Cuando el cantautor Facundo Cabral escribió la frase “No estás deprimido, estás distraído”, seguro lo hizo con la mejor y la más poética intención del mundo. Sin embargo, la medicina ha demostrado que personas diagnosticadas con depresión severa tienen poco de distraídas y, más allá de la metáfora, adjudicarles ese adjetivo puede ser realmente dañino para su salud.
“Estoy depre”, “tengo ansiedad”, “estoy bipolar”, son algunas de las expresiones que, coloquialmente, se usan para describir estados de tristeza, palpitaciones y cambios de humor, respectivamente. Sin embargo, la mayoría de veces, la situación a la que hacen referencia no tiene que ver con un trastorno de la salud mental. ¿Cuál es la diferencia? “La principal diferencia entre una situación pasajera y una enfermedad, es que esta última causa interferencia con las actividades de la vida diaria. Una enfermedad mental puede ocasionar que la persona no pueda desarrollarse adecuadamente en sus espacios laborales, personales, sociales”, explica el doctor José Pablo Bullard, médico psiquiatra del Centro Íntegro.
Lucero Andaluz, cofundadora y Directora de Comunicación e Incidencia de la asociación De-mentes Perú, hace una precisión al respecto: tanto la depresión como la ansiedad son enfermedades clínicas que deben ser diagnosticadas por un especialista, pues se trata de estados mentales crónicos que perduran en el tiempo, que no son pasajeros.
Por qué “la depre” no es igual a la depresión
Para el diagnóstico de una enfermedad las instancias médicas internacionales se encargan de unificar criterios para que los profesionales de la salud de todo el mundo puedan tomarlos en cuenta. En el caso de los problemas mentales, la biblia de los psiquiatras es el DSM V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA) cuya quinta versión es la más actualizada.
Entonces, estar triste, estar “depre”, no es igual a tener el diagnóstico de una depresión profunda. Una tristeza normal generalmente se desencadena tras un estímulo: la pérdida de un ser querido, la pérdida de trabajo, una ruptura amorosa. “La frustración, la pena, el llanto, son comunes en estos casos, pero tienen una duración, un periodo tras el cual desaparecen, se superan o se controlan”, explica el doctor José Pablo Bullard. Y añade: “cuando hablamos de depresión, no necesariamente encontramos un desencadenante. Una depresión implica una reacción que para algunos puede ser desproporcionada: pasar días sin bañarse, sin comer, sin querer levantarse de la cama, dejar de lado actividades que les hacen bien, como hacer deporte; y muchas veces sin motivo aparente. No son pocas las personas con depresión que tienen trabajo, familia y amigos, pero sin embargo sienten una tristeza y desgano sin explicación aparente y que interfiere en el normal desarrollo de su vida, y que incluso pueden acompañarse de síntomas físicos”.
Pasa lo mismo con la ansiedad. La ansiedad puede ser una reacción normal a un evento extraordinario. Por ejemplo, si una persona discute acaloradamente con otra, tendrá una inyección de adrenalina. Si alguien choca su carro, es normal sentirse nervioso luego, pero esto durará un breve lapso. “Los cuadros clínicos son los que, como mencioné anteriormente, interfieren en la vida del paciente: de pronto no pueden dejar de pensar, no pueden dormir, se tornan más irritables y hasta tienen síntomas físicos como las palpitaciones. Las crisis de angustia es que son patológicas, son cuadros en los que la persona de un momento a otro empieza a sentir una descarga de adrenalina tremenda y empieza con sudoración, palpitaciones, miedo a morir a perder el control, no sabe qué está pasando en esos momentos, siente malestar, sensación de estar fuera de sí, ahogo, y muchas veces las crisis de pánico se presentan sin un motivo aparente. Puede estar el paciente tranquilo, relajado y de pronto está viendo televisión y el paciente literalmente piensa que se va a morir”, explica el doctor Bullard.
