contaminación, desastre ecológico y Repsol.
La acción del hombre sobre la naturaleza siempre ha tenido consecuencias. Francesca Fernandini, arqueóloga y docente PUCP, nos da un ejemplo de ello, citando un estudio realizado por la Universidad de Cambridge. “El desierto de Ica, en la zona de Samaca, era un bosque seco antes del año 600 y se encontraba poblado de huarangos. Lamentablemente, el ser humano parece haber depredado muchísimo la madera de este árbol. Mientras más madera consumía, la tierra se hacía menos resistente a los desastres naturales. Alrededor del año 600 esta zona se inunda de manera masiva y arrasa con las pocas plantas que quedaban”, cuenta. La sobre explotación de recursos naturales por parte del ser humano no es un mal exclusivo de nuestros tiempos.
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Mientras hoy las investigaciones continúan para determinar cuán responsable es la empresa y cuán responsable el Estado, los más de 13.000 años de relación del habitante peruano con el mar entran al debate. Recordamos, entonces, gracias a la explicación de Francesca Fernandini, que el poblamiento del territorio que hoy llamamos Perú se dio, justamente, hace unos 13.000 años y sucedió por dos vías: la puna y el mar.
“América es uno de los últimos lugares en ser poblado, y esto sucede por la puna, ya que la zona cuenta con cuevas que sirvieron de refugio y con lagunas de agua dulce; y por el mar. La supervivencia de los seres humanos que llegaron a la costa peruana dependió en gran parte de su relación con el mar por una sencilla razón: para los cazadores - recolectores lo importante era asegurar comida y recursos, y el mar les proveía de ambas cosas”, detalla.
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Mitología marina
Los mitos y leyendas del Antiguo Perú tienen al mar como protagonista, fuente de vida material y espiritual. El más conocido habla del dios Naylamp, que llegó de otras tierras para fundar la dinastía que reinó en la costa norte en el siglo VIII a.C.
La historia es la siguiente: En tiempos muy antiguos llegó por mar un poderoso líder en medio de una gran flota de balsas. Este líder, llamado Naylamp, venía acompañado por un numeroso séquito de militares, mujeres y sirvientes. Desembarcaron, según las crónicas, en un río llamado Faquisllanga, avanzaron tierra adentro y construyeron sus palacios en Chot. Allí colocaron un ídolo de piedra verde que representaba a Naylamp y era llamado Yampallec. Desde entonces hubo mucho tiempo de paz, hasta que Naylamp murió. Se dice que le salieron alas y se alejó volando. Fempellec, su último sucesor, decidió cambiar de lugar al ídolo. En castigo vinieron treinta días de lluvia, luego sequía y también hambruna. Los sacerdotes echaron al mar a Fempellec para apaciguar a los dioses.
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Similar es el mito de Tacaynamo, el primer soberano de Chan Chan, la ciudad más importante de Chimú. Se dice que vino del mar en una flota de balsas, con toda su corte y guerreros, llegó a la costa norte de lo que hoy es el Perú, en el valle de Moche y fundó un reino. Tuvo un hijo llamado Guacricaur, y éste, uno al que llamó Ñancempinco. Fueron diez los reyes de esta dinastía . El último, Minchancaman fue derrotado por los Incas, quienes destruyeron la ciudad y dividieron al reyno. Así cuenta la leyenda de Tacaynamo, recogida en el documento “Historia Anónima” escrita en 1604 por algún cronista español, que narra la fundación de Chan Chan y del reino de Chimor.
Otro mito conocido es el que cuenta la historia de la formación de las islas de Pachacámac. Habla esta historia de la princesa Cavillaca, una doncella que rechazaba constantemente a sus pretendientes. Cuniraya, un poderoso dios de la sierra, encontró la manera de transformarse en pájaro, subió a la copa de un lúcumo e introdujo su semen en un fruto que dejó caer, tentando a la bella doncella. Ella comió la lúcuma y quedó embarazada sin haber sido tocada por nadie.
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Al cumplir su hija un año, Cavillaca convocó a una comida buscando conocer al padre de su criatura. Le dijo entonces a la niña: “Anda y reconoce a tu padre”. La pequeña gateó directamente a los brazos de Cuniraya, quien entonces se encontraba disfrazado de mendigo. Cavillaca, espantada con la imagen, tomó a su hija en brazos y corrió hacia al mar, ignorando el llamado de Cuniraya que se había transformado y estaba vestido de oro. La princesa se arrojó al mar con su hija, convirtiéndose ambas en una isla y un islote.
Aquí, como menciona el catálogo de la exposición Diosas de Huarochirí y Pachacámac, Cavillaca fijó su espacio sagrado y de autonomía, pues Cuniraya aunque siguió rondando las orillas, no podía ingresar al mar. En esta isla proliferan las aves marinas que proveen guano, que es un potente fertilizante, empleado en la agricultura desde la antigüedad.
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Al borde del mar
Explica Francesa Fernandini que la primera aldea sedentaria conocida en nuestro país, en el proceso donde el ser humano deja de ser trashumaste, está en Chilca y es una aldea de pescadores. “Se ha encontrado anzuelos y herramientas que muestran cómo esta pequeña aldea dependía del mar”, explica.
Así también, investigaciones realizadas en la zona de Zona Arqueológica Caral dieron cuenta de que, hace 5000 años, la población del centro urbano de Áspero desarrolló una importante tecnología pesquera debido a que el mar fue su principal fuente de alimento. Entre los instrumentos elaborados resaltan: las redes de pesca hechas de algodón, pesas líticas, flotadores de mate, además de anzuelos elaborados de valvas de choros o de huesos de animales.
Los vestigios de la relación de los antiguos peruanos con el mar se ha visto reflejada también en la cerámica y la iconografía. “Hay representaciones de pescados y aves marinas, básicamente en todas las sociedades costeñas. Como ejemplo tenemos la iconografía chimú, principalmente en la ciudadela de Chan Chan; o en los huacos moches que reflejan actividades pesqueras y fauna marina. Para la época inca sabemos que el spondyllus era una comida de dioses, y salía de la zona caliente, del norte, de Ecuador. Lo interesante con el spondyllus es que vincula a la costa y a la sierra, y es una de las tantas vinculaciones entre ambas regiones naturales”, dice Francesca Fernandini.
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Según la arqueóloga, las civilizaciones antiguas resistieron bien los fenómenos climáticos. “El mar peruano siempre ha tenido el tema del Fenómeno del Niño, que trae consigo variaciones a nivel del mar, cambian los tipos de peces que se pueden pescar y consumir, y las sociedades prehispánicas eran muy flexibles a estos cambios medioambientales.”, añade.
Un objeto que ha sobrevivido al paso del tiempo, que nos heredaron nuestros antepasados, es el caballito de mar, hecho con totora y con el que aún pescan de forma artesanal al norte del Perú, siguiendo una tradición de miles de años. Algunos estudios señalan incluso que esta embarcación sería el antepasado más directo de la tabla de surf. ¿Será?
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