Banalizar y estigmatizar
“Los problemas de salud mental no son ni deben usarse como adjetivos”, dice Lucero Andaluz desde la experiencia de más de seis años en De-mentes. “Al utilizar ese tipo de expresiones solo contribuimos con la proliferación del estigma, minimizando las luchas que enfrentan día a día los millones de personas que conviven con los síntomas de estas enfermedades”, añade.
Ciertamente, combatir los prejuicios y tabúes que existen alrededor de la salud mental hoy es más importante que nunca, considerando que la pandemia y el confinamiento han afectado la salud mental de 7 de cada 10 peruanos y peruanas de acuerdo a cifras del Ministerio de Salud.
Las consecuencias de esta banalización generan estigmatización y hacen más complicado pedir ayuda. El doctor Bullard cree que el mayor error al que llevan estas banalizaciones es creer que al final todo es fuerza de voluntad, que el depresivo no pone de su parte o que el esquizofrénico es un vago. Cuando una persona dice “estoy con la depre” de forma muy ligera, suele poder manejar la situación, pero si en algún momento esta se torna inmanejable, esta persona no será la primera en pedir ayuda. Y, de llegar a pedirla, tampoco será un camino sencillo. “Suele pasar que, si por decisión propia o por insistencia de otro, una persona va acude a consulta, no quieren medicación ni aceptan la terapia en los términos que el psiquiatra propone. Suelen decir ‘ya di el primer paso, pero no quiero que me pepeen, no quiero venir a cada rato, ahí nomás lo dejamos’ y eso es totalmente contraproducente”, añade el médico.
El valor médico de la salud mental
Pero, ¿por qué no ponderamos el trabajo de un psicólogo o un psiquiatra igual que el de otros médicos? El doctor Bullard responde que el problema radica en cómo ha sido tratada la salud mental desde el inicio de los tiempos.
El doctor Oswaldo Salaverry, en el artículo titulado “Inicios históricos de la salud mental”, publicado el año 2012 en la Revista Peruana Médica de Salud Pública, desarrolla lo planteado por Bullard. Según Salaverry la tardía identificación de la salud mental como problema de Salud Pública responde a un complejo conjunto de interrelaciones entre lo que se percibe como del ámbito público y lo que pertenece al ámbito íntimo y doméstico.
“Desde una perspectiva histórica, las enfermedades mentales se han encontrado constantemente en los límites entre las interpretaciones naturalistas y sobrenaturales de la enfermedad. Las culturas más complejas atribuían la locura a los dioses, las más primitivas a los demonios o fuerzas naturales”, escribe. Y añade que la locura no se consideró un problema de salud pública por su carácter no contagioso y su limitada letalidad.
En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, De-mentes está liderando una campaña como parte del movimiento ciudadano PerúTeQuiero. Esta busca visibilizar la importancia de este tema en el contexto de pandemia utilizando el hashtag #TuSaludMentalImporta. La iniciativa busca inspirar a más peruanos y peruanas a hablar abiertamente sobre su salud mental, utilizando este hashtag para compartir sus experiencias.
“Es importante destacar que, como parte de esta campaña, a partir de la próxima semana estaremos organizando en redes sociales webinars con expertos y talleres online gratuitos para el cuidado de nuestra salud mental. El primero de ellos se dará este miércoles 14 de octubre a las 7pm a través del Facebook de PerúTeQuiero, y contará con la participación de Yuri Cutipé, Director de Salud Mental del Ministerio de Salud. Asimismo, estamos preparando un directorio online de servicios gratuitos y remotos de primeros auxilios psicológicos, para que toda persona que lo necesite pueda acceder a ellos”, añade Lucero Andaluz.
El debate sobre los orígenes y tratamientos de las enfermedades mentales no ha cesado, y aunque en los últimos años más gente acude a consultas psicológicas y psiquiátricas, sobre todo, los más jóvenes, asumir socialmente que una depre no es una depresión, sino una enfermedad mental, sigue siendo un acto de valentía.
